En 1971 Linda Nochlin se hacía esa pregunta. En un artículo publicado en la revista Art News bajo el título de “¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?”, Nochlin ponía sobre la mesa de la historiografía artística una batalla contra la cultura patriarcal que en el plano de lo social ya se había comenzado a gestar tiempo atrás.
El artículo de Nochlin se enmarca dentro de una revisión en el ámbito teórico-científico, a la zaga de una revitalización teórica del feminismo que venía impulsada por las luchas que en el plano social se estaban dando ya desde la década de los sesenta. Con ello una activa historiografía feminista puso en marcha un proceso de búsqueda de documentación y datos fiables con el fin de recuperar para la historia la obra de muchas creadoras.
Pero la conclusión que proponía Linda Nochlin, muy sintéticamente, respondía que no ha habido grandes mujeres artístas porque el marco en el que se ha desarrollado la cultura, al menos en el mundo occidental, ha sido un marco patriarcal que impedía el desarrollo femenino en la esfera pública y en el ámbito cultural. A parte de ello cabe destacar el enfoque heteropatrircal con el que se han centrado los estudios históricos sobre la historia del arte. Históricamente las mujeres han llenado las salas de los museos, como modelos desnudas en los cuadros, pero han estado ausentes como pintoras.
Por ello la propuesta de Nochlin no solo se centra en recuperar figuras “olvidadas” sino que crea un fértil campo de investigación hacia el que algunas de las historiadoras no tardan en dirigir sus estudios, desarrollando una revisión de la Historia del Arte con unos postulados que cuestionaron distintos aspectos, como puede ser el concepto de genio o el de Artes Menores.
El acceso más generalizado de las mujeres en el arte no se dará hasta bien entrado el siglo XX, por ello no es extraño que intituciones como el Museo del Prado encargadas de conservar las creaciones de periodos anteriores a la Contemporaneidad atesoren entre sus fondos nada o casi nada producido por mujeres. El Museo del Prado es paradigmatico en esta situación. El hecho de que una de las mayores pinacotecas del mundo con casi 8.000 pinturas catalogadas, incluyendo las expuestas y las que se encuentran en sus fondos, solo exhiba cuatro obras de tres pintoras, y solamente posea algunas más (de unas 30 artistas diferentes) que reposan en sus almacenes, confirma la respuesta de Nochlin a su pregunta.
Clara Peeters (h. 1594 – h. 1657) es una de esas pocas artistas que llegaron a poder firmar su cuadros. Tenía una posición económica desahogada, como demuestran los elementos retratados en bodegones propios de ambientes de la aristocracía y la incipiente burguesía. Su posición social le permitió como mujer acceder a conocimientos sobre pintura, llegando a gozar de reconocimiento en su época. Entre sus clientes se encontraba Felipe IV, de ahí que el Prado posea cuatro bodegones de la artista. Su carrera la dedicó a pintar bodegones, genero cultivado por las pocas mujeres artistas ya que ellas no podían acceder al estudio de la anatomía, es decir, de los cuerpos al natural. De ahí que las pocas mujeres artistas se especializaban en generos considerados “menores” como el paisaje o la naturaleza muerta.
El arte de Clara Peeters, la primera exposición dedicada a una mujer en el Museo del Prado, ha sido muy apaludida por parte de la crítica, pero llega varias decadas después de la recuperación de las figuras femeninas por parte de la renovada historiografía de los setenta. Casi ciuncuenta años después de que Linda Nochlin publicase su artículo y se preguntara por qué no ha habido grandes mujeres artistas, el Prado confirma sus respuestas.
El arte de Clara Peeters, del 25 de octubre de 2016 al 19 del febrero de 2017 en el Museo del Prado. |