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14 de noviembre de 2016 Twitter Faceboock

DANZA // EFEMÉRIDES
Antonio Gades, entre la danza y el hambre, un imprescindible del flamenco
Silvana Luciole | Contraimagen | EnfoqueRojo
Florencia Retamosa

Antonio Esteve Rodenas, conocido como Antonio Gades. Nació el 14 de noviembre de 1936. Comprometido militante, bailarín y coreógrafo. Su legado artístico ha sido fundamental dentro de la evolución de la danza española y el flamenco.

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Oriundo de Elda (Alicante) proveniente del seno de una familia de obreros. Su madre trabaja en la industria del calzado y su padre, albañil, comunista convencido que se enrola con las fuerzas republicanas un mes antes de nacer Antonio y parte como voluntario hacia Madrid para la defensa de la República. De su padre solía decir, “cuando yo nací mi padre había renunciado a estar presente en el nacimiento de su hijo para estar al lado del pueblo, con un fusil en la mano, algo que me llena de orgullo”. Figura que influenciará en su ideología la que puede vislumbrarse durante el desarrollo de su carrera artística.

Comenzó a trabajar a la temprana edad de once años para ayudar a su familia, como cadete en el estudio de un fotógrafo y luego como tipógrafo en el diario madrileño ABC. En varias ocasiones afirmó "por mis venas no corría la sangre del arte. Por mis venas circulaba la anemia provocada por el hambre".

Aprendió a bailar con Pilar López, que ve en él un bailarín de gran carisma y talento y lo contrata para entrar a formar parte de su compañía. Con ella estudió danza clásica y todas las disciplinas del baile popular español: folklore, el flamenco y las danzas de escuela. Realizan una gira por Japón durante el año 1960.

Un año más tarde se marcha a Roma y coreografía e interpreta El Bolero de Ravel, Antología de ballet y una versión de Carmen. Poco después se convierte en primer bailarín del Ballet de la Scala de Milán. Durante este período se acerca a la lectura clandestina del romancero gitano de Federico García Lorca, comprendiendo que su medio expresivo sería el flamenco, y que era la Andalucía de García Lorca, seca, árida, con su sociedad conservadora y ávida de libertad la que él consideraba la “real”, no aquella pintoresca creada para el turista durante los años de franquismo.

Gades fue el primer director del hoy renombrado Ballet Nacional de España, compañía en la que solo estuvo a la cabeza durante dos años a razón de diferencias políticas. Fue destituido por el ministro de Cultura en 1980. Fue un momento histórico debido a que muchos bailarines de la compañía decidieron seguir a Antonio y conformar el Grupo Independiente de Artistas de la Danza.

En relación a aquel alejamiento del ballet decía, “Yo había declarado que el ballet español no existía (...) Franco había reprimido las literaturas gallegas y catalanas, queriendo imponer, dentro de un proyecto reaccionario, lo que se denominaba la Lengua del Imperio: el castellano. Yo no podía admitir para la danza una visión política que fuera en este sentido.”.

Antonio afirmaba que su objetivo era el de traspasar el baile por baile, el movimiento tan solo para darle el gusto al cuerpo, por el contrario debía “servir” para contar historias a través de la danza, dándole al flamenco y a la danza española en ese camino un importante lugar en la escena teatral a nivel mundial, compleja y enriquecida por el conocimiento múltiple del coreógrafo en muchas ramas del arte, combinado con su brillante interpretación de las obras musicales teatrales y guiones con las que trabajaba.

Por aquella época se relaciona con artistas e intelectuales como Picasso, Rafael Alberti, entre otros, este último titula un poema “Antonio Gades, bailaor” como elegía a su arte.

En las puestas de Carmen, Bodas de Sangre, Fuenteovejuna (basado en el homónimo de Lope de Vega), por citar algunas de sus obras más elogiadas, puede verse reflejada la multiplicidad de su mirada, y un medio para contar la historia de un pueblo, abordando tópicos como la injusticia, la fuerza de los sectores populares y la solidaridad de clase, el rol y el tratamiento de la mujer en un mundo patriarcal, rompiendo así barreras e incluso resignificando sentidos de personajes conocidos tales como “La Carmen”, a la que definió como una mujer que “tiene conciencia de clase, es honesta y no cree en la propiedad privada de los sentimientos (...)” .

Imagen de Fuenteovejuna . Compañía Antonio Gades

En 1975 Antonio se retira de los escenarios durante tres años, tras comunicarse la noticia de que Franco ha ordenado fusilar a militantes vascos. No puede “maquillarse bailar y entretener a la gente mientras afuera acontecen fusilamientos”.

En consonancia con una vida ligada al compromiso y la lucha, Gades construyó su identidad artística, se presentó ante el mundo no como artista sino como un trabajador de la cultura, y era así que aceptaba ser considerado. Durante toda su vida fue un hombre comprometido con la militancia de izquierda, declaraba “Mi posición política es clara (...) he luchado, lucho por las ideas socialistas. Yo quiero defender los derechos del hombre y los derechos del trabajador.”

Pasados tres años retorna a la danza en 1978 convencido por la bailarina cubana Alicia Alonso. Durante su estadía en aquel país entabla con el mismo una relación muy estrecha, respaldando el régimen y pasando temporadas en La Habana.

Inicia una nueva etapa en su trabajo y hacia la década del 80 trabaja estrechamente con el director de cine Carlos Saura, con quien filma una trilogía de ballet flamenco adaptada a la pantalla cinematográfica: Bodas de Sangre (1981), Carmen (1983), ambas basadas en la obra de Lorca, y El amor brujo (1987), inspirada en la obra de Manuel de Falla. En el caso de Carmen, trabaja a su vez con el virtuoso Paco de Lucía, guitarrista icono de la innovación y proyección de la música flamenca.

Amante del mar, dejó parte de su vida también en el, navegando. En 2004 se fue víctima de una larga enfermedad.

Imagen de Bodas de Sangre, de Carlos Saura. Con la bailarina Cristina Hoyos.

Antonio Gades fue, y es, sin duda una de las principales figuras de la danza mundial del siglo XX, representando el realzamiento de la danza española a nivel teatral, conceptual y musical. Fue un extraordinario intérprete de la cultura popular española, convirtiéndola en obras de arte sin iguales; y al mismo tiempo fue uno de los referentes de la danza a nivel mundial que abrió el juego a pensar la danza como medio de lucha y militancia, visibilizando realidades, sabiendo integrar todos los aspectos de su vida, reflejados en obras que apelan a la reflexión, a la “puesta en escena” de temáticas comprometidas social y políticamente, haciendo extensión y uso de los contenidos de protesta social propios del flamenco.

Hoy nos queda su obra y legado para referenciar, además, un camino necesario e imprescindible de lucha para las trabajadoras y los trabajadores de la danza, sector que sigue sufriendo la precariedad, desprotección y el maltrato laboral, y que al mismo tiempo, aún sigue sometido a una visión elitista de su trabajo y escindido de las condiciones laborales y de vida necesarios.

“Mi compañía está humanizada. Hay gordos y flacos, calvos, altas, con tetas gordas, sin tetas; es un pueblo que baila, no son bailarines que imitan a un pueblo. El baile no son los pasos, la danza es lo que hay entre paso y paso”.

 
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