Foto: Ale Morales/ POSTA
El año 2016 fue rico en debates en torno a los usos de las drogas en general, y en particular acerca de los usos de la marihuana. Ya en abril, luego del crimen social de Time Warp, la discusión política entre las dos fuerzas principales del FIT se reavivó cuando el legislador del PO, Marcelo Ramal, negando la existencia de consumos responsables de las sustancias psicoactivas, criticó al PTS por propugnar programas de salud y de reducción de daños. Pocas semanas después, los militantes del Partido Obrero pasaron de calificar como “lumpen” a la multitudinaria Marcha Mundial de la Marihuana, a convocar tímidamente a su participación apenas unas horas antes de su realización. Precisamente por aquellos días, la web del PO publicó una bien lograda columna de opinión del músico Gastón Sardelli, titulada “El Materialismo y el faso” [1]. En los últimos días, el artista publicó varios tuits negando la posibilidad de un uso recreativo de sustancias enteógenas por parte de las clases populares. Volvimos entonces al artículo en cuestión, y aquí lo debatimos.
Materialismo dialéctico
No por citar autores materialistas un artículo de opinión reviste el carácter de tal. Por el contrario, es el contenido material de esas ideas, transformadas primero en bytes y luego en letras, el que permite calificarlo de ese modo o, siendo dialéctico, en su contrario idealista.
El punto de partida de la columna está ligado a la famosa frase de Marx la religión es el opio de los pueblos. Sobre dicho postulado podemos inferir que Marx asimila a la religión con los efectos anestésicos de esa droga farmacológica y legal en su tiempo, pero de ninguna manera se podría afirmar categóricamente que Marx está haciendo referencia al opio como un adormecedor del cuerpo social, sino más bien que la analogía parece estar dirigida a sus efectos clínicos sobre el cuerpo humano. Para el año 1844, cuando Marx escribió ese alegato ateo y materialista, los consumos problemáticos de esa sustancia apenas existían en países como Inglaterra (donde eran marginales), aunque ya se había producido la primera Guerra del Opio dando cuenta de la alerta estatal del Imperio Chino por los abusos de esa droga. Incluso en septiembre de 1858 durante la Segunda Guerra del Opio, es decir 14 años después, Marx publica dos artículos en New York Tribune afirmando “Nosotros nos abstendremos de juzgar la moralidad de ese negocio” [2], en relación al comercio inglés de la droga, e incluso llega a sugerir su legalización planteando “Si el gobierno chino legalizase el tráfico de opio y, al mismo tiempo, tolerase el cultivo de la adormidera en China, la Hacienda anglo-india sufriría una grave catástrofe” [3].
Más allá de la interpretación que hagamos hoy, en otro contexto completamente diferente al de la Europa del siglo XIX, lo cierto es que Sardelli se vale de una cita de Trotsky que parafraseando a Marx, para concluir que tanto la religión como las drogas, servirían “para evadir o dar sentido –aunque sea por algún instante- a la angustiosa vida provocada por el mismo sistema”. De esta manera, el autor advierte que “un partido revolucionario debe desenmascarar desde todos los ángulos posibles qué rol cumple la religión (o las drogas), sus orígenes y las consecuencias sobre el trabajador y las masas”. Formulación con la cual no podríamos estar más que de acuerdo siempre que sea de manera científica. En este caso, valerse de una expresión del marxismo original y plantear que se tomará una posición epistemológicamente materialista, parece no ser suficiente.
Lo material y lo ideal
Las drogas son sustancias naturales o producidas químicamente que provocan efectos en el sistema nervioso central, es decir son sustancias materialmente existentes que producen reacciones fisiológicas. Por el contrario, la religión es inmaterial. No existe como plantea Sardelli una “sustancia mística” que actué sobre el cuerpo humano. Si bien el sentimiento religioso puede causar efectos psicosomáticos, la comparación carece de sustento pues la alteración de “la percepción de la realidad y la conciencia” tendría un origen insustancial. En tal caso, sería más pertinente comparar los efectos de la religión sobre un cuerpo (o sobre el cuerpo social mismo) con los sentimientos amorosos o la pasión por un equipo de fútbol.
¿Marx o Weber?
Aldoux Huxley, en su distopía Un Mundo Feliz, plantea una sociedad futurista en la cual el Estado se vale de una droga llamada Soma para mantener el control social. El análisis de la problemática asociada al consumo de drogas en la sociedad capitalista actual que nos propone Sardelli parece asociarse más a la obra de Huxley que a la materialidad concreta de nuestras sociedades presentes. No se hacen distinciones ni entre los distintos tipos de drogas, ni entre los diferentes usos de estas, la única distinción quizás pretendida es entre consumos según las clases, y peor aún, esta distinción es superficial, idealista y estigmatizante.
De este modo, en el artículo de Sardelli, la realidad social caótica, en lugar de analizarse bajo el método materialista (es decir reduciendo el análisis a unidades más simples como las diferentes clases sociales, las distintas sustancias, la arbitraria legalidad e ilegalidad de las mismas, los diferentes consumos, etcétera, para recién luego volver a construir una imagen de un todo social, ya no caótico sino ordenado con sus múltiples determinaciones), es considerada bajo la lupa de la sociología de Max Weber, creando un tipo ideal de sociedad, es decir “una construcción analítica unificada (...) puramente conceptual, que no puede ser encontrada empíricamente en la realidad” [4].
Por ejemplo, Sardelli no distingue entre el uso problemático de sustancias psicoactivas y el consumo no problemático, es decir lúdico. Nuevamente siguiendo a Weber, el artículo publicado por el Partido Obrero, plantea un tipo ideal de consumo “recreativo” para la clase trabajadora, como una vía de escape a la alienación o una “expresión embrutecedora del capital sobre el potencial humano”. En tal definición el consumo no solo es intrínsecamente problemático, ya que para los trabajadores sería una forma mórbida de alcanzar placeres que no están a su alcance, sino que además es potencialmente antisocial puesto que conlleva el peligro de la violencia por su uso indebido. Bajo este tipo ideal de consumo según la clase, no queda espacio para las masas trabajadoras de un uso social, gozoso, empático, o tan sólo no problemático de sustancias tales como la marihuana.
Ajustar la realidad a la teoría, un vicio weberiano
Para Weber los elementos que mejor se adecuen al tipo ideal construido y que den una explicación causal son causaciones adecuadas, mientras que aquellos elementos que menos se adecuen al desarrollo coherente y sistemático del tipo ideal serán causas accidentales. Gastón Sardelli concluye su artículo afirmando: “Si realizar la revolución sólo dependiera de una vanguardia altamente preparada para interpretar la realidad, distinta sería la cuestión. Pero sabemos que la revolución depende de las masas y su lucidez, de su capacidad para interpretar la realidad, con la atención en el conocimiento correcto y en la lucha por encontrar felicidad real”. Dicho con otras palabras, no importa que constatemos consumos no problemáticos de drogas incluso en compañeros militantes y organizados, este es un simple accidente en el tipo ideal propuesto, y su base está que la vanguardia está “altamente preparada para interpretar la realidad”; no así las masas laboriosas.
Un debate científico
Una discusión seria entre los marxistas acerca de la legalización de las drogas merece miradas “no morales ni místicas”, es decir, abordajes que sigan el método científico del materialismo dialéctico. La mirada que nos propone Sardelli está lejos de ser un aporte en ese sentido.
Notas:
[1] Es llamativo el título del artículo ya que el mismo no trata en particular del consumo de marihuana.
[2] Marx, Karl. “Historia del comercio del opio”, New York Tribune 20 de septiembre de 1858.
[3] Marx, Karl. “Historia del comercio del opio II”, New York Tribune 25 de septiembre de 1858.
[4] Weber, Max. Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu editores, Buenos Aires, 2006. |