John Kerry observando restos del Muro de Berlín. Fuente: DPA
John Kerry y la "sociedad" con Alemania frente al avance de Rusia
Hoy en Alemania se celebra con grandes actos el 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín, que dio inicio al proceso de reunificación alemana bajo la égida capitalista de Occidente y fue el punto de partida de la desintegración del bloque soviético y del triunfalismo capitalista de la década del ’90. Como es lógico, los suplementos sobre este tema dominan los grandes diarios alemanes ( aquí y aquí ).
Fiel a sus orígenes y a su línea editorial (fue fundado como un diario vocero de las fuerzas de ocupación de EE.UU en la Alemania de posguerra, y hoy es un órgano del capital financiero local), el Frankfurter Allgemeine Zeitung de hoy lleva una columna de opinión destacada de John Kerry , responsable de la política exterior del gobierno norteamericano, donde discute sobre las declaraciones recientes de Mijaíl Gorbachov advirtiendo sobre una posible "nueva guerra fría" entre EE.UU y Rusia, a raíz de las declaraciones públicas de Obama en la ONU sobre la rivalidad estratégica entre ambos países en la actualidad. Plantea que "la conducta agresiva de Rusia en Ucrania es inaceptable. Es vital que Alemania y los Estados Unidos estemos codo a codo con nuestros socios y defendamos la soberanía y la independencia de Ucrania. Están en juego el orden de la posguerra y el orden tras la caída del Muro, de la cual millones de personas se han beneficiado".
El movimiento obrero en una prensa alemana "de la guerra fría"
La caída del Muro de Berlín dio lugar a una producción ideológica exacerbada sobre el "triunfo del capitalismo" en la Guerra Fría. Por aquellos años incluso una banda de rock alemana compuso una canción que se transformó en un himno de todo aquello "Vientos de cambio", sobre la utopía de un reinado indefinido de la paz y la seguridad. Aquellas esperanzas hoy están muy maltrechas, pero sin embargo, parece que empiezan a soplar nuevos "vientos de cambio" en la Alemania unificada, un país que se construyó desde hace 25 años a partir de una suerte de mea culpa de ser "la patria de los dos grandes totalitarismos": el nazismo y el comunismo. Incluso el espionaje y la persecución a las organizaciones de izquierda (en nombre del combate al totalitarismo del viejo régimen estalinista de Alemania Oriental) tienen un rango constitucional, por lo cual las referencias a lo que huela a ese viejo fantasma, como ser una recuperación de un movimiento obrero militante, provocan ataques singularmente venenosos en la prensa. Todo esto en el país que vio nacer hace casi 170 años al movimiento obrero moderno y las tradiciones socialistas.
Un ejemplo de estos ataques es otro artículo del Frankfurter Algemeine Zeitung que es prácticamente un largo editorial, contra la huelga de los maquinistas de tren de tres días que sacudió esta semana a Alemania y culminó ayer sábado. Con el título de "Solitarios", una joven redactora del diario preferido de los bancos, habla sobre "el ocaso de los maquinistas. Ya nadie sueña en convertirse en conductor de tren: Un trabajo con un salario promedio, absolutamente aburrido y con un prestigio cada vez menor." Incluso recurre al fallecido historiador marxista Eric Hobsbawm para situar las razones del conflicto en la creciente pérdida de su estatus tradicional de "aristocracia obrera", como cofradía cerrada que se remonta a una "edad de oro" situada en la época de la segunda posguerra, en la década de 1960, del llamado "milagro" alemán occidental, que sería el apogeo de su prestigio, con puestos fijos garantizados por Estado. "Mediante la combinación de una fuerte cohesión y reivindicaciones propias de una élite, que es la principal fuente de su poder, los maquinistas se han conservado hasta nuestros días, aunque con la privatización de los ferrocarriles han perdido la mayor parte de su estatus de empleados públicos (...) La tecnología sustituye a los maquinistas del mañana. (...) Un conductor de tren gana en promedio entre 2000 y 3000 euros mensuales en bruto; si hace trabajo nocturno o los fines de semana, consigue algunos cientos de euros más. El prestigio social tampoco sigue siendo muy grande, debido a que el mundo del trabajo está cambiando. Antes los maquinistas tenían una calificación considerable, debido a su formación técnica, pero ahora están siendo eclipsados por los ingenieros, que desarrollan la complicada tecnología ferroviaria. Para ser maquinista en Alemania alcanza con un título de escuela primaria o secundaria, mientras que la formación profesional ya no dura años como era antes, sino apenas unos meses."
Los ataques de la prensa burguesa en Alemania a las huelgas recurren a argumentos "sociológicos" de este estilo, que constituyen amalgamas y maniobras de estadísticas y datos interesados, calcados de la ideología neoliberal de los ’90 sobre la "desaparición de la clase obrera", con el fin de oscurecer la conciencia de los trabajadores sobre su propio poder. Para esto, cuentan con la complicidad de la burocracia de la central sindical DGB, que se opone a la huelga, y la hostilidad del gobierno de la "Gran Coalición", que quiere hacer enmiendas legales para limitar el derecho de huelga (a pesar de que el presidente del sindicato de maquinistas, Claus Weselsky, es un conservador, miembro del partido demócrata cristiano -CDU- de la canciller Angela Merkel). Se trata de una burocracia que, a pesar de sus intenciones y su política, tuvo que ponerse a la cabeza de los reclamos, para no desprestigiarse ante su base y no perder el control. Los maquinistas vienen en conflicto desde hace tiempo, y el gobierno denunció a la huelga ante la Justicia como ilegal. No obstante, esta falló a favor del sindicato, que llamó a una huelga de 3 días, entre el jueves y el sábado.
También el presidente de Die Linke, el principal partido a la izquierda de la socialdemocracia, Bernd Riexinger, salió a manfiestarse contra la huelga: "Las demandas salariales de los maquinistas son correctas, pero la huelga es un error, ya que divide a la fuerza de trabajo.". Todo esto como parte de una campaña para volcar a la opinión pública en contra de la huelga y deslegitimarla, señalándola simplemente como "un juego de poder". En estos últimos meses, la huelga de los maquinistas se sumó a la de los pilotos de la aerolínea de bandera, Lufthansa, y de los trabajadores de la filial alemana de la empresa de comercio electrónico Amazon. La prensa durante todos estos días discute sobre las huelgas de una manera que no hacía desde hace años.
Los muros que caen y la popularidad de Obama que también se derrumba, vistos desde el New York Times
Con el título de "Los circos, los triunfos y los fraudes de la democracia", uno de los editorialistas del New York Times liga todo esto de lo que hablamos en el subtítulo.
"La razón evidente es que los estadounidenses están profundamente insatisfechos con la forma en que se los gobierna. El Congreso es ampliamente vilipendiado por su disfunción, por la polarización y por la falta de logros, y en momentos como este la gente castiga al presidente y a su partido. Tal vez no parezca justo ni razonable, pero ofrece un canal legítimo para la frustración y la ira, y le da a la opinión pública una idea de que puede hacer algo al respecto, lo cual es un componente clave de la democracia. Hace veinticinco años, el pueblo de Berlín Oriental hizo respecto a sus frustraciones de una manera muy diferente, atravesando un muro que a ellos y a millones de europeos orientales les había negado físicamente las libertades más elementales (...) En los últimos 25 años hemos aprendido que la construcción de la democracia requiere algo más que momentos triunfantes como aquella noche en Berlín - o los muchos días y noches de la primavera árabe en las capitales de Oriente Medio. Sin embargo, con lo estimulante que pueda ser derribar estatuas de dictadores y saquear las oficinas de la policía política, estos son síntomas de un fracaso del contrato social, y no una garantía del mejor funcionamiento de uno nuevo. La democracia se trata de instituciones, una cultura, una historia, un proceso."
Los vientos de cambio terminaron siendo una leve brisa que dio paso a un clima gélido como el de los manejes de trastienda de la democracia a la norteamericana a lo House of Cards. El espíritu de este artículo es la resignación a la "superioridad" de la democracia norteamericana en su estado actual, a pesar de que el autor reconoce el estado de ánimo sombrío de los votantes, con baja concurrencia a las urnas y un Congreso que ahora con ambas cámaras en firmes manos republicanas derechizará aún más la agenda y preparará el terreno para nuevos ataques.
Este es el estado de ánimo que se nota en la prensa de la burguesía a ambos lados del Atlántico tras 25 años de triunfalismo capitalista |