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La Izquierda Diario
13 de diciembre de 2016 Twitter Faceboock

MUNDO SINDICAL
CGT: un año arrodillados ante la CEOcracia
Lucho Lucero

El rol de los dirigentes sindicales estuvo marcado por dejar pasar despidos, suspensiones, represión y muertes obreras por desidia patronal. Traidores de la clase obrera por donde se los mire.

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Repasando el año que se cumple de Gobierno de Macri hay muchos recuerdos para no olvidar, a tener muy en cuenta sobre el rol de los dirigentes sindicales que hicieron todo lo posible para que los trabajadores paguen el costo de las políticas de ajuste. Todo esto para sostener la gobernabilidad del nuevo Gobierno y la funcionalidad a los planes patronales.

2016: recuerdos para no olvidar…

El Gobierno de Macri, luego de asumir el 10 de diciembre, rápidamente implementó políticas de ajuste, devaluación del peso oficial, una creciente suba de la inflación que hizo caer los salarios reales y produjo un aumento de los despidos, que crecieron desde el primer mes.

Ante este panorama, la respuesta de los líderes de las 5 centrales en las que estaban divididos los sindicatos, fue darle al Gobierno tiempo para equilibrarse y dejarlo gobernar. Mientras el tiempo corría, los despidos crecían, incluso en gremios como la UOM, de Antonio Caló, o los estatales nucleados en las CTA, de Yaski o Micheli. Estos, con un tono más combativo, denunciaban los despidos y anunciaban medidas de fuerza, pero tampoco desarrollaron junto a los trabajadores medidas que fueran contundentes para frenarle la mano al macrismo.

La inflación en ascenso y la necesidad de abrir paritarias para debatir sobre la pérdida del poder de compra del salario fue, durante todo este año, un punto nodal. La necesidad de recomponer el salario de los trabajadores significaba que los dirigentes dieran una pelea a la altura de las circunstancias. Pero salvo sus bolsillos, los cuales siempre se engordan a cambio de garantizarles más ganancias a los empresarios, en general cerraron paritarias a la baja.

Importante movilización el 29 de abril

Cuando ya habían pasado varios meses de Gobierno de Cambiemos, surgió el debate sobre la llamada Ley Antidespidos. En ese marco, las conducciones sindicales convocaron a una importante movilización con ese reclamo como eje.

Desde el palco, ubicado frente al Monumento al Trabajo del barrio de San Telmo en el bajo porteño, se anunciaron más de 350 mil personas que se habían movilizado para conmemorar el Día del Trabajador. El número real puede haber alcanzado a un tercio de esa cifra, según estimaciones de La Izquierda Diario.

Entre los sindicatos con las columnas más numerosas estuvieron Camioneros, Luz y Fuerza, Comercio, Uocra, UOM, Plásticos, UPCN, entre otros. La convocatoria expresaba el gran descontento y la predisposición de los trabajadores a luchar contra el ajuste, contra los despidos, ponerle un freno al gobierno ajustador.

Habían participado de forma independiente, una columna de trabajadoras y trabajadores de los sectores combativos y de izquierda. Claudio Dellecarbonara, dirigente clasista del subte, explicaba que "marchamos para luchar por paritarias libres y sin techo, por un salario igual a la canasta familiar, por la prohibición de los despidos y las suspensiones, contra los tarifazos, entre otras demandas urgentes”. Una exigencia concreta a romper la tregua que se hizo notar de forma diferenciada de los burócratas sindicales. Pero había mas razones para seguir de tregua y garantizar la paz social.

La rosca por la unificación de la CGT, otro de los recuerdos

El 22 de agosto el Confederal cerraba el pacto de unidad, dejando un triunvirato integrado por Juan Carlos Schmid, Carlos Acuña y Héctor Daer. La reunificación la vendían como un gran paso de unidad para el movimiento obrero. Pero nada de eso estaba en los planes de la nueva CGT, la división de los trabajadores la profundizaban dejando pasar la tercerización, la precariedad laboral, la división entre trabajadores de primera y segunda, los despidos y suspensiones.

Una gran artillería de las patronales y Gobierno que para frenarla solo puede pensarse con la unidad del movimiento obrero organizado y en las calles. Justamente la política de reunificación era evitar toda posible reacción de las bases trabajadoras a responder a los ataques y contenerlos con promesas y amagues de paro, que nunca concretaron.

El pacto

Después de casi ocho meses de Gobierno, el salario real perdió un 13%; 1,4 millones de personas cayeron en la pobreza; 154 mil trabajadores fueron despedidos; las tarifas aumentaron un 500% aunque después el oficialismo tuvo que retroceder y llamar a Audiencia Pública.

¿Qué habían hecho los dirigentes sindicales hasta el momento? Lo que hicieron fue utilizar su rol y el peso que tienen las organizaciones obreras para garantizar los planes de Macri y las patronales. Evitaron medidas de fuerza, llamaron a depositar las expectativas en una ley anti-despidos que después no defendieron y fue vetada por el presidente, dejando muy en claro que gobierna para las patronales, pero tampoco tomaron medidas al respecto, concretaron su reunificación y rechazaron la convocatoria a un paro nacional. Copiaron el discurso del ministro y el gerente: hay que esperar el segundo semestre.

Gracias a todo eso Cambiemos, pudo avanzar con el ajuste. La nueva CGT se convertía –fondos sindicales mediante– en la principal garantía de gobernabilidad.

Las CTA eligieron un discurso opositor pero con un accionar impotente y poco combativo, a pesar de haber sufrido miles de despidos en el Estado. Un ejemplo fue la marcha del 2 de Junio en rechazo al veto por parte del Gobierno de la Ley Antidespidos y a los últimos tarifazos a las boletas del agua y el gas. Se confirmaban los límites: allí nadie denunció la represión del FpV en Tierra del Fuego, por la que Yasky además se negó a convocar una huelga nacional docente.

Semejante sumisión a los empresarios y al macrismo merecen una reflexión. Se trata de grandes aparatos con intereses propios, diferentes a los del movimiento obrero. A cambio de prebendas y negocios, se encargan de garantizar el orden en los lugares de trabajo y en las calles. El modelo sindical peronista sintetiza esa regimentación del Estado sobre los sindicatos, y de las cúpulas sobre las bases.

Diálogo, prudencia y más tregua

El Gobierno recibía al triunvirato poco después de un mediodía de septiembre, y mientras la Marcha Federal preparaba una masiva movilización para ingresar a Plaza de Mayo, el Ministerio de Trabajo se preparaba para recibir a los máximos dirigentes de la nueva y reunificada CGT.

Como si el lunes 22 de agosto, día de la reunificación, no hubiera ocurrido nunca, otra parte de los referentes de la nueva conducción cegetista ocupaban las cercanías de la Plaza de Mayo, por ejemplo los hermanos Pablo y Facundo Moyano, ambos miembros del nuevo Consejo Directivo de la central, estaban allí denunciando al Gobierno y su política. Así, a pesar de la tan cacareada unificación, cada dirigente jugaba su juego.

Sin embargo, en la Marcha Federal o en la Casa Rosada, todos tenían el mismo cometido estratégico: garantizar paz social, que no haya medidas de lucha serias por parte de la clase trabajadora en pos de enfrentar el ajuste.

A lo largo de casi un año, hacer un paro solo figuraba en frases hechas, discursos amenazantes, sobre todo de parte de los que posaban de combativos como Pablo Moyano que mantenía discursos encendidos, diferenciándose del triunvirato pero no sacó nunca los pies del plato de la tregua permanente.

Los que se quedaron afuera -los gremios que no aceptaron la formación de un triunvirato- como los bancarios, conducidos por Sergio Palazzo, insistieron con el paro nacional pero sin sacar los pies del plato.

Arrodillados por migajas

En más de un año de Gobierno, los dirigentes posaron con declaraciones y amenazas de todo tipo, pero luego se sacaban la foto con los funcionarios de Cambiemos que los recibían para acordar seguir de tregua.
El monto de $ 2.000 pesos “como referencia” para un bono de fin de año a los trabajadores privados, sujeto a las negociaciones por sector, fue su “máxima conquista” para los trabajadores. Para ellos mismos lograron un monto claramente superior, negociando el dinero de las obras sociales.

Se reunieron junto a funcionarios y empresarios para acordar que no haya despidos por tres meses, hasta marzo 2017. Otro acuerdo que causo carcajadas en los empresarios, ninguno lo cumple.

Impuesto a las Ganancias, otro caballito de batalla del triunvirato, tiene media sanción en Diputados. Carlos Acuña declaró que la “CGT acompañará este martes el proyecto de modificación de Ganancias cuando se analice en la comisión de Presupuesto del Senado y si hay posibilidad de que se mejore, bienvenido”. Por la parte de Pablo Moyano, volviendo a la pose de combativo, dijo “quieren llevarse puestas las conquistas de los trabajadores, no hay que olvidarse de los patrones que actúan en contra del pueblo”.

Se cumple un año de Gobierno y la tregua fue el sostén primordial de la CGT. Posturas amenazantes para luego dejar pasar todo plan patronal sin pena ni gloria. Un año donde el Gobierno le ganó todas las “batallas” que dieron para no conseguir nada para los trabajadores. Al contrario, la Navidad, el Año Nuevo van cargados de incertidumbre para los trabajadores sobre su salario, sus condiciones de trabajo, la precariedad laboral y la desidia capitalista que se llevó varias vidas obreras en este 2016.

El rol de los dirigentes, fue dejar gobernar sin enfrentamiento alguno, sin tomar medidas contra el oficialismo y sus ataques. La mayoría de los 7 millones de trabajadores privados no llegaron a cubrir una canasta familiar estimada en 20 mil pesos. Mucho menos los estatales. Ni hablar de los que están “en negro”. Traidores de la clase obrera por donde se los mire…

 
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