En Sexo Salvaje, publicado por la colección Ciencia Joven de la editorial EUDEBA de la UBA, el biólogo Ricardo Cabrera afirma que los comportamientos machistas son el resultado de la evolución de estrategias reproductivas.
El libro, publicado hace dos meses, no solo es una caricatura burda sobre la Teoría de la Evolución, sino que además inventa historias biologicistas para explicar la violencia machista. Afirma la intención de explicar los comportamientos sexuales de hombres y mujeres pero ignora los mecanismos sociales históricos de explotación de las mujeres, así como las luchas y conquistas de los movimientos feministas. ¿Dónde estaba Cabrera el 3 de junio de 2015? ¿Dónde estaba el 3 de junio del corriente año? ¿Y el 19 de octubre durante el paro de mujeres? Parece que no escuchó cuando cientos de miles dijimos: “Ni una menos, vivas nos queremos” denunciando que en Argentina muere una mujer cada 30 horas víctima del machismo y que el Estado es responsable.
Algunos de los enunciados que repudiamos
Cabrera dirige hace 20 años la revista de divulgación EXACTAmente de la Secretaría de Comunicación de la FCEyN-UBA. Cada una de las hojas del libro tiene enunciados, afirmaciones y vocabulario repudiables, en esta nota solo alcanzaremos a denunciar una mínima parte:
“Los humanos vivimos el amor de un modo romántico en el que diferenciamos claramente dos etapas: la primera —del deseo sexual—, y la segunda —del apego—. La primera es la universal, la del cóctel explosivo, la de la persecución, la del desenfreno, del erotismo exacerbado….” (p.36)
“… una forma de aplacar el deseo de infidelidad del otro es tratar de mantener satisfechas sus necesidades sexuales…frecuencia y calidad del coito, afán por innovar, procurar el placer del otro, son todas formas —entre otras cosas— de alejar el apetito de infidelidad.” (p. 42)
“Esos hombres que no celan, que no controlan, no están alertas, no ponen límites y toleran la infidelidad, tendrán altas probabilidades de gastar energía en criar los genes de otros (que sí llevan la información para ser celosos) (…) Por lógica pura: la conducta celosa debe ser constitutiva de la naturaleza humana” (p. 46) (destacados nuestros)
La falacia de la “lógica darwiniana” de Cabrera
Todo el libro se apoya en la premisa de que nuestra sexualidad responde principalmente a “instintos” que fueron desarrollados a lo largo de la evolución de los seres vivos sexuados. El método de análisis de Cabrera comienza escogiendo comportamientos en relación a la sexualidad de hombres y mujeres afirmando que están determinados por nuestros genes y que, por lo tanto, todos y todas los desarrollamos de alguna manera. En palabras del autor:
“… las observaciones científicas (y también los experimentos) nos confirman que el deseo sexual es un instinto con el que venimos de fábrica. Las explicaciones próximas confirman la necesidad de que los comportamientos derivados del deseo sexual se transmitan hereditaria y biológicamente.” (p.7)
De esta manera analiza el ideal de belleza, los celos, la infidelidad, agresividad, el cuidado materno y paterno, la monogamia, los noviazgos, la familia, entre otros; aceptando apriori, y sin ninguna demostración o investigaciones de referencia, que estos comportamientos son universales. Luego, inventa una historia relacionando dicho comportamiento con un mayor éxito reproductivo en la historia de la evolución humana y, como consecuencia, una mayor representación de dicho comportamiento en la actualidad. Cabrera llama a su método de análisis “lógica darwiniana”.
Veamos, por ejemplo, como el autor explica “la infidelidad”:
“El caso de los hombres es muy sencillo: el instinto los llama a ser infieles porque cada acto de infidelidad representa una oportunidad de tener un nuevo hijo y tener más representados los genes propios en la generación siguiente que, vaya casualidad, codifican el instinto de ser infiel” (p. 39)
Una mirada social de la sexualidad humana
En sus explicaciones, Cabrera ignora que la sexualidad es una construcción personal que desarrollamos a lo largo de toda nuestra vida, en función de nuestras experiencias sociales, culturales, históricas y psicológicas, donde intervienen mandatos sociales (patriarcales por ejemplo, y sobre todo). Pero no lo hace por ignorancia, sino que es un posicionamiento ideológico que enuncia claramente, confrontando con los que cuestionaron las corrientes reduccionistas en biología, como el biólogo Stephen Jay Gould:
“No fueron pocos los pensadores que se opusieron a este principio que no tardaron de tildar de biologicista (…) Es cierto que el programa adaptativo presenta dificultades epistemológicas difíciles de resolver. Pero los científicos somos gente práctica que, además, solemos darle poca o nula importancia a la epistemología y nos contentamos con encontrar resultados relevantes.” (p. 12)
Y vaya si Cabrera le da poca importancia a la epistemología, eso queda clarísimo y es casi directamente proporcional a su nivel de machismo. Pero lo extraño es que generalice su falta de rigurosidad a todos “los científicos”.
Analicemos una de sus historias aportando variables del entorno social y cultural. En el capítulo 6, “¿Por qué cuernos somos infieles?”, se exponen los resultados de un experimento en el que el 75% de los hombres aceptaron la propuesta de tener relaciones sexuales, hecha en un campus universitario por una mujer desconocida; mientras que ninguna mujer aceptó la misma propuesta hecha por un hombre. A partir de estos resultados, Cabrera concluye:
“Esto revela de forma palmaria que hombres y mujeres tienen diferentes estrategias reproductivas grabadas en sus cerebros. Los varones aceptan una invitación que no genera grandes compromisos, salvo los judiciales (pero los genes no saben nada de eso), mientras que las damas tendrán nueve meses —y más también— para pensar ¡qué es lo que hice!” (p. 39)
Luego de cuestionar el tamaño de la muestra y que el experimento está acotado a un grupo de personas con intereses y una posición socioeconómica particular, habría que investigar si las personas del experimento eran heterosexuales, si les resultó atractiva la persona que hacía la propuesta, si ese día sentían particularmente deseos sexuales o estaban preocupados por otros asuntos (por ejemplo, era mes de finales). Si ninguna de estas variables estuviera interfiriendo en el experimento podríamos investigar como posibles explicaciones las diferencias entre hombres y mujeres en los modos de “vivir nuestros deseos sexuales” que se nos imponen socialmente a través de los medios de comunicación, la religión, la escuela, y otras instituciones ligadas al Estado. Mientras que a los hombres se los estimula a tener muchas relaciones sexuales, a las mujeres se nos impone esconder nuestros deseos sexuales. A su vez, se podría investigar cómo incide en el comportamiento de las mujeres el temor a sufrir relaciones violentas, abusos, secuestros por redes de trata o femicidios.
Hacia el final del libro, Cabrera defiende sus explicaciones evolutivas argumentando que estas son más efectivas que las explicaciones que integran variables sociales y culturales. Enuncia:
“… el mejor modo de terminar con un flagelo es, antes, comprenderlo.” (p. 82)
Invitamos a Cabrera y a los editores de EUDEBA, que aprobaron la publicación de este libro dentro de una colección de divulgación científica, a reflexionar sobre sus propias palabras. Para comprender un fenómeno es necesario una investigación rigurosa, probada y teniendo a consideración todas las variables que pudieran estar afectando el fenómeno.
Para Cabrera hasta los abusos sexuales tienen una explicación evolutiva
Cada capítulo del libro indigna más que el anterior y surge la pregunta ¿hasta dónde es capaz de llegar? Esta caricatura, pierde toda “gracia” ( por llamarlo de alguna manera), en el capítulo 11. Allí, directamente afirma que los abusos sexuales son también el resultado de la evolución:
“… la explicación darwinista es casi obvia, los genes que propician la violación estarán presentes en los hijos fruto de las violaciones […] La violación puede ser la vía de escape, la alternativa, para aquellos varones que por sus propias valías sean incapaces de acceder a una pareja sexual” (p 81)
La evolución no es lo que muestra el libro Sexo Salvaje
La falacia en la que transforma Cabrera la Teoría de la Evolución sumado a las explicaciones biologicistas que inventa sobre el machismo invisibilizando los factores sociales y culturales que lo reproducen históricamente, es muy preocupante por tratarse de un libro de divulgación científica publicado por la editorial de la UBA. No son pocas las veces que sus afirmaciones las pone en la voz de “los biólogos” o “los evolucionistas”, lo que significa un agravio para todos los científicos que a lo largo de la historia han aportado a los conocimientos que tenemos en la actualidad sobre evolución, así como a los que continúan investigando esta apasionante disciplina.
Los que amamos la ciencia y en particular la ciencia de la vida por estar atravesada por una inmensa cantidad de variables, llena de preguntas aún sin respuesta, con una historia muy reciente y atravesada por intereses muy poderosos, repudiamos este libro por divulgar (desde la editorial de la Universidad pública!) una visión misógina, machista y una caricatura que entorpece la divulgación de la Teoría de la Evolución por selección natural. Al mismo tiempo, denunciamos y responsabilizamos a la UBA por su publicación.