Partidazo electrizante: el equipo de Gallardo superó momentos de zozobra y dio vuelta el resultado dos veces. Tres goles de Alario (dos de penal) y el decisivo de Alonso, River cierra el año con todo.
A pesar de las caídas (venía de perder duramente el Superclásico) y de las “batallas” perdidas (nuevamente una floja actuación del arquero riverplatense), desde Núñez salió el nuevo campeón, como reza el cantito.
Ya se acerca Nochebuena, ya se acerca Navidad… y qué mejor regalo para simpatizantes e hinchas del equipo de “la banda roja” que un nuevo título para engrosar las vitrinas del club, nada menos que la Copa Argentina, uno de esos que faltaba en la colección de la Avenida Figueroa Alcorta. Y por si fuera poco el título viene con yapa: el ansiado lugar en la edición del año que viene de la Copa Libertadores.
Por el lado de Rosario Central, parece una maldición: perdió su tercera final consecutiva de Copa Argentina. Esta vez estuvo más cerca que nunca y en varios pasajes del partido, además de estar en ventaja 2-1 y luego 3-2, parecía que el traje de campeón le calzaba justo. Pero no pudo ser. En la final más emocionante que se recuerde de esta copa, Central fue protagonista y un digno sub campeón. Si no se cae anímicamente es un equipo que está para pelear cosas importantes el de Chacho Coudet.
Muchos de los goles fueron producto de errores defensivos: una salida en falso y un rebote de Batalla le permitieron conquistar dos tantos al “Canalla”, dos penales tontos en el área de la “Academia” rosarina (el segundo inexistente) le permitieron al implacable Alario empardar para River. Pero a la vez el trámite del partido habla de la sana intención de buscar el partido que tuvieron ambos equipos. El resultado fue un lindo espectáculo, no tanto por el juego sino por lo emotivo y cambiante.
Iba ganando Central 3-2 y una jugada cambió la suerte de River: en un contraataque Lo Celso tenía abierto a su izquierda a Ruben pero eligió rematar al arco. Le perdonó “la vida” a River. Como en el boxeo, al no aprovechar el momento en que el rival estaba “groggy” le dio la chance de recuperarse. Un lateral picó dos veces en el área y le permitió empatar de nuevo a Lucas Alario. Central no lo podía creer. El arquerito Batalla, angustiado por su responsabilidad en el resultado pedía entre lágrimas “dame una”. Una chance para el milagro pedía.
Y aunque milagros no hay –lo que hay son delanteros con olfato buscando la oportunidad como Alonso, que ingresó por el flojo Pity Martínez- a veces hay situaciones que se parecen mucho: un centro largo de Mora (ingresó por D´alessandro) que bajó Alario de cabeza fue conectado por Alonso derechito a la red para el gol y el 4-3 definitivo.
Los 15 minutos que siguieron fueron pura voluntad de Central por acercarse al empate y River con paciencia cuidando el resultado sin revolear la pelota. Hasta pudo estirar la ventaja Alario con un remate llovido que pegó en el travesaño del arquero Sosa.
River es campeón. Se sacó la amargura del domingo, se sacudió la modorra en pleno partido, empezó a creer en sí mismo y se llevó una copa, de esas que le faltaban. Esta vez Gallardo demostró estar acertado con los cambios (Mora y Alonso por D´alessandro y Pity Martínez) y se le puede anotar su logro en el resultado final.
A diferencia del domingo, ayer hubo noche de paz en Núñez. Paz y festejo para recibir el 2017, año en el que otra vez River se codeará con los mejores de América. ¡Salud, campeones!
