El 9N ha sido la mayor demostración hasta ahora de la profundidad de las aspiraciones a ejercer el derecho de autodeterminación. El Gobierno del PP responde intentando deslegitimar la consulta. Ataca que no se dieron las garantías jurídicas necesarias cuando fueron ellos quienes lo impidieron con sus impugnaciones al Tribunal Constitucional. Varios medios de comunicación defensores de la Constitución del ‘78, minusvaloran la consulta porque la participación supone un 32,8% de los posibles votantes. Sin embargo el número de votantes se acerca mucho al de los dos últimos referéndums (Constitución europea y Estatut) y a las pasadas elecciones europeas de mayo. Y lo hace siendo una votación a la que se le había quitado todo valor legal y jurídico, impuesto condiciones de realización complejas (un tercio de puntos de votación, un farragoso sistema de inscripción, etc., que hicieron que las colas llegasen a dar la vuelta a la manzana) y cubierto de amenazas sobre su ilegalidad.
¿Cuál es el principal mensaje que surge de los resultados de este 9N?
El 80 por ciento de los votantes se pronunciaron por la constitución un Estado independiente y un 10 por ciento por un Estado federado o confederado con el español. El grado de adhesión a estos proyectos -independencia o no- puede estar matizado por el carácter consultivo y porque el voto “Sí-Sí” era visto por muchos como la mejor contestación a las prohibiciones del Estado central. Esto no niega que el sentimiento independentista sigue creciendo y que eso hace que aumenten los temores del Régimen del ‘78 para que se celebre un verdadero referéndum, algo a lo que va a resistirse por todos los medios. Lo que sí es seguro es que el 100% de los votos daban un apoyo al derecho de los catalanes a poder decidir su relación con el resto del Estado español.
¿Cómo quiere usar Artur Mas los resultados?
Lo adelantó en los días previos a la consulta. El President quiere retomar la senda del diálogo y la negociación con el Gobierno central. Ha anunciado que mañana martes se dirigirá por carta a Rajoy. Mas se encuentra en camino de relegitimarse gracias al puesto de cabeza del proceso que le han cedido el resto de fuerzas del bloque soberanista. Va a intentar capitalizar el 9N para poder imponer los siguientes pasos de su hoja de ruta, que son la constitución de un bloque soberanista que gane unas elecciones plebiscitarias, forme un gobierno de unidad que pase los planes de ajuste que tiene en la agenda y abra una negociación con el Estado central en la que se intercambie el derecho de autodeterminación por alguna cuota mayor de auto-gobierno. Para lograr esto, Mas no va a escatimar en reclamaciones demagógicas sobre el derecho de los catalanes a poder ejercer de forma efectiva su derecho a decidir.
¿Cómo quieren usarlo las otras fuerzas independentistas del bloque soberanista?
La Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) consideran que el pueblo de Cataluña ya se ha pronunciado y que hay que avanzar en la proclamación de independencia y la constitución de un nuevo Estado. Sus palabras apuntan a una ruptura con el Régimen del 78, pero su estrategia las deja en papel mojado. En todo momento certifican que esa ruptura debe contar con el principal partido de la burguesía catalana, Convergencia i Unió (CiU), y en una posición de capitán de navío. Pero éste no quiere ni oír hablar de ruptura. Y es que parece que los representantes políticos de la patronal catalana son más conscientes que los dirigentes del independentismo de izquierda o anticapitalista de que una ruptura no es posible sin la movilización de los sectores populares y la clase trabajadora. Un escenario que aterra a las grandes familias de Cataluña, que no ven rentable la secesión, y que ha sido sustituido en la hoja de ruta de la izquierda independentista por la colaboración con la burguesía catalana. Una política que quedó escenificada en el abrazo entre el President Mas y el líder de la CUP David Fernández al finalizar la jornada del 9N.
La voluntad de cientos de miles de catalanes ha impedido que el 9N fuera el fracaso al que apostaba el Gobierno central y abría la puerta la política de respeto a la legalidad del ‘78 de Artur Mas. El 9N ha sido, hasta la fecha, la mayor movilización y demostración de fuerza del movimiento por el derecho a decidir. Pero esta fortaleza por sí sola no va a poder torcerle el brazo a un Régimen que aunque en crisis aguda, no va a dudar en emplear todos los medios para mantener encerrado bajo siete llaves el derecho de autodeterminación.
Si no se quiere que esta fortaleza sea conducida a un callejón sin salida, a una gran frustración o desvío, hay que poner el resultado del 9N al servicio de una hoja de ruta diferente a la de Mas y las direcciones de las fuerzas independentistas que le siguen.
La izquierda independentista y anticapitalista catalana tiene una responsabilidad en ello. Debe romper con la estrategia de “unidad nacional” y apostar decididamente por una hoja de ruta que ponga en el centro la movilización social, con los trabajadores a la cabeza y en alianza con el resto de sectores populares del Estado que también sufren y luchan contra el Régimen del 78 y los planes de ajuste.
Para romper el candado de siete llaves del Estado español, para conquistar el derecho de autodeterminación, hay que tumbar el Régimen heredero de Franco. Esta es la única vía realista, y más aún si lo que se pretende en construir un país al servicio del 99% como plantean los sectores de izquierda del movimiento. Pelear por la apertura de un proceso constituyente para discutir y cambiarlo todo es una tarea imposible de realizar abrazados al President Mas. |