El medio británico The Economist señaló en una reciente publicación que la crisis política desatada en Argentina alrededor del debate por el impuesto al salario “ha puesto en duda la capacidad de Macri para completar las reformas –sobre rígidas reglas laborales o una burocracia hinchada- que la Argentina todavía necesita. Los observadores lo ven como un presagio de que su coalición Cambiemos no puede cumplir con lo que indica su nombre”.
La definición encierra una de las incógnitas estratégicas del macrismo que se expresó en los debates sobre el impuesto al salario: si el gobierno nacional tendrá la fortaleza política para aplicar las nuevas reformas favorables al gran capital. Es lo que en ocasiones han llamado “reformas de segunda generación”, que seguirían a la primera tanda aplicada (levantamiento del cepo y devaluación, arreglo con los fondos buitre, tarifazos, cambios en las retenciones).
Así como lo plantea The Economist, también el presidente Macri ha insistido en numerosas ocasiones, recientemente, sobre la necesidad de atacar los convenios colectivos de trabajo, para avanzar en una mayor flexibilización laboral, y de atacar el déficit fiscal a costa de un mayor ajuste. Según el libreto de Cambiemos, con esas medidas vendrían las inversiones al país.
En este marco, un largo y dificultoso impasse se extenderá hasta las elecciones legislativas de 2017, en las cuales se verá si el macrismo sale fortalecido para el relanzamiento de su plan económico, o si, por el contrario, comenzará la cuenta regresiva hacia un agotamiento de la experiencia de Cambiemos.
También lo sabe The Economist cuando en el mismo artículo le advierte al gobierno que “sin crecimiento no habrá votos”. Con la extendida demora de la reactivación económica (habiendo fracasado el “segundo semestre”), no hace más que crecer la incógnita sobre si el repunte llegará a tiempo para levantar la perfomance electoral del macrismo. El triunfo de Donald Trump arrojó a este ya complicado escenario mayor incertidumbre.
Frigerio: “lo que primaba era el populismo y la demagogia”
Consciente de las dudas del gran capital, ayer el ministro Rogelio Frigerio señaló ante la inminente sanción de los cambios en el impuesto al salario que "pudimos demostrarle al mundo que la mayoría de los dirigentes está a la altura de las circunstancias".
Frigerio intenta así convencer “al mundo” (léase el capital extranjero) de que el macrismo goza de fortaleza política y “gobernabilidad” para seguir con su plan adelante.
En un ejercicio de macrismo explícito, el ministro también razonó que, con la aprobación inicial del proyecto opositor en la Cámara baja del 6 de diciembre pasado, "la imagen hacia los inversores no fue buena porque parecía que lo que primaba era el populismo y la demagogia. Sin embargo, pudimos transformarla en una buena noticia en la que los responsables son mayoría".
Frigerio hacía referencia a que, después de haberse asomado al abismo de una fuerte derrota política, o de la impopularidad del veto de lo que había sido una promesa electoral, el gobierno nacional pudo celebrar el apoyo que consiguió por parte de los senadores del PJ-Frente para Victoria, los gobernadores, las cúpulas sindicales y el Frente Renovador.
Los factores del orden del régimen político salvaron al macrismo de una dura derrota, demostrando que están dispuestos a la demagogia de cara al año electoral, pero no a alterar la marcha de los negocios de los capitalistas, lo que ellos llaman “gobernabilidad”.
La “demagogia y el populismo” que tanto inquietaban a Frigerio no eran más que una ley sobre el impuesto al salario un poco mejor que la aprobada ayer. Ni siquiera se habla de cambios de fondo para los millones de trabajadores que han visto deteriorarse su salario, han sido despedidos o están sumidos en la precarización laboral. Para mejorar la situación de estas grandes franjas del pueblo trabajador habría que afectar los intereses de los grandes capitalistas para quienes gobiernan Cambiemos y los mandatarios provinciales de todo el arco político.
En el caso del Frente para la Victoria, hizo, una vez más, el ya repetido doble juego de garantizarle al macrismo la sanción de la ley en el Senado, mientras que en Diputados (donde sus votos no son necesarios), ensayó un discurso crítico.
Mención aparte merece la CGT. Ayer uno de los miembros del triunvirato, Héctor Daer, indicó que el hecho de “hayamos alcanzado consensos tiene que ver con que el Gobierno se dio cuenta de que la política tiene que prevalecer”. El dirigente de la CGT también afirmó estar “convencido de que fuimos en el buen camino, que encontramos el punto posible, venimos a ratificar lo mismo que dijimos públicamente y en las discusiones con ministros del Gobierno”.
De forma definitiva, la CGT no sólo avaló un proyecto sobre el impuesto al salario peor del que había salido inicialmente de la Cámara de Diputados, sino que también adelantó sus vacaciones, dejando abandonados a su suerte a los millones de trabajadores que tras un año de ajuste necesitan un plan de lucha para conquistar sus demandas. |