El 23 de diciembre de 1975 el PRT- ERP intenta dar un golpe y copar del Batallón de Arsenales 601 llamado “Domingo Viejobueno”, ubicado a diez km de la Capital, en Monte Chingolo, Provincia de Bs As.
Esta acción fue planeada como la mayor batalla del ERP. Su principal objetivo político era mostrar que tenían la capacidad de enfrentar con éxito al ejército, si esta acción resultaba victoriosa podrían desmoralizarlo y así alentar la movilización de las masas.
El objetivo militar que tenían era extraer alrededor de 20 toneladas de armamentos: 900 FAL con 60.000 tiros, 100 m-15 con 100.000 tiros, seis cañones antiaéreos automáticos de 20 milímetros, quince cañones sin retroceso, itakas con sus proyectiles y 150 subametralladoras. Para la toma desplegaron a casi 300 combatientes. Pretendían aislar por varias horas el cuartel mediante el corte de los 9 puentes carreteros del Riachuelo y las dos rutas La Plata-Capital Federal, únicos accesos para los refuerzos militares enemigos. También habían planeado neutralizar las comisarías principales con ataques de hostigamiento y establecieron un cordón defensivo en las calles principales de acceso, a dos cuadras del Arsenal.
Pero los había delatado un infiltrado. El ejército los estaba esperando con refuerzos de todas las fuerzas represivas. “Cuando estuvimos a 50 metros del portón escuchamos las primeras ráfagas (…) era evidente que nos estaban esperando” (“¡A vencer o morir! PRT-ERP Documentos”, Daniel De Santis).
El combate duró alrededor de 3 horas y le costó 62 muertos al ERP, entre los caídos en el combate dentro del cuartel y en las operaciones de contención, heridos que fueron rematados y prisioneros fusilados. Además hubo un sinnúmero de muertos de los barrios linderos.
Esta acción terminó siendo la peor derrota política y militar que el PRT-ERP sufrió, dejó en claro los límites de la estrategia guerrillerista para enfrentar el golpe que se consumará en 1976.
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El “oso”, el infiltrado
La acción había sido delatada por un infiltrado, Jesús Ramés Ranier, alias el “Oso”, quien era parte de la logística del ERP y pasaba información al Coronel Carlos Antonio Españadero.
La responsable de contrainteligencia del ERP informó que tenían “señales de que podrían estar infiltrados. La dirección se resistía a aceptarlo” (“Los Jardines del Cielo”, Augier Pola). A pesar de estos datos, la acción se llevó adelante.
“La Jefatura del Ejército estaba al tanto del ataque y alertó al Jefe del Batallón, quien hizo cavar trincheras y zanjas en el interior del cuartel para dificultar el ataque” (“Monte chingolo, la mayor batalla de la guerrilla argentina”, Plis-Sterenberg).
Una vez que el ERP se hizo cargo de la derrota que había significado Monte Chingolo e identificó al infiltrado, una escuadra detuvo a Ranier. El 13 de enero de 1976 un Tribunal Revolucionario condenó a Jesús Ramés Ranier por "traición a la revolución y delación al enemigo" y fue ejecutado ese mismo día.
¿Cuál fue el balance del PRT-ERP?
La dirección del PRT consideró que la derrota en Monte Chingolo fue, esencialmente, por tener poco profesionalismo y subestimar al enemigo. En sus documentos internos de balance, posterior a los hechos, se puede leer: “nuestro pueblo se arma y combate valerosamente por su liberación nacional y social”, también que “el ERP se extiende nacionalmente y aumenta rápidamente sus posibilidades operativas”.
Sus autocríticas apuntan a errores tácticos. En los documentos recopilados por Daniel De Santis, miembro del Comité Central del PRT-ERP en la época, podemos leer: “fue un gravísimo error haber lanzado la acción en conocimiento de indicios ciertos de que el enemigo podría estar alertado, este error reconoce fundamentalmente dos causas: 1.- subestimación del enemigo 2.- déficits en la técnica militar”.
De Santis va a defender la acción, explicando que “nuestros críticos, no tienen en cuenta que se trataba de una gran acción de cuyo resultado dependía la situación política posterior. Un éxito hubiese fortalecido política y orgánicamente al Partido y al ERP, una acción victoriosa en ese momento hubiese repercutido favorablemente en el estado de ánimo de las masas, fortaleciendo políticamente al conjunto del movimiento revolucionario”.
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Un debate estratégico: guerrilla, lucha política y lucha de clases
“En cuanto a si fue correcto haber encarado esta acción, el Buró Político considera que sí, que expresa un enfoque ambicioso, audaz y determinado del accionar revolucionario que es patrimonio de nuestro Partido”, afirman en los documentos editados por De Santis.
A pesar de haber reconocido errores, con este balance demuestran su concepción sustitucionista. El ERP podría generar las condiciones para que la revolución se desarrolle, por fuera de los procesos políticos y lo más avanzados de la lucha de clases de la época.
Sus objetivos se hacen pasar como si fueran de interés del proletariado de conjunto, por fuera de la premisa leninista de hacer un análisis concreto de la situación concreta, o sea, por fuera de intervenir políticamente y negando la relación vanguardia-masas.
El 75 había sido un año más de destacable intervención de la clase obrera del país. En el peronismo había fracasado el intento lopezrreguista de imponer el orden con las bandas fascistas. Isabel atacaba a su propia base social movilizada en las históricas jornadas revolucionarias de junio y julio de 1975 (conocidas como el Rodrigazo). Aun así, se mostraba impotente para contener la oleada de huelgas que se desarrollaban en contra del pacto social entre gobierno y burocracia sindical.
Estas jornadas habían desarrollado la primera huelga general en la historia contra un gobierno peronista. En este proceso de huelgas se desarrollaban las Coordinadoras Interfabriles. Fueron la base embrionaria de un poder dual a nivel fabril y auguraban una posible dirección alternativa al peronismo por parte de los trabajadores.
Sin embargo el gobierno de Isabel Perón logró sostenerse en el poder gracias al apoyo de la CGT y de Lorenzo Miguel, quiénes luego de expulsados López Rega y el Ministro de Economía Celestino Rodrigo del gabinete, desorganizaron la huelga general.
Por su parte, el PRT-ERP no se propuso como objetivo de la huelga la caída del gobierno de Isabel Perón. No tendrá una línea propia durante junio y julio, se limitaban a acompañar las reivindicaciones obreras y más tarde mostrará su política más conciliadora al proponer, luego de la huelga general, la alianza política con el PC, partidario de un gabinete cívico-militar para sostener a Isabel.
De esta manera, el PRT daba forma concreta así al Frente de Liberación Nacional, un acuerdo de conciliación de clases, que agrupará “a la clase obrera fundamentalmente la industrial de las grande fábricas, el sindicalismo clasista con sus Coordinadoras de Gremios en Lucha, las Ligas Agrarias, los curas del tercer mundo, los cristianos por el socialismo, el peronismo revolucionario, dignas individualidades del radicalismo y de otros partidos burgueses, la intelectualidad revolucionaria, gran parte del estudiantado universitario y las organizaciones revolucionarias que los acaudillaban” (De Santis, ídem).
Así, el PRT desertaba políticamente de dar la principal batalla que tenía planteada la clase obrera, que era la de imponer una nueva dirección política independiente del peronismo y de las variables conciliadoras, para frenar contundentemente el golpe que se avecinaba.
Al desviarse el movimiento de lucha de la clase obrera, el gobierno ganó sobrevida y la alianza entre los trabajadores y el pueblo se rompió, corriéndose la clase media hacia la derecha. En esta situación, el ataque a Monte Chingolo, estuvo lejos de servir a que la clase obrera recuperara la iniciativa política o se armara formando milicias para enfrentar al golpismo. Estas acciones fueron utilizadas por la reacción y los militares para fundamentar la dictadura como única variable para poner fin al caos y la violencia.
Para el PRT-ERP la forma de enfrentar al ejército pasaba, en definitiva, por mantener en el plano político la estrategia frentepopulista de la conciliación de clases referenciado en el Frente de Liberación Nacional, junto con un aventurerismo militar voluntarista casi sin sentido político e irresponsable.
Nuestra crítica es a la dirección político-militar de las organizaciones como el PRT-ERP que defendían esta estrategia, no a los abnegados militantes que dieron muchas veces su vida buscando transformar la sociedad en la que vivían. Para los trotskistas, que luchamos por la organización independiente de la clase obrera para hacer la revolución, discutir un balance de un acontecimiento que hace 40 años conmovió a la Argentina no es en vano. Estos debates son necesarios para extraer lecciones que preparen a la militancia de izquierda revolucionaria para las luchas presentes y futuras.
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