Foto Marcelo Carroll
Brian tenía 14 años y fue baleado en la cabeza el último sábado en Flores. Según las versiones oficiales el adolescente recibió el disparo cuando viajaba en auto junto a su abuelo y el Renault 19 habría quedado en medio de un hecho de robo callejero. En la tarde de este lunes el chico murió en el hospital de niños Ricardo Gutiérrez.
Una vez conocida la noticia de la muerte de Brian, decenas de habitantes del barrio de Flores se manifestaron frente a la Comisaría 38 de la Ciudad de Buenos Aires. El pedido de “más seguridad”, exigiendo un accionar policial más duro y hasta poniendo más patrulleros en la calle, fue replicado por todos los móviles de los canales de noticias presentes.
Las empresas periodísticas (especializadas en la reproducción de los sentidos comunes más conservadores y reaccionarios) hablaron toda la tarde del peligro que vive “la gente”, sobre todo los sectores medios que habitan en las cercanías de barrios populares. En este caso, el foco se puso sobre la denominada Villa 1.11.14 y quienes allí viven, en su enorme mayoría parte de la clase trabajadora precarizada.
Pero también durante la manifestación un grupo de los presentes comenzó a cuestionar ante los medios a la propia Policía, planteando que está involucrada en la llamada “inseguridad”, liberando zonas para que se produzcan los robos y demás hechos de violencia.
“Son todos chorros”, gritaban algunos frente a la comisaría, señalando a los uniformados. “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, repetían.
En un momento determinado un grupo de jóvenes irrumpió en la comisaría, enfrentando a los efectivos y “ocupando” las instalaciones. En ese momento varios testimonios plantearon que los robos en casas y calles son producto de la existencia de zonas liberadas por parte de la Policía. Y evidentemente es así.
Con el correr de las horas, sin embargo, tanto los medios como quienes seguían concentrados frente a la comisaría volvieron a poner el eje en la falta de "seguridad" y en la búsqueda de soluciones a través de una mayor presencia de uniformados armados y patrulleros en los barrios. Es decir, echarle nafta al fuego.
Como informó en reiteradas oportunidades este diario, nunca en la historia argentina las fuerzas de seguridad federales y provinciales contaron con tanta cantidad de efectivos como en la actualidad. Nunca hubo como hoy tantos patrulleros, tantas pistolas 9 milímetros, tantas cámaras de video en calles y edificios, tanta tecnología de punta para control urbano ni tanta estructura de comunicaciones dedicados a “combatir el delito”. Y como consecuencia de eso la inversión estatal, tanto a nivel nacional como provincial y municipal, bate récords año tras año con presupuestos que superan en proporción a lo destinado a educación pública, salud, vivienda e infraestructura.
Sin embargo los índices de robos violentos se han mantenido proporcionalmente en los últimos años, demostrando que las fuerzas de “seguridad” no sólo no tienen como función detener esa violencia urbana sino que están íntimamente ligadas al mismo desarrollo del crimen organizado.
Delito sostenido y crecimiento exponencial del aparato represivo del Estado. Una ecuación que no debería dejar lugar a dudas. Ese enorme aparato estatal de “seguridad” no es tal sino que es parte integrante, participante y hasta regente del entramado delictivo.
Que parte de la población identifique policía con delito no es una casualidad. Es una constatación empírica, que cada vez se cobra más vidas del pueblo trabajador. | 
