Para muchos, 2016 fue un año de quiebre. La larga depresión que se abrió con Lehman Brothers no parece encontrar fin, lo que deriva en una creciente “sensación de ansiedad” entre la población mundial. A su vez, el ascenso de la derecha en sus vertientes populista amenazó con destruir el consenso del establishment político iniciado en los años 80. Por último, el recambio generacional (leído por la prensa en clave “Millenial”) se suma a estas cuestiones, y crea otro frente de batalla para el status quo. Este contexto no puede dejar de ser reflejado por la música popular, que es muchas veces en la cultura contemporánea uno de los movimientos más influyentes y conflictivos.
En particular, parece importante utilizar este momento para reflexionar no solo el año que pasó, sino también sobre el posible fin de la “Era Obama”, que se podría enmarcar en el giro político que tomó la música (una referencia básica podría ser el desarrollo de la carrera de Beyoncé, del “pop para divertirse” a Formation), y en la decadencia generalizada que muchos comentaristas ven en la música rock, que ha sido sobrepasado no solo por el hip hop y la electrónica, sino que hasta parece haber quedado atrás del pop en lo que respecta a la búsqueda experimental.
Por supuesto, toda compilación implica un recorte dado que no es posible cubrir todo lo que fue producido en un año particular (o en un mes, o quizás hasta en un día), pero la intención es reflejar más bien aquellos discos o autores sobre los que existió un cierto consenso en la prensa especializada y la comunidad de consumidores.
Hip Hop, Pop, Electrónica
Sin dudas, este fue un año en el que lo que más se destacó fue la producción en Hip Hop y Pop. Los discos de Beyoncé (Lemonade) y Solange Knowles (A Seat at the Table) fueron para muchos críticos lo mejor del año, y junto a Frank Ocean (Blonde) y Anderson Paak (Malibu) se sumaron a una ola que mostró nuevas formas de mezclar estilos y formatos. Estos cuatro artistas demostraron además que existe un mercado cada vez mayor para un discurso político y emancipatorio. Las cuestiones identitarias y los reclamos muchas veces relacionados a Black Live Matters generaron fuertes críticas de la derecha, pero aun así fueron acompañados por el público.
En Hip Hop, discos nuevos de Kanye West, Chance the Rapper y A Tribe Called Quest fueron señalados consistentemente como de los mejores del año. Quizás el más polémico de estos sea The Life Of Pablo de Kanye, dado el nivel desigual de sus temas, pero muchos lo apreciaron por su experimentación a nivel de producción y por establecer un nuevo sonido, algo que siempre destacó el trabajo del rapper de Chicago. Coloring Book de Chance es un claro heredero, con canciones que mezclan gospel y trap, y un espíritu optimista que marca un fuerte contraste con otras obras de este año. Por ejemplo, con el disco final de A Tribe Called Quest, que con su crítica desesperanzada al sistema y la política propone la organización popular como forma de escapar a la crisis de representatividad.
Y si se trata de hablar de política, imprescindible mencionar Hopelessness, de la artista trans Anohni, que funciona como una autopsia temprana del gobierno de Obama, sin dejar crítica de lado. Este estilo de cuestionamiento sincero de votante desilusionado es algo que se tornó común este año, aunque hay que mencionar que grandes partes de la comunidad artística en EEUU se sumaron a la campaña de Hillary Clinton.
Por último, y en el plano de la música electrónica, quizás lo más destacado es el EP de DJ Metatron aka Traumprinz, 2 the sky. Con tan solo cuatro composiciones y con un estilo downtempo/ambient, el productor alemán desafía el preconcepto de que la música electrónica es apolítica con el tema 2 Bad (What if madness is the only relief), que tal vez sea la forma perfecta de recordar este año.
¿La muerte del Rock?
La idea de la muerte del rock es hasta cierto punto coexistente con el rock mismo, y fue predicha muchas veces. Pero resulta llamativo que este año poco y nada se haya comentado del género. Las excepciones, como por ejemplo el excelente disco de Radiohead A Moon Shaped Pool, o Prophets of Rage, son casos híbridos y no pueden calificarse como rock puro.
Y quizás más importante aún para este diagnóstico es que los mejores discos de rock “puro” del año sean Blackstar de David Bowie y You Want It Darker de Leonard Cohen, que tuvieron un lanzamiento póstumo. La “nostalgia mal concebida” que Welsh relacionó con el premio Nobel a Dylan, y el hecho de que unos pocos quisieron incluir al disco de covers de los Rolling Stones entre lo mejor del año, solo pueden reforzar la idea de que el rock es algo de viejos hombres blancos.
Esta impresión es impulsada también por artistas como Roger Daltrey (The Who), que afirmó que el rock había entrado en un callejón sin salida, o Flea (Red Hot Chili Peppers), que se pronunció en una entrevista sobre la muerte del género. Quizás es temprano para anunciar el hecho, pero las señales de que algo está mal (junto a la demostración de dinamismo que muestran otras partes de la música popular) sirven por lo menos para confirmar que 2016 no fue el año del rock.