El muerto y ser feliz, del director español Javier Rebollo, está estructurada como un road movie, con elementos de un drama que se desarrolla a través de una comedia negra y absurda. Recorre lugares extraños, o en decadencia de la Argentina a través de personajes outsiders, melancólicos, perdedores y aventureros.
Según el director francés Jean Luc Godard, para que hubiera cine sólo hacían falta un hombre, una mujer y un auto. Esta parece ser la fórmula que eligió Rebollo, para quien el gran cineasta francés es uno de sus referentes. (1) La crítica española comenta que su película anterior Lo que sé de Lola mostraba influencias de este cine, pero en el caso de El muerto y ser feliz no se emparenta con la producción del francés de la nouvelle vague.
La historia trata sobre un asesino a sueldo español que se entera que tiene una enfermedad terminal, y busca escapar de (o encontrar a) la muerte viajando por las rutas argentinas. Sale con su viejo auto, un Falcon modelo ´70 con nombre propio, "Camborio", y una reserva de morfina para enfrentar los dolores que le causan sus tres tumores. En el camino encuentra azarosamente a una mujer que sube a su auto para escapar también de su propia historia. Juntos, parten por las carreteras.
El director rescata este viaje de rodaje y considera que le agregó un elemento documental. Los personajes secundarios de cada pueblo fueron construídos a través de la observación. Según Rebollo "los argentinos son así de surreales, absurdos, locos y maravillosos al mismo tiempo” (2). Entre las imágenes ficcionadas se filtra una realidad nacional con desigualdades y huellas de un pasado que arruinó paisajes o enterró sueños.
Este tercer largometraje de Javier Rebollo (después de Lo que sé de Lola y La Mujer sin Piano) es una co-producción española-francesa-argentina, y de ahí se retoma la combinación que trae al español José Sacristán a recorrer más de cinco mil kilómetros pasando por las provincias de Córdoba, Salta, Santiago del Estero, Tucumán o Buenos Aires. La elección del actor es un elemento muy bien recibido en Argentina. Pepe Sacristán, recordado por Solos en la madrugada y decenas de películas, también actor en la exitosa Un lugar en el mundo, tiene público asegurado por estas latitudes.
Según los créditos finales los personajes son "El asesino a sueldo que no asesina (José Sacristán) y una chica que no es la típica chica de la película (Roxana Blanco)". A través del viaje nos acercamos a los personajes y conocemos las distintas capas de su personalidad. Este dúo es acompañado en todas sus acciones por un par de voces en off que explican e informan al espectador lo que verá segundos después. En declaraciones a distintos medios el director explicó "Lo que buscábamos era crear una sospecha de lo real y decir: No se fíe usted de todo lo que ve, las imágenes no son lo que parecen, hay que desconfiar de ellas” (3). Esta voz en off se convierte en otro personaje que aporta también a construir un final abierto y con distintas posibilidades. Pero si bien la elección del recurso podría significar un elemento novedoso, su presencia se torna por momentos agobiante en varios fragmentos de la película. Las voces, que son interpretadas por la guionista y el mismo director, se mantienen desde el comienzo y en forma constante.
El muerto y ser feliz es una película diferente a los éxitos de taquilla, para algunos críticos de su país Rebollo es parte de una renovación en el cine español, de la que también son parte otros directores como Isaki Lacuesta, Albert Serra o el colectivo Los Hijos, entre otros. Todos cuestionan las difíciles condiciones de exhibición, y sobre este tema Rebollo comentó "Creo que hay un público curioso en España que está deseando ver películas diferentes, pero hay una “censura” de exhibición que se lo impide... las películas no parten de la misma condición de igualdad por cómo está estructurada la exhibición" (4)
En nuestro país se ha proyectado muy poco de esta producción, que también se la llama "el otro cine español". En cada renovación habrá distintas propuestas y opciones para todos los gustos, todas tienen derecho a las pantallas. |