La iniciativa acordada por los presidentes Xi Jinping Barack Obama constituye el primer anuncio de recorte de emisiones contaminantes por parte del gigante asiático. El acontecimiento no es menor, ya que EEUU y China juntos producen un 40% de las emisiones a nivel mundial.
China se comprometió a que sus niveles de emisiones comenzarán a reducirse a partir, y Xi anunció que en ese año un 20 por ciento de la energía producida en su país procederá de fuentes limpias y renovables.
Por su parte, Estados Unidos reducirá sus emisiones para 2025 entre un 26 y un 28 por ciento con respecto a los niveles de 2005, lo que supone el doble del recorte previsto entre 2005 y 2020.
Aunque muchos aseguran que las metas no son tan “ambiciosas” como las presenta Obama, es evidente que el compromiso es mayor del lado de EEUU, al punto que muchos consideran la propuesta de China como “más de lo mismo”. Es que el presidente Obama tomó nota de la rotunda derrota en las elecciones de medio término, y ha decidido ponerse en acción para recuperar su imagen.
A través este acuerdo con China, el presidente estadounidense parece abordar dos de los mayores problemas de su gestión en la Casa Blanca: la desastrosa política exterior y la cuestión medioambiental. Obama necesitaba este acuerdo mucho más que Xi Jinping.
El acuerdo firmado no especifica medidas concretas ni formas de implementación. Es poco más que un pagaré. Y por otro lado, si Obama realmente quiere tomar la agenda medioambiental para ampliar su base electoral hacia las elecciones de 2016, existen 2 temas que no puede eludir: el oleoducto Keystone XL y la industria del fracking, casi completamente desregulada en suelo norteamericano.
Se trata de un "acuerdo histórico", destacó Obama, además de que supone "un hito importante" en las relaciones entre Washington y Pekín.
Frente a una ola de optimismo, expertos en el tema aseguran que estos compromisos no serán suficientes para evitar que el planeta se caliente 2 grados centígrados, punto en el que el cambio climático causaría daños irreversibles.
Por su parte, los republicaron, que controlarán las dos cámaras del Congreso a partir de enero, criticaron duramente el acuerdo. Sin embargo, es poco lo que los republicanos pueden hacer al respecto. El primero de diciembre se espera un ajuste de las regulaciones de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), sobre la cual el Congreso no tiene poder. Además, Obama está dispuesto a utilizar la “acción ejecutiva” (decreto) para implementar regulaciones complementarias.
Las críticas desde el bando republicano no sorprenden. No sólo porque se oponen a cualquier intervención del estado por regular o limitar las ganancias capitalistas, por más tibias que sean, como las que proponen los demócratas. Hay otra razón: los principales financiadores de la campaña electoral del partido republicano son los millonarios hermanos Koch, pesos pesados de la industria del carbón.
Pero también del lado de la “industria limpia” hay intereses muy fuertes. El magnate Tom Steyer, después de años de amasar fortunas con energías contaminantes, se transformó al ecologismo. También transformó sus negocios, volcándose a la energía verde, un campo donde los subsidios y apoyos del estado son esenciales. Con 100 millones de dólares, Tom Steyer fue el mayor contribuyente a las campañas electorales a través de sus ONG´s ecologistas.
Para cumplir con su objetivo de producir un 20 por ciento de su energía a partir de fuentes limpias, China tendrá que aumentar entre 800 y 1.000 gigawatios su generación de energías sin emisiones, una cantidad superior a la capacidad que tienen hoy sus plantas de carbón y casi la misma capacidad de generación de energía de EE.UU.
Hace poco menos de dos meses se realizaba en Nueva York la marcha ecológica más grande de la historia. Dos días después, la cumbre climática de la ONU cerraba el encuentro con un fracaso rotundo: ningún compromiso se había alcanzado. |