Junto a José Luis Cabezas investigó al empresario Alfredo Yabrán. El autor del libro "Cabezas. Un periodista. Un crimen. Un país", habla del entramado detrás del crimen que conmocionó al país hace 20 años.
Compartieron horas de trabajo y de vida. Compartieron aquella investigación del empresario menemista que no le faltarÍan amigos radicales. Y una foto que cambiaría todo para siempre. Aquella que ilustró la tapa de la revista Noticias en el verano del ’96. Un año después, el verano siguiente, un crimen aberrante, un golpe a la libertad de prensa. El empresario oscuro que tejió su poder al amparo del Estado, desde la dictadura hasta el mememismo. Ahora tenía rostro gracias aquella foto de Cabezas en Pinamar. Un crimen que dejó al desnudo el entramado mafioso de un régimen político y social con los contornos de una década. Interna peronista entre Menem y Duhalde. La Bonaerense. Genocidas. Lúmpenes pagos. Todo quedó al desnudo con el crimen de José Luis Cabezas y Grabriel Michi lo cuenta en su libro de reciente publicación.
El periodista que compartió trabajo y amistad con el reportero gráfico brutalmente asesinado y por cuyo crimen hoy no hay detenidos, recuerda el Caso Cabezas a 20 años.
¿Cómo empezó la idea de escribir un libro? ¿Cuánto tiempo te llevó?
El proceso me llevó 20 años, justamente desde el momento que pasó lo de José Luis. Porque estuvo en cierta medida atravesado por esta historia durante todo este tiempo, más allá de lo periodístico, sobre todo por el tema humano. Él era mi compañero y amigo de todas las temporadas. Y bueno… es un proceso que fue madurando internamente. Yo tenía alguna reserva con escribirlo, más que nada por una cuestión de que no se mal interprete que había una intención de lucro ni nada por el estilo. Pero fue finalmente la familia de José Luis, incluso su hermana Gladys, la que más insistió que tenía que escribirlo. Ella decía: “nadie como vos puede contar esta historia desde adentro”. En definitiva, la idea era poder, no solamente contar todo lo que se vivió durante todos estos 20 años, sino por otro lado también redimensionar a José Luis Cabezas persona también. Porque como se ha convertido en ícono colectivo, la idea era también humanizarlo, contarlo a través de su propia familia, de sus amigos, de sus compañeros. Entonces el libro refleja también eso.
¿De qué manera te ha marcado la muerte de Cabezas como periodista y en tu vida?
Primero que nada, lo más importante es la parte humana. Porque el trabajo en general de un equipo periodístico de fotógrafo y periodista muchas veces en una revista es bastante más azaroso, en el sentido de que durante el año te puede tocar con un fotógrafo o te puede tocar con otro, la nota que vas a hacer. En cambio, en temporada vos estás compartiendo los siete días de la semana con un horario bastante extendido, con una sola persona. Y eso te lleva a tener una convivencia, un contacto mucho más humano, mucho más profundo. Desde ese punto de vista, para mí fue un shock mayor todavía porque nos conocíamos los códigos, los humores, la forma de trabajo y familiarmente también. Es decir, conocíamos nuestras respectivas familias, compartíamos cenas y demás. Entonces eso desde el punto de vista humano, sin dudas te pega de una manera distinta, más allá de que a mí particularmente nadie me vino a decir que a José Luis lo habían asesinado. Sino que prácticamente lo tuve que descubrir buscándolo desesperadamente hasta llegar a esa cava y ver lo que habían hecho estos delincuentes. Eso fue bastante más duro. Porque uno no se imagina lo que significa estar frente a ese drama, a esa postal del terror.
Después, desde lo periodístico también me atravesó. Yo estuve mucho tiempo, y lo pedí en realidad especialmente en la revista Noticias en ese entonces, dedicado exclusivamente a trabajar en el caso. Era como una especie de fiscalizador en la revista de las cosas que pasaban en torno al caso. Porque nos llegaban operaciones de todo tipo, sobre todo de la Bonaerense tratando de desviar la investigación y alejarla lo máximo posible de Pinamar y del entramado Yabrán y Policía Bonaerense. Muchas veces pasaba que operaba la Bonaerense que tenía a cargo la investigación, diciendo que Michi y Cabezas estaban haciendo tal investigación. Yo era el testigo directo de eso. Entonces fue una cosa que no pudo separarse una de la otra, lo personal de lo periodístico.
¿Vos crees que el caso Cabezas fue un signo de época? ¿Cómo fue hacer periodismo en ese momento?
Si. El libro mío de llama “Cabezas. Un periodista. Un crimen. Un país”, porque sin dudas el crimen de José Luis fue la expresión más terrible de lo que se vivía en ese entonces con el menemismo en el poder, con los negocios turbios de empresarios como Alfredo Yabrán, sus vínculos con ex represores de la dictadura militar que trabajaban para él haciendo seguridad, sus vínculos a su vez con la Policía Bonaerense y sus sectores más oscuros que a su vez contrataban delincuentes comunes para su propio beneficio y los delincuentes comunes que a su vez tenían, entre otras tareas, ser barrabravas de clubes o trabajar para punteros políticos. Todos esos eslabones quedaron en evidencia y estuvieron presentes en el asesinato de José Luis. En definitiva es una postal de los peores males de la Argentina sintetizados en un solo caso.
Por otro lado, cuando se empieza a descubrir a partir de la implementación del sistema excalibur y los cruzamientos de llamados, cuál era el entramado de relaciones que tenía Yabrán con el poder. Queda al desnudo ese país oculto. Yabrán tenía vínculos con el Poder Ejecutivo en manos de Carlos Menem, con el Poder Legislativo, con el Poder Judicial, con las Fuerzas Armadas, con la Policía, con la Iglesia, con el sindicalismo, con los servicios de inteligencia, con algunos medios de comunicación. Era el verdadero poder detrás del poder y que había hecho su fortuna básicamente en negocios donde la contraparte era el Estado. Porque manejaba el tema de los depósitos fiscales, la carga y la descarga de los aviones, los correos privados y el clearing bancario. Eran en general negocios no con el Estado, porque si bien la contraparte era el Estado; sino que eran contra el Estado, porque casi todos esos contratos eran a favor de Yabrán y en perjuicio del Estado. Eso es lo que quedó en evidencia en el caso, también ese país oculto. Y en cierta medida, el crimen de José Luis fue el mensaje para que ese país oculto no salga a la luz. O sea, ustedes no se metan con nosotros porque en definitiva este es el país, el verdadero poder que hay detrás de las decisiones que se toman. Y por otro lado, también esto quedó evidenciado cuando ya avanzado el caso quedan demostradas las responsabilidades de Yabrán en el crimen, el gobierno de Menem decidió recibirlo en la Casa de Gobierno a los ojos de todos, como diciendo no nos importa lo que diga la Justicia, no nos importa lo que diga la sociedad, no nos importa pagar un costo político. Nosotros a Yabrán lo vamos a bancar hasta el final.
En el libro hablas también, frente a las operaciones que tiraban distintas pistas, que en las responsabilidades directas del crimen de Cabezas había un poco de “yabranismo” y un poco de “maldita policía”. Estamos hablando de la “maldita policía” bajo el mando del comisario Pedro Klodczyk designado por el entonces gobernador Eduardo Duhalde. ¿Cómo es eso?
Exacto. A mí me tocó ser parte de las dos notas relacionadas con este caso. La primera que fue la nota que hicimos la investigación con José Luis y que derivó en la foto que le hace a Yabrán ahí en Pinamar, la que le pone rostro a Yabrán. Y también fui parte del equipo que investigó la nota de “maldita ´policía”. Y lo que demostró el caso, porque en algún momento se pensó que era o una línea o la otra, que en realidad eran confluyentes. Era la “maldita policía” de Yabrán. Es decir, los sectores de la Policía Bonaerense que, aparte de otros crímenes, se relacionaban con empresarios del tinte de Yabrán para justamente hacer otro tipo de negocios. Y Yabrán se relacionaba con ellos también para otras cosas. De hecho yo menciono ahí un dato que es que allá por el año ’91 o ’92 hay una movida para crear una fundación pro construcción del Hospital de la Policía Bonaerense. Y la fundación esa, en su creación, participa el “yabranismo” y los miembros del Ministerio de Seguridad de ese entonces que eran Piotti y Pérez Cárrega. Y del lado del “yabranismo” el que más capital ponía era Pablo Argibay Molina. Eso se investigó de hecho cuando se creó la comisión bicameral de seguimiento del Caso Cabezas en la Parlamento Bonaerense. Una de las conclusiones que emitieron algunos de los diputados es que esto era también una forma de devolución de favores de Yabrán hacia la Bonaerense. Por eso yo siempre dije que no son dos líneas distintas, son dos líneas que confluyeron en este caso, donde la orden y la autoría intelectual, como demostró la Justicia, fueron de Yabrán. Pero a su vez Yabrán se nutrió para este trabajo de las manos sucias de la Policía Bonaerense.
Sorprenden ciertos detalles y datos condensados en tu libro, como por ejemplo el ejército privado que tenía Yabrán con tipos vinculados a la dictadura, algo realmente oscuro…
Era impresionante. En la revista nosotros empezamos a investigar a Yabrán en el año ’91. La revista Noticias se había especializado en el tema Yabrán, incluso antes de que Cavallo pateara el tablero, dijera que había una mafia enquistada en el poder y que el jefe de esa mafia era Alfredo Yabrán, siendo parte todavía del gobierno. Cuando empezamos a investigar encontramos estos lazos con ex represores de la dictadura militar. Y Yabrán tenía dos estructuras de seguridad: una que era la que tenía que ver con su seguridad privada, personal y familiar, que era la que comandaba Gregorio Ríos, el sargento que fue su jefe de custodia personal que fue condenado como instigador. A Yabrán no se lo pudo juzgar por el suicidio pero quedó su jefe de custodia como instigador. Eso por un lado. Y después lo otro. Esos eran 35 hombres que tenían como misión dos objetivos. El primero evitar la posibilidad de un secuestro de los hijos o de la esposa de Yabrán. Y el segundo era evitar que los periodistas nos pudiéramos acercar. Y después estaba el otro ejército, el ejército más grande Yabrán, que eran alrededor de 640 tipos cuya cúpula eran los ex represores de la dictadura militar. El jefe máximo era Victor Hugo Dante Dinamarca, un personaje muy pero muy pesado de la dictadura. Y allí figuraban también entre la cúpula Donda Tigel, el “Tigre” Acosta, Naya. O sea eran los tipos más pesados de la época de la dictadura, torturadores con un prontuario impresionante y después muchísimos más que eran reclutados por ellos. Y ellos tenían como misión darle seguridad a las empresas de Yabrán: Oca, Ocasa a Edcadassa y todas las empresas de Yabrán. Por eso era un verdadero ejército peligrosísimo sin control en definitiva y no es casualidad que la empresa madre, tenían un entramado de varias empresas de seguridad, pero la empresa madre en materia de seguridad era una empresa que se llamaba Brides, que era la sigla de “Brigada de la ESMA”. Era un dato de por sí revelador.
(Afredo Yabrán en Pinamar. Foto: José Luis Cabezas)
¿Cómo ves al periodismo de investigación, al periodismo de denuncia hoy, en la Argentina actual? ¿En qué condiciones está el periodista para llevar adelante investigaciones de estas características frente a casos similares?
Primero que nada creo que han cambiado los tiempos en términos generales, en materia de investigación periodística. El libro tiene mucho de relatar en el terreno cómo era el trabajo nuestro de investigación y cómo llegar a los datos y demás. Que tenía una construcción mucho más artesanal de lo que hay ahora. Y te diría que también tenía mucho más mística periodística que ahora. Cambios tecnológicos sumados a distintas cuestiones más de nuestro país, hicieron que mucho de eso se haya perdido en los últimos tiempos. Algo que tendría que ser una cosa para mejorar, como son las posibilidades que te ofrecen las nuevas tecnologías, te servirían para hacer un mejor periodismo y la verdad no es lo que está pasando. Uno ve que en definitiva estas nuevas tecnologías están generando una cosa de comodidad si se quiere y de falta de profundidad. Eso por un lado. Por otro lado, en cuanto a las cuestiones más internas del periodismo obviamente, el tema de la famosa grieta que hubo en los últimos años, perjudicó al periodismo. Porque cualquier investigación que se hiciera parecía que tenía una intencionalidad, si se hacía de un lado o del otro de la grieta. Si era a favor del gobierno anterior, era para perjudicar y muchas veces parecía, ese tipo de investigaciones con ese tipo de direccionalidad parecía más que nada una operación que una investigación. Los carpetazos de la SIDE, o incluso desde el otro lado también, el indagar en cuestiones que por ahí hasta hoy incluso no se toman con la misma vara, o sea las mismas cosas que le pasaba de pronto el periodismo más crítico del kirchnerismo, que criticaba al kirchnerismo, hoy no lo mide con la misma vara en el actual gobierno. Entonces me parece que lamentablemente el periodismo ha perdido, incluso también por el tema de la grieta, ha perdido seriedad, ha perdido credibilidad sobre todo que es la base de nuestro laburo, y ha perdido también algunos valores que tienen que ver con el compromiso de investigar más allá de quién esté enfrente. Y hay un tema que para mí sí es fundamental, que un poco quedo demostrado en el tema Yabrán. Yo creo que el periodismo de investigación en temas políticos, es un periodismo importantísimo para el tema institucional del país. Pero también creo que no ha habido el suficiente periodismo de investigación sobre el poder económico.
Me parece que esa siempre sigue siendo una deuda pendiente del periodismo, porque en definitiva, me parece que, no sé si es por una cuestión de que muchos de esos empresarios o son dueños de medios, o tienen relaciones con los dueños de los medios, o directamente son auspiciantes de esos medios. No hay un periodismo de investigación capaz de no importarle de cuál sea el poder económico que está enfrente para poder hacer el periodismo riguroso que por ahí si se hace para otras cuestiones que tienen que ver más con la política y demás. Me parece que hace falta todavía periodismo de investigación serio, porque en el poder económico es en definitiva es donde figuran los poderes permanentes, como era Yabrán. Yabrán empezó su poder con la dictadura, se multiplicó su poder en el gobierno de Alfonsín, se diversificó su poder en el gobierno de Alfonsín y se consolidó en el gobierno de Menem. Es decir que era indistinto quién fuese el que gobernara, el verdadero poder era él. Yo creo que a ese tipo de poderes permanentes es a donde debería apuntar el periodismo de investigación.
Por último, ¿qué opinión te merece el cerco informativo que imponen los empresarios de medios hoy una vez más alrededor del conflicto provocado por los despidos en AGR-Clarín?
Lamentablemente nosotros los trabajadores de prensa siempre somos el último orejón del tarro con respecto a la difusión de nuestros conflictos, justamente porque muchas veces las empresas periodísticas hacen este juego de que una mano lava a la otra y las dos lavan la cara. Nos ha pasado históricamente cada vez que ha habido algún conflicto laboral o despidos masivos. Nosotros hablamos como periodistas de los despidos que ocurren en otros rubros o cubrimos los despidos que ocurren en distintas fábricas, pero en definitiva no hay la misma cobertura cuando los despidos son en los medios porque hay una cuestión de protección entre unos y otros medios. Siempre ha pasado así y es lamentable.
El tema laboral de los periodistas es el menos visibilizado de todos me parece por esta autoprotección que existe entre las empresas. De hecho la situación laboral que estamos atravesando los periodistas en la República Argentina de las peores o la peor en toda la historia, por cuestiones más generales que tienen que ver con lo que pasa en el mundo, la tecnología y cómo eso está afectando en materia laboral. Pero particularmente también con cuestiones más endógenas de la Argentina. En mi caso personal lo viví con el Grupo 23, que seguimos luchando por mantener los puestos de trabajo en Radio América. Ese grupo que se nutrió durante años de la publicidad oficial del gobierno anterior, recibiendo más de 2 mil millones de pesos de publicidad oficial y a la buena de dios se dio vuelta y desaparecieron Szpolski, Garfunkel y compañía, dejando en la calle a más de 800 familias. Si bien este caso si tuvo repercusión y fue tan gran la dimensión de este desfalco que hicieron estos empresarios, en general los temas que tienen que ver con los conflictos laborales de los periodistas, los despidos masivos no tienen cobertura justamente porque hoy por mí mañana por ti parece ser la lógica que impera en los medios de comunicación.