Fotografía: quepasaweb
Recién empezaba el año 2011. Ocurrió un 3 de febrero en pleno verano. En terrenos lindantes al predio de la Ceamse, descarriló un tren del Belgrano Norte que llevaba autopartes y alimentos. Estos lugares son conocidos como la “quema” por las personas que viven alrededor de los basurales del Estado, en el barrio de La Cárcova, en la localidad de José León Suárez.
Franco Almirón (16), Mauricio Ramos (17) y Joaquín Romero (19), estaban sentados en la esquina de su barrio cuando escucharon el estruendo que hizo el descarrilamiento del tren.
Franco y Mauricio eran “quemeros”, iban al predio de la Ceamse a recuperar los grandes desperdicios de las empresas que tiran alimentos por vencer, productos de limpieza, metales, papel, plástico, etc.
Los habitantes del barrio habían logrado que los dejen entrar al predio una hora por día, ya que en un mundo capitalista al pueblo se le prohíbe hasta la basura que se va a pudrir. Entre otras cosas aberrantes, el Ceamse es escenario de un crimen que aun no se ha esclarecido. En 2004 desapareció Diego Duarte de 15 años, entre una montaña de basura que le arrojó un camión, siguiendo instrucciones de la Policía Bonaerense, según relató Federico, su hermano mellizo.
La Masacre
Ante el estruendo producido por el tren descarrilado, los vecinos se fueron acercando a las vías del tren. Ante esta situación llegó la policía Bonaerense y la policía Buenos Aires 2 que funcionaba en los barrios años atrás. En un intento de justificar su presencia ahí, los efectivos iniciaron una brutal represión que empezó con balas de goma y terminó con balas de plomo.
Franco, Mauricio y Joaquín estaban parados al lado de un árbol. Cuando la represión recrudeció se escondieron atrás de una montaña de escombros. Para sacarlos de su escondite, la policía les tiró con una granada de gas lacrimógeno.
Franco y Mauricio salieron de la pila de escombros que les servía como guarida ante la represión y fueron asesinados por el oficial de la policía motorizada de la Buenos Aires 2 Gustavo Rey.
En la autopsia revelaron que Franco tenía 7 disparos de una escopeta calibre 12/70 en pulmones, mano derecha, bíceps, cabeza, antebrazo y cadera.
Por su parte, Joaquín cuenta que vio al agente Gustavo Vega “salir de entre los pastos” y que le ordenó que corriera. Joaquín se dio vuelta para escapar y se desplomó con tiros en la espalda, el pecho y el tórax. El sobrevivió, se recuperó de sus heridas y fue una pieza clave en el juicio.
Ante esto la empresa Nueva Central de Cargas (NCA), concesionaria de la línea Belgrano Norte, emitió un comunicado al día siguiente de los hechos. En un acto de estigmatización, sostuvo que los habitantes de La Cárcova "arrojaron al paso de un tren troncos de árboles con el fin de producir su descarrilamiento para posteriormente saquear la mercadería transportada".
Los grandes medios de comunicación hicieron su gran aporte a la campaña de estimagtización cuando comunicaron que “hubo un enfrentamiento” entre los habitantes y la policía. La realidad es que ningún policía resultó con ningún tipo de herida.
Impunidad
En el juicio realizado en el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) Nº2 de San Martín, compuesto por María del Carmen Castro, Gustavo Garibaldi y Mónica Carreira, sentenciaron a siete años al oficial Gustavo Vega sin ningún tipo de agravantes. El tribunal no tuvo en cuenta los pedidos de la fiscalía para imputarlo por “abuso de funcionario policial” y solo lo condenó por el intento de homicidio a Joaquín Romero.
Al agente Gustavo Rey lo absolvieron bajo “el beneficio de la duda” porque consideraron que no estaba probado que fuera autor de los asesinatos de Franco Almirón y Mauricio Ramos.
Como ante los cientos de hechos de gatillo fácil y represión que se cobra la vida de un pibe cada 25 horas en los barrios, ante la masacre de La Cárcova lo que prima es la impunidad. Los familiares de las víctimas hasta el día de hoy siguen esperando justicia. |