La primera reunión del año del Consejo Directivo de la CGT tuvo un resultado particular. Formalmente pusieron fin a la historia de amor que los unió al gobierno de Mauricio Macri en el primer año de gestión, pero en los hechos alargaron los tiempos y administran la protesta con cautelosa gradualidad y en cómodas cuotas sin interés.
La primera resolución que anunciaron es de carácter simbólico: no participarán más de la pomposamente denominada Mesa de Diálogo para la Producción y el Trabajo, justamente porque tardíamente “se dieron cuenta” que no fue ni de diálogo, ni de producción ni de trabajo; con suerte si había una mesa.
Ninguna de las falsas promesas que lo empresarios realizaron en esos ámbitos, empezando por no despedir, se cumplieron nunca jamás. Héctor Daer informó que “descubrieron” que el famoso bono que habían acordado no lo recibió casi ningún sindicato.
En los hechos alargaron los tiempos y administran la protesta con cautelosa gradualidad y en cómodas cuotas sin interés.
Los empresarios habían dejado claro esto cuando el reclamo contra los despidos alcanzó el estatus de una limitada ley e inmediatamente obligaron al empleado del mes que tienen en la Casa Rosada a aplicar el veto presidencial. El quietismo de la burocracia sindical ante semejante afrenta parecía sorprendente, si no fuera porque en realidad era cómplice.
Luego de eso, la permanencia en esa instancia tuvo todas las características de una tregua voluntaria para garantizar la gobernabilidad, bien compensada por la transferencia generosa de fondos para las obras sociales.
La segunda propuesta pospone de hecho la movilización que los gremios industriales (empezando por la UOM) habían resuelto para el 14 de febrero y se traslada para veinte días después (7 de marzo), cuando los despidos y las suspensiones se están produciendo ahora y desde hace tiempo. Según informó oficialmente la conducción del sindicato metalúrgico, entre suspensiones y despidos en su rama ya se vieron afectados alrededor de 20 mil trabajadores.
Finalmente, la última medida informada por la conducción cegetista demuestra la “timidez” para romper la tregua: un “medio paro” sin fecha fija, aunque estimado para dentro de un mes y medio.
En primer lugar, los paros sin fecha determinada son tan fáciles de anunciar como de acabar convertidos en una simple amenaza. El clásico vandorismo de nuestros tiempos: boquear para recular.
El período estimativo que eligió la conducción de la central para efectivizar la medida parece apuntar más a la presión hacia las paritarias antes que a frenar las suspensiones y despidos. Pero incluso, para este objetivo es discutible su utilidad: por ejemplo, una paritaria testigo y clave como la de docentes ya estará seguramente cerrada para esa fecha. Deberán encarar su lucha aislados, como siempre.
Y sin ir tan lejos, este viernes tendrá lugar una nueva movilización de los trabajadores de AGR-Clarín que enfrentan a una patronal poderosa y prepotente que pretende marcar la agenda al resto de los empresarios para acelerar el ajuste. Aunque algunos referentes de distintos gremios de la CGT brindaron su solidaridad, nada dijo la central de este conflicto testigo. Para todos los trabajadores, pero en particular para los que son brutalmente atacados y necesitan un vital apoyo como los de AGR, este lejano anuncio confirma la distancia que existe ente el universo que habitan los dirigentes cegetistas y las necesidades más acuciantes del movimiento obrero.
La limitada y tímida ruptura del diálogo, igualmente, no deja de ser un síntoma de que los dirigentes sindicales perciben el aumento del malestar.
Es imposible no especular que los referentes de la CGT comienzan un lento despegue del Gobierno en el año electoral y cuando el peronismo (pejotista, kirchnerista o massista) se empieza a rearmar para la contienda. La invitación a los representantes de las llamadas “pequeñas y medianas empresas” (un eufemismo muchas veces útil para encubrir a grandes o pequeños esclavistas) configura la orientación y el programa a la medida del peronismo.
La limitada y tímida ruptura del diálogo, igualmente, no deja de ser un síntoma de que los dirigentes sindicales perciben el aumento del malestar, tanto como de que se proponen administrarlo con medidas que se quedan cortas para enfrentar un ajuste que ya lleva más de un año y que pese a los límites que le pone la relación de fuerzas, no se detiene.
Es necesario seguir reclamando la realización efectiva de un contundente paro activo con movilización que sea discutido y votado en asambleas de todo el movimiento obrero y parte de un plan de lucha de conjunto. Para, en primer lugar, frenar los despidos y las suspensiones, apoyar los conflictos que ahora están en curso, defender el salario e imponer todas las demandas de los trabajadores. |