Un nuevo escenario político general
La crisis de los partidos del régimen, de la Derecha y la Concertación, seguida por la efímera Nueva Mayoría, es una lenta pero persistente agonía. Se expresaba primero electoralmente, con el desfonde electoral de partidos como la DC (que compensaban con acuerdos por secretaria ayudados por el binominal y otros medios), y que después se amplió a todos los partidos, con las abstenciones del 60% en las últimas elecciones. Restringido a lo electoral, pronto lo desbordaría.
Los casos de corrupción que estallaron hace dos años, lo amplificaron a lo político: el rechazo a los partidos y las instituciones del régimen como el parlamento es de entre 70% y 80%.
No se limita al rechazo pasivo que registran las encuestas: las principales instituciones sindicales, estudiantiles y sociales que controlaban o dirigían, también entraron en crisis de representación y rechazo a estos partidos. Se expresó en las elecciones recientes de la CUT, o en la pérdida de peso en las organizaciones estudiantiles.
Y tiene un sustrato que irrumpió el 2011: la imposición de la agenda nacional con métodos de lucha de clases. Es el caso de la gratuidad en la educación, del fin al sistema de las AFP, del rechazo a la opresión contra las mujeres del pueblo trabajador. Incluso, aunque todavía más limitado, del sistema de relaciones laborales, de las relaciones entre la clase capitalista y la clase trabajadora. Es lo más significativo, de más perdurable alcance más allá de los vaivenes de la lucha misma.
Pero hay algo nuevo, más reciente.
La resistencia del régimen y la apertura de un mayor espacio a izquierda
El régimen aunque golpeado, resiste: la gratuidad es una farsa, un nuevo negocio. Las AFP siguen en pie (ahora se puede abrir el cuestionamiento de similares características a la salud de mercado) y a lo más se proponen reformas cosméticas. Para las mujeres del pueblo trabajador siguen los abusos, las discriminaciones, las “brechas” de género, con menores sueldos por el solo hecho de ser mujeres. Para la clase trabajadora, mayor explotación e impunidad empresarial, incluyendo la destrucción del medioambiente, como vimos una vez más con los recientes incendios. Además de resistir, contragolpean: con despidos, con aumentos salariales casi nulos, con mayores restricciones a la acción sindical, con mayor represión y criminalización a todos los que se organizan y movilizan.
El resultado total, es que casi nada parece cambiar. Hay que seguir pagando y endeudándose para estudiar, los sueldos y las pensiones son de hambre, la salud está dividida entre una para ricos y otra para pobres.
Con estos resultados que todo el pueblo trabajador padece en sus condiciones de trabajo y de vida, con la resistencia y los contragolpes del régimen, en medio de su crisis, con las movilizaciones abiertas desde el 2011 logrando imponer parte de la agenda política nacional, estas comienzan a buscar una expresión política. Se abre un mayor espacio a izquierda, ancho y heterogéneo. Esto es la segunda tendencia más nueva del escenario político nacional.
Una nueva izquierda se pone en movimiento, con distintas expresiones. En el movimiento estudiantil, en el movimiento sindical, en las organizaciones sociales.
Es un espacio amplio y heterogéneo. Con fuerza aparece en el debate público el Frente Amplio. Se plantean, ante esta crisis del régimen político y las calamidades que descargan sobre el pueblo trabajador, una renovada política de recuperar derechos sociales, para terminar con el neoliberalismo. En lo principal, se plantean ser una alternativa nacional a la Nueva Mayoría y la derecha.
A su izquierda, el Partido de Trabajadores Revolucionarios, que inicia la fase de recolección de firmas para su legalización, se plantea una alternativa nacional anti-capitalista de la clase trabajadora. No se puede terminar con el neoliberalismo sin terminar con el capitalismo. Hoy, sin proponérselo, nos lo advierte la huelga de Escondida: ¿se pueden asegurar “derechos sociales” perdurables, mientras, como dicen los propios trabajadores mineros, los “capitalistas extranjeros” saquean el “sueldo de Chile”? ¿De dónde si no, saldrán los fondos para asegurar la gratuidad universal?, ¿se puede terminar con las pensiones de hambre si se mantiene la propiedad privada en la administración de las pensiones?
Es un debate que hoy, y es otra expresión de la fuerza de lo nuevo, adquiere un carácter cada vez más público, nacional, abierto.
El anti-capitalismo de la clase trabajadora
Para empezar a ondear las banderas del anti-capitalismo de la clase trabajadora, el Partido de Trabajadores Revolucionarios se plantea el desafío y la tarea de luchar porque la clase trabajadora vuelva a ser un actor político central, propulsor de una gran alianza con la juventud, los movimientos sociales, el pueblo Mapuche y el movimiento de mujeres.
¿Cuáles son estas banderas? Entre ellas, el PTR se propone luchar para terminar con la precariedad en el trabajo, para esto, por sindicatos clasistas, combativos y anticupulares. Para efectivamente ir por el derecho a negociar colectivamente por rama, por el derecho efectivo a huelga, por poner fin al subcontrato con el paso a planta de todas y todos los trabajadores. Terminar con el Código Laboral de José Piñera, recientemente perfeccionado por el Gobierno de Bachelet y el Parlamento de la derecha y la Nueva Mayoría. Sin las mujeres no se puede, luchamos por comisiones de mujeres en los lugares de trabajo, a igual trabajo, igual salario.
Divididos entre ocupados y desocupados tampoco se puede, hay que rebajar la jornada laboral sin reducir los sueldos y repartir las horas de trabajo entre todas las manos. Terminar con las pensiones de hambre, NO+AFP, y reemplazarlo por un sistema de reparto y solidario, estatal, gestionado por los trabajadores.
Al mismo tiempo, no se puede dejar intacta la base de poder y riqueza de los empresarios, que explotan a los trabajadores y saquean los recursos naturales, destruyendo el medio ambiente. Por eso, una política anti-capitalista de la clase trabajadora debe luchar por la nacionalización del sistema bancario, la Gran Minería y todos los recursos naturales, forestales, marinos, el agua, bajo administración del pueblo trabajador.
Pero de todo hacen un negocio, todo está mercantilizado. Hay que conquistar definitivamente la educación gratuita y de acceso universal, y ponerla al servicio de los trabajadores y el pueblo .
Una clase no puede liberarse a sí misma si oprime a otra. Hay que ponerle fin a la militarización de la Araucanía, y luchar por el derecho a la autodeterminación nacional del pueblo Mapuche.
No pueden seguir legislando contra los trabajadores, estudiantes y mapuche los guardianes de esta democracia para ricos, además blindada y heredada de la Dictadura. Luchamos por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana basada en la movilización del pueblo trabajador. Hay que eliminar el Tribunal Constitucional y la Ley Antiterrorista. Los jueces, con sus montajes judiciales de la mano de las Fiscalías, deben ser elegidos por sufragio popular. Todos los funcionarios del Estado deben recibir un salario equivalente al de un profesor de jornada completa. Hay que terminar con los sueldos millonarios ajenos a la vida del pueblo trabajador.
Todo será respondido por sus guardias armados, Carabineros de Chile y las Fuerzas Armadas. Hay que disolver la policía y sustituirla por organizaciones de vecinos y trabajadores. Las FFAA son una institución que no puede ser democratizada. Hay que terminar con su impunidad. La clase trabajadora, debe prepararse para formar sus propios piquetes y milicias, con el fin de defenderse de los ataques armados de los empresarios y su policía y para las tareas de la insurrección.
La democracia para ricos, y sus representantes de los partidos empresariales de la Derecha y la Nueva Mayoría—incluyendo al histórico Partido Comunista que dio un salto político en su integración al régimen—, incluso los partidos de izquierda que no ponen en el centro de su estrategia a la clase trabajadora como sujeto político, no pueden resolver de manera íntegra los problemas que aquejan al pueblo trabajador y los sectores oprimidos de Chile.
Por esto, para satisfacer el conjunto de sus demandas, el pueblo trabajador debe luchar por el derrocamiento del Estado capitalista y sus instituciones. Que gobierne la clase trabajadora, construyendo su propia democracia y esa no es otra que un Estado de trabajadores basado en sus organismos de autodeterminación democrática, que permitan la planificación de la producción y distribución de los bienes y servicios.
Para luchar por estas banderas, luchamos por construir un partido revolucionario de la clase obrera. Nuestra organización -el PTR- combate por este programa. Somos parte de la Fracción Trotskista – Cuarta Internacional, una corriente revolucionaria presente en Europa y Latinoamérica, que impulsa una Red Internacional de periódicos, presente en 11 países y 5 idiomas, La Izquierda Diario. Somos parte del Frente de Izquierda y los Trabajadores en Argentina, uno de los principales fenómenos políticos de izquierda a nivel internacional. Aspiramos a la construcción de partidos revolucionarios en todos los países y a la reconstrucción de la IV Internacional, como partido mundial de la revolución social, con el fin de levantar gobiernos de trabajadores y una revolución internacional que borre de la faz del planeta, la explotación y la opresión. Nuestro horizonte es el comunismo. |
