El miércoles 12 de noviembre Laura Marrone y yo fuimos a Comodoro Pi porque ella había sido citada como testigo del secuestro que terminó en el asesinato “de César”, mi padre, como casi familiarmente lo llamaba la secretaria letrada durante las más de hora y media que duró la audiencia. El objetivo de la citación era el de un reconocimiento fotográfico de represores y para tomarle declaración, una vez más, sobre los rasgos físicos, los dichos del represor que hace largos, largos, largos cuarenta años, le dio los primeros disparos para someterlo y meterlo en el auto, con la venia de la comisaria de la zona, que treinta cuadras más abajo, en el bajo Flores, lo terminarían de acribillar.

Parecía como si ser citadas cuarenta años después para mirar fotos de represores de hace cuarenta años, fuera algo justo, pero no, aunque la justicia ponga la cara de comprensiva de la secretaria. Mientras Laura trataba de poder reconocer al atacante, buscando página tras página, entre varias docenas de represores, la mayoría fotocopias difusas, de mala calidad que la secretaria se encargó de excusar, prometiendo mejoras y nuevas fotos. Laura seguía mirando una y otra vez, tratando de aprehender con su mirada, con el deseo de crucificar a alguno y encontrar al culpable. La secretaria asegura que esta es la única vía, juegan a "Laura encuentre al asesino", como si eso fuera sinónimo de encarcelamiento...y la letrada dice, igual, muchos están muertos. Las malas fotocopias de los represores eran solo unas pocas entre miles y miles que participaron en la Triple A y que ya vivieron todos estos años libres. Contrasentidos.

Aproveché para recorrer las no más de 80 fojas del expediente 63, “de César”, nos dijo amablemente la secretaria, cédulas y cédulas para declaraciones de Laura, de mi tío, de mi tío y Laura, nuestros recortes de diarios, nuestras pruebas y el pedido de listados de los uniformados que intervinieron en el secuestro y una respuesta cómplice de la Policía con la “asociación ilícita” –eufemismo utilizado por la Justicia para nombrar a la Triple A. La misma secretaria “comprendía” (es muy comprensiva la justicia kirchnerista) el no sabe no contesta de la comisaria, volcado en una sola foja. En cambio, aparece una frondosa investigación y hasta el prontuario (¡!), de la vecina que declaró haber visto a la persona que descargó los disparos sobre una persona en el piso…Mi papá muerto, fotografiado por los forenses, fotocopias muy nítidas, destrozado por esa calaña.

Para finalizar, la Justicia tiene la deferencia de que Norberto Oyarbide, tostado caribe y sortija completísima de diamantes, con parsimoniosa y aparente comprensión de la situación nos visite para “conversar con los familiares" y darnos la "garantía inexorable" –el acting de la orden inmediata a la secretaria (¡tendrían que haberlo visto!) para que cite al Comisario– como si ya no hubiesen dejado pasado ocho años de la reapertura de la causa en las que se encargan de agregar diez fojas por año de burocracia jurídica más unas fotocopias borrosas de represores. Oyarbide vuelve a repetir y pedir disculpas porque van a citar a Laura de nuevo con (las mismas) fotos mejoradas y algunas nuevas… El amigo íntimo de la Federal y la Marina, de quienes tiene recordatorios en su cuidado despacho, plagado de vírgenes y hasta provisto de un santuario. Sería patético si no fuera que hubo entre mil quinientos y dos mil asesinatos de la Triple A impunes. Es justicia burguesa, pura y rancia, a la manera oyarbide-kirchnerista.