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23 de febrero de 2017 Twitter Faceboock

Panorama Económico
Pocos brotes verdes, muchas bombas de tiempo
Pablo Anino | @PabloAnino

La reactivación se posterga. Los despidos continúan. Déficit comercial, atraso cambiario, deuda externa y del Banco Central. Problemas que se agravan. Las paritarias en el centro de la escena.

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Los analistas económicos entusiasmados con el nuevo año anticipaban que cuando se conocieran los datos estadísticos de enero se verían brotes verdes en la economía, principalmente en la industria. Una vez más, la realidad parece estar conspirando contra sus expectativas.

Entre oráculos y mercenarios

La semana pasada hubo un dato que trajo nubarrones a los pronósticos de los “especialistas”: la producción de acero se derrumbó 11,6 % interanual en el primer mes del año.

Las estimaciones de Orlando Ferreres, dadas a conocer en estos días, confirmaron y ampliaron ese resultado. La industria de conjunto continúa en retracción: cayó 6,4 % en enero en comparación con el mismo mes de 2016.

Para toda la economía, Ferreres calculó que enero registró una retracción de 1,5 % en relación a 2016, aunque en comparación con diciembre creció 0,2 %, por lo cual habrá que "esperar hasta el segundo trimestre del año para ver tasas de crecimiento anuales significativas".

En un sentido totalmente opuesto, la ultra ortodoxa Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) anunció una suba industrial de 3,9 % en enero. Esta Fundación fue contratada por la flamante gestión de Nicolás Dujovne para llevar adelante estudios para una reforma impositiva integral.

La intención de que las consultoras le “pongan onda” a sus pronósticos había sido expresada los últimos meses del año pasado a través de gestiones reservadas de la Jefatura de Gabinete ante analistas.

FIEL venía expresando opiniones muy críticas debido al poco compromiso del Gobierno con el ajuste fiscal. Como el mercado siempre hace mejor las cosas, tal vez el Gobierno haya decidido privatizar la manipulación estadística en manos de la Fundación. La realidad dirá la última palabra.

Más allá de las controversias sobre los números, las noticias de cierres en plantas de Atanor, Banghó, Alpargatas, Textil Neuquén, los despidos en AGR Clarín, en el call center Task Solutions que Telecom tiene en Córdoba, las suspensiones en Volkswagen, entre otras tantas empresas que atacan los puestos de trabajo, son expresiones más contundentes para graficar el momento que atraviesa la economía. Mucho más que los fríos números estadísticos.

Como para recordar que alguien “dirige” la política económica Dujovne brindó una conferencia de prensa donde brindó detalles de las metas fiscales. No hubo ninguna novedad: los datos son casi los mismos que ya fueron establecidos en el Presupuesto 2017. El nuevo ministro está más concentrado en la comunicación y en el marketing que en aplicar medidas reales. Por eso habló de bajar el déficit y reducir subsidios. Es música para los oídos del establishment financiero que banca, con dólares contantes y sonantes, al Gobierno.

El propio Dujovne no pudo escapar del todo a la realidad. Anticipó que los números de enero no mostrarían una recuperación interanual de la actividad, pero igual “vamos bien”. Como se ve, con el marketing no se “cura, no se come, ni se educa”. Tampoco se reactiva la economía.

La paradoja es que los más entusiastas con la posible recuperación económica de este año son Miguel Bein y Mario Blejer, los asesores de Daniel Scioli durante la campaña electoral. Aún así, Blejer afirmó que la recuperación se podría percibir recién a fin de año. El futuro nunca llega.

Bombas de tiempo

Este martes el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) publicó los datos del comercio exterior de enero: el saldo comercial, que refleja la diferencia entre lo que el país exporta y lo que importa, exhibió un déficit de U$S 106 millones.

Los diarios económicos resaltaron que el déficit fue menor que en enero de 2016, pero en su mayoría pasaron por alto que el comercio exterior volvió a mostrar un valor negativo luego de registrar superávit en noviembre y diciembre. Una consultora económica proyectó el déficit comercial de todo 2017 en U$S 2.000 millones.

Otra lectura que surgió de analistas económicos es que el aumento de las exportaciones era uno de los prometidos “brotes verdes”: crecieron 4 % interanual en cantidades, pero gracias al efecto de los precios el aumento total se expandió hasta 9,3 %.

No obstante, y aunque un mes es insuficiente para marcar tendencia, al separar los efectos de las cantidades y de los precios, el resultado de enero trae a primer plano el atraso cambiario que favorece el ingreso de importaciones: crecieron 7,2 % interanual en términos de cantidades y, por lo tanto, en mayor proporción que las exportaciones.

El manual del buen neoliberal al que se apega el macrismo, aunque lo aplica en cuotas, ya muestra algunos efectos de sustitución de importaciones al revés. Incluso en la industria láctea, donde el país tiene “ventajas naturales” para competir, crecieron las importaciones durante 2016 mientras se derrumbaba la producción local.

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El atraso cambiario alude, desde la óptica de los empresarios industriales (que no son sólo locales, sino que, por el contrario, mayormente multinacionales), a la necesidad de que la cotización del dólar escale para abaratar las exportaciones. El costo de ese abaratamiento, por distintos mecanismos, lo paga la clase obrera con un desmejoramiento de sus condiciones de vida.

La devaluación de Eduardo Duhalde en 2002, y en menor escala la de Cristina Fernández y Axel Kicillof en 2014, resultaron en un deterioro del poder de compra del salario. Lo mismo ocurrió, obviamente, con la devaluación de Cambiemos en diciembre de 2015, más allá de la desopilante teoría que improvisó en aquel entonces Alfonso Prat Gay acerca de que la suba del dólar no impactaría en los precios.

El atraso cambiario tiene como consecuencia un programa devaluatorio, que junto con medidas proteccionistas, es tomado en sus manos por el peronismo (en sus distintas variantes, desde el Frente para la Victoria hasta el Frente Renovador) y la CGT cuando hablan en nombre de la pequeñas y medianas empresas.

En el atraso cambiario está activa una bomba de tiempo. El Gobierno va postergando su detonación prometiendo baja en los “costos laborales” siguiendo el "modelo" Vaca Muerta, el cual quiere extender a otras ramas como la construcción, textiles y automotrices.

Para el macrismo y los empresarios la mejora de la competitividad y de la productividad comprende una “inversión” de músculos y cerebros obreros con mayores ritmos de trabajo, más flexibilidad en las tareas y peores salarios. La “lluvia de inversiones”, donde empresarios “arriesgan” dólares en tecnología y nuevas plantas, corresponde al mundo mágico.

Mientras tanto, la brigada antiexplosivos de la J.P. Morgan y el capital financiero internacional alimentan con dólares la economía local, generando una abundancia de divisas que presiona hacia abajo el nivel del tipo de cambio y le permite al oficialismo mantener el control.

El costo de la estabilidad cambiaria es una deuda externa que, a la par que abastece dólares, crece a ritmos acelerados. Que el tipo de cambio no se dispare es, a la vez, una condición para hacer sustentable el pago de los servicios de esa deuda. Es decir, que la política económica se dicta en parte desde Nueva York, sede de los grandes bancos.

Otro tanto ocurre con la política monetaria de Federico Sturzenegger que alimenta una bicicleta financiera que incentiva el ingreso de dólares especulativos mientras engendra una deuda gigantesca en Lebac.

La deuda externa y la deuda de la entidad monetaria son, junto con el atraso cambiario, otras dos bombas de tiempo activadas, que aunque no exploten en lo inmediato, están ahí latiendo a la espera del resultado electoral. De ahí viene, entre otras cuestiones, la preocupación del Gobierno con la caída de la imagen luego del affaire del Correo Argentino.

El salario en el centro de la escena

Las imprecisiones de las proyecciones económicas de los “especialistas” expresan las indefiniciones de la realidad, en particular la puja salarial que se desarrolla en las paritarias, con un round muy importante en la docencia de la provincia de Buenos Aires.

Quien lo advirtió fue el mencionado Miguel Bein: el economista afirma que 2 o 3 puntos de su pronóstico de crecimiento del 5 % están atados a que el salario se recupere por encima de la inflación.

Así las cosas, el macrismo afronta una compleja disyuntiva. La inflación, a pesar de desacelerarse, se mantiene elevada y todavía resta que absorba los tarifazos en los servicios públicos con los cuales el Gobierno echó leña al fuego. Si el salario crece por encima de la inflación, para mejorar el consumo y las chances electorales de Cambiemos, se agrava el atraso cambiario.

La consecuencia sobre los “animal spirits” empresariales son previsibles: profundizará sus deseos de nuevas devaluaciones para deprimir el salario, la mejor fórmula que conocen para mejorar la competitividad.

Por otro lado, la estabilidad cambiaria y la desaceleración inflacionaria, que es lo que el oficialismo tiene por el momento al alcance de la mano, acentúan la recesión y el deterioro del consumo popular.

Las combinaciones intermedias, con relativa estabilidad a la vez que un relativo crecimiento, no es seguro que se alcancen. Y si se logran, tampoco es seguro que sean suficientes para ganar las elecciones.

En cualquiera de los escenarios, lo que se que cocina a fuego lento es un mayor ataque a las condiciones de vida del pueblo trabajador, cuyos ritmos y profundidad depende de la relación de fuerzas y las necesidades electorales. Además, de lo que pase en Brasil y con los Estados Unidos en la era Trump. Las noticias no son buenas para el macrismo.

La clase obrera tiene que abrirse camino con su propio programa de defensa del salario y los puestos de trabajo.

 
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