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31 de enero de 2025 Twitter Faceboock

Tribuna Abierta
Mis encuentros y desencuentros con Laura
Siobhan Guerrero Mc Manus

Los mecanismos del patriarcado no se circunscriben a mujeres cis-heterosexuales sino que operan de manera amplia. La ampliación, para muchas, no ha implicado el debilitar la causa sino el fortalecerla.

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Laura, he leído tu respuesta “Si osas hablar de lo trans y no piensas igual que yo eres tránsfoba”. Tu texto me hizo volver a leer tu primer texto y volver a leer el mío.

En un primer momento pensé que era menester cambiar mi tono hacia ti. Intentar una estrategia diferente, menos antagónica. Pensé incluso en dejar de lado las diferencias y concentrarme en algunas de las coincidencias que sí tenemos. Pensé en rescatar lo que creo que era una pregunta legítima de tu primer texto. Comunicarte, así también, lo que creo que tu primer texto me hizo sentir a mí y a otras personas trans. Pensé en decirte: “Laura, tu texto me lastima” y en proceder a explicarte el porqué. Supuse que eso podría generar puentes para lograr una mutua comprensión.

Y luego vi los vínculos que tuviste a bien obsequiarnos con tanta prodigalidad. Allí me di cuenta de que no habías hablado de manera desinformada sobre un tema que quizás te había llamado la atención. Allí me percaté que te había juzgado mal. No fue una simplificación, no fue una ingenuidad, no fue una omisión. La tuya es una posición bien cimentada, bien asumida, y abierta y radicalmente incompatible con la mía. En este punto, si así lo deseas, puedes dejar de leer. Te decepcionará no encontrar la retractación que esperabas. Si decides, por el contrario, seguir leyendo será bajo la clara advertencia de que yo ya no espero que logremos convencernos mutuamente. Nos separa una divergencia política profunda.

Antes de entrar de lleno a responderte, sí quisiera mencionar dos puntos. Primero, no agradezco que llamaras “acólitos” a los lectores que compartieron mi nota en respuesta a tu primer texto. Tampoco agradezco que consideres “delirantes” a las personas que creen en la fluidez del género. Por mi parte, a mí me tiene sin cuidado que me calificaras como “sacerdotisa trans” o como alguien a quien no le sirve saber “ler” porque no comprende. Eso sí, no termino de entender si tu burla implica que asocias a los que disienten de tus posiciones con una incomprensión lectora que, válgase la expresión, lees bajo una mirada clasista. Supongo que ya me lo explicarás aunque de antemano te digo que no volveré a contestarte en lo futuro. Se discute con quien se espera llegar a cierta comprensión y creo que tú y yo militamos en posiciones feministas diferentes.

Segundo. Sobreestimas mi influencia. Yo no generé una lectura que sistemáticamente leyó mal tu texto. Si tu texto fue leído así, eso se debe a que un número no menor de personas, tanto cis como trans, tanto dedicadas a los estudios de género como ajenas a ellos, encontraron diversos problemas con tu argumentación. Yo no usé ninguna posición de liderazgo para eso. Yo simplemente escribí un texto y la gente tuvo a bien compartirlo. Eso es todo.

Por cierto que, hasta antes de leer los vínculos de tu segundo texto, creí que nuestra polémica se asemejaba a la que rodeó a Valeria Luiselli y en la cual, para muchos, todo fue un error de ejecución mientras que, para otros, expresaba una posición inaceptable. Pensé que quizás tenías razón, que podía ser el caso de que yo te hubiera leído mal. Y mira que releí tu texto varias veces. Luego lo compartí y pedí opiniones. Pregunté qué era lo que otras personas estaban entendiendo. No les sembré ideas preconcebidas. Pero, en todos los casos, nuestras lecturas coincidieron.

Pensé en decirte que quizás había aquí un problema del marco de lectura de tu texto; quizás la ejecución del mismo era desafortunada y la lectura diferente se podía explicar en función de eso. Temí que no admitieras la posibilidad de interpretaciones multívocas porque muchos de los que defienden tales posturas son post-estructuralistas y, dado tu rechazo a la Teoría Queer, no podía yo saber si tú contemplabas tal posibilidad analítica. Pero tu réplica y tus vínculos me dejan en claro que no te leí mal. Y tampoco los demás lectores, esos lectores que, dicho sea de paso, no son autómatas a mi servicio.

Creo, para decirlo de frente, que lo que tú entiendes por transfobia no se corresponde con lo que yo entiendo por transfobia. Mi noción es más amplia y reconoce como transfobia al esfuerzo separatista que algunos de tus vínculos defienden. Reconoce como transfobia la denegación, la negación, de lo que somos. Reconoce como transfobia la facilidad con la cual se nos patologiza.

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Entro finalmente al punto.

Tu primer texto tenía puntos legítimos. (i) El más obvio: la denuncia de la persecución como herramienta para dirimir diferencias. Eso es inaceptable. (ii) El que me habría gustado leerte con más calma: tus críticas a la Teoría Queer en su reapropiación. Y sobre esto te digo que yo creo que, tanto a la categoría de identidad como a las mismas herramientas de la Teoría Queer, se les pueden hacer varias críticas. Algunas de esas críticas provienen de herederos de la misma teoría, como los marxistas y ecólogos queer. A mí me gusta, por ejemplo, cómo se repiensa lo trans desde la ecología queer.

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Por último, (iii) tu texto original ponía sobre la mesa un tema urgente. A saber, qué hacemos con la psiquiatrización de lo trans, en especial de las infancias trans. No es un tema trivial y en eso estamos de acuerdo. Supongo que también estaremos de acuerdo en que habrá casos donde personas sin la preparación adecuada intervienen y generan consecuencias nefastas.

Coincidencias tenemos, asimismo, en la importancia de la tutela de los menores. En la importancia de ayudarlos a ir generando experiencias que les permitan llegar a ser autónomos. Pero tenemos una fuerte diferencia en el plano del papel que debe ocupar su testimonio, su voz, su agencia. Para mí, eso no puede ni deber ser pasado por alto. Tampoco implica un apoyo irrestricto a lo que sea.

En este punto había pensado en contarte algunas de mis propias experiencias ante la psiquiatrización. Fui obligada a quedarme callada, a dejar de lado mi identidad profesional como filósofa feminista y a abrazar una narrativa esencialista, binaria, reificante pero estratégica para poder acceder al servicio que el Estado ofrece. Me hubiera gustado sugerirte que quizás meditaras acerca del rol que juega el psiquiatrizar. Que tuvieras más sensibilidad ante la ya difícil experiencia que implica el transitar y que muchas y muchos sentimos aún más vulnerada a causa de tu texto a pesar de que, como ya lo has dicho, no ha sido tu intención.

También me hubiera gustado decirte que, en vez de tildar a las voces trans que te narraban sus experiencias de ser lectores incapaces –como pasó en los foros de internet–, habría sido bueno escuchar cómo vivieron dicha psiquiatrización.

Reflexionar también desde allí acerca de la niñez trans. Porque, parafraseando la frase histórica de que “los expertos en homosexualidad son los homosexuales”, podríamos hoy decir que “los expertos en lo trans son las personas trans”, y esas voces tienen que ser incluidas en una conversación que, si atiende solamente a la mirada cis-género, puede verse tremendamente sesgada.

Pero, en vez de hacer eso, prefiero recomendarte a ti y a todos los interesados en este debate el que leamos un libro que se publicó muy recientemente con el apoyo del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México. Se intitula Derecho a la Identidad de Género de niñas, niños y adolescentes. Tiene contribuciones de Eva Alcántara, experta en el tema, y de otras voces como Marta Lamas, Iñaki Regueiro, Luis Alberto Muñoz López, etc. Ese libro, sin duda, tiene más elementos que los que yo pueda aportar ahora mismo. De antemano, no creo que compartas sus presupuestos pero seguro será bueno leer perspectivas que creen que la solución al problema radica en cambiar de fondo y dejar de tener como marco a la psiquiatría y empezar a hacerlo desde un discurso de los derechos humanos.

Añado, también, una reflexión de Judith Butler que me parece fundamental. En su ya famoso ensayo de “Hacerle Justicia a alguien”, Butler aborda justamente la discusión acerca de si eso que se ha llamado “identidad de género” es innato o no –yo no lo creo, dicho sea de paso, pero ese presupuesto modifica mucho de esta discusión–. Debo decir que, cuando yo leí ese ensayo, me preguntaba cómo haría Butler para evitar tomar una postura que la llevaría a asumir costos de un debate del que ella no fue partícipe.

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Me gustó su resolución. Nos hizo ver que a ninguno de los partidarios le interesaba realmente la dimensión personal del niño, y luego del adulto, sobre el cual se jugaba el debate. A nadie le interesaba la pregunta de cómo se le hace justicia a alguien. Y, para Butler, eso hubiera pasado por dejar de secuestrar su vida al servicio de una causa. Creo que en eso estaremos de acuerdo. Aunque nos divide el papel que juega la experiencia del menor. Para mí, hacerle justicia a alguien es tener bien presente que los menores tienen agencia pero son falibles y que, de lo que se trata, es de apoyarlos en irse conociendo. Para mí, la tutela no puede vulnerar al testimonio de la primera persona que, sistemáticamente, busca ser escuchado.

Sea como fuere, no espero que estemos de acuerdo. Tampoco espero que aceptes lo que diré ahora. Tu texto anterior y éste corren el riesgo de disparar un pánico moral que no le hará un servicio a la niñez o adolescencia de aquellos que están inconformes con su género.

No sé cómo decirte todo esto sin que confundas mi vehemencia, la vehemencia de muchas y muchos, con una suerte de ceguera persecutoria que has creído sentir. A mí, al menos, me preocupa que tu texto, al invocar a la problemática figura del niño que Lee Edelman ya ha criticado en No al futuro, termine por desembocar en la instauración de ese culto reproductivista, patriarcal, heterosexista y productivista que no sólo daña a las personas trans sino a todas las personas LGBT. Eso es lo que se esconde detrás de la analogía con la eugenesia, con la figura de la esterilización de los niños.

Cierro finalmente este texto y esta polémica poniéndote cuatro párrafos de los vínculos que nos diste. Expreso en cada ocasión el porqué me parecen problemáticos y transófobos. Te dejo a ti el juzgar si esas fuentes te parecen una adecuada compañía para tu voz:

Dicen en la página de 4thWaveNow lo siguiente:

“Why shouldn’t attempts to change “gender identity” be seen as identical to efforts to convince lesbian and gay people to abandon their homosexuality?
Because they are actually polar opposites. Anti-gay conversion therapy tells a healthy human being that they are not ok as they are, in the body they have, with the sexual feelings they have for other humans. But therapy aimed at helping a young person accept and reconcile with their healthy, evolution-molded body, as well as their gender nonconformity, actually encourages wholeness and the integration of body and mind...
Never before in recorded history has every sector of society—political leaders, journalists, medical doctors, psychotherapists, and the legal system—enthusiastically promoted the mutilation, drugging, and sterilization of children’s healthy bodies. Never before have adults conspired to encourage a child in the warped notion that their very own body is a hated, alien monstrosity to be recoiled from in utter disgust.”

Cuando yo leo esas líneas no puedo más que horrorizarme. Me horroriza este separatismo que divide al movimiento LGBT, que olvida que, hasta hace bien poco, éramos un continuo muy difícil de separar. Me horroriza la ingenuidad de aquellos que han olvidado cómo la biología evolutiva se usó para patologizar a los gays y lesbianas precisamente al hacerlos Darwinianamente inexplicables porque, después de todo, no se reproducían. Me horroriza la poca memoria histórica de reclutar a ese mismo discurso en defensa de una mirada ingenua del cuerpo que biólogas como Joan Roughgarden han desmontado, que filósofas como Donna Haraway y Anne Fausto-Sterling, han desmontado.

Dicho sea de paso, también desde estas voces feministas es que se ha cuestionado la distinción sexo-género. La pretensión de objetividad que le asocian tú y tus fuentes es inmerecida.

Sigo adelante. Me horroriza que te parezca tan fácil recomendarle a alguien que vaya a terapia para aceptar su cuerpo. Aquí quizás deberías escuchar las historias de horror de las personas que pasaron por esas terapias y que generaron más daño y más sufrimiento.

Dicen en Morning Star lo siguiente:

“The fight for gay rights and black civil rights do not require anyone to call heterosexual people gay or white people black.
To equate these movements with a movement that demands we call male people “women” is insulting to those movements.
These proposals are in essence the reinforcement of politically conservative ideas under the guise of socially progressive modernisation.
It represents incredibly clever neoliberal politicising, reducing what it means to be a woman to a collection of limiting stereotypes, and failing entirely to interrogate the limiting stereotypes of manhood.”

De nuevo, no sé ni por dónde comenzar. Esa afirmación me parece claramente tránsfoba porque se entrecomilla el género de las personas trans, y no porque se esté mencionando la palabra, sino porque se le está invalidando. Y se vuelve a reciclar un argumento que ya se usó contra las lesbianas y los gays. Vimos al estalinismo, a los franquistas, sostener que la homosexualidad era un producto de la degeneración del capitalismo; vimos a los americanos equipararlo con el desarrollo arrestado propio de los comunistas. ¿En verdad hemos olvidado esto y ahora abrazamos con tanta facilidad la idea de que lo trans es producto de la modernidad? ¡Qué poca solidaridad y memoria histórica!

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Continúo. Se dice en otro portal lo siguiente:

“La opresión a las mujeres tiene sus raíces históricas y su justificación aparente en la biología femenina y en la explotación del trabajo reproductivo femenino. Alterar la definición de la palabra “hembra” para que ahora signifique “cualquier persona que crea que es hembra” no sólo es incoherente desde un punto de vista conceptual (más acerca de esto luego); también elimina la posibilidad de analizar la estructura de opresión de las hembras (personas con biología femenina) como clase, erradicando la terminología que utilizamos para describir la condición material de nuestra existencia (Añade ese enlace a favoritos si hace falta, pero léelo. Léelo más de una vez, idealmente. Merece la pena).”

Este párrafo me resulta, de nuevo, inverosímil.

Si muchas hablamos hoy de cis-hetero-patriarcado es porque sostenemos que los mecanismos del patriarcado no se circunscriben a mujeres cis-heterosexuales sino que operan de manera amplia. La ampliación, para muchas, no ha implicado el debilitar la causa sino el fortalecerla. Las luchas feministas, podríamos decir, se pelean todas ellas juntas.

Cierro, ahora sí, con la siguiente frase que me deja pasmada:

“The problem with ’cis’ is that we already have a word for ’cis woman’ — and that is ’woman.’”

Perdóneme Laura pero no puedo comprender cómo alguien puede remitirnos a referencias como éstas y sostener al mismo tiempo que no sólo no es transófoba sino que es una aliada.

Aquí me detengo. Nuestra divergencia está allí. No creo que consista en un malentendido. Es un genuino y profundo desacuerdo. Un desacuerdo político, ético, epistemológico y ontológico. Abordarlo a cabalidad nos demandaría a ambas escribir un libro completo. De ese desacuerdo no infiero yo que usted sea una mala persona pero sí infiero que, su visión y la mía, llevan a sustanciales diferencias que, para mí y muchas otras voces la colocan como alguien que no podemos reconocer como aliada.

 
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