Según datos de la Dirección del Trabajo (DT), serían más de 40 mil los trabajadores que este 2017 entrarían a negociar colectivamente con sus empleadores con la reforma laboral aplicada. La reforma comenzará a correr desde el 1 de abril, donde trabajadoras y trabajadores de la industria alimenticia, del retail, bancarios y algunos pertenecientes a empresas estatales, además de diversos sindicatos de la minería, pondrán a prueba la polémica reforma de relaciones laborales.
Polémica porque a los empresarios les irrita que a los trabajadores se les den ciertas condiciones que favorezcan la negociación colectiva como lo es el punto del piso mínimo, el cual toca que cada nuevo contrato colectivo no puede partir por debajo de las conquistas logradas anteriormente. Aunque más allá de este punto, y el conservador término de los reemplazos en la huelga, lo demás son migajas que mantienen intacto los pilares fundamentales del Código del Trabajo heredado de la dictadura pinochetista.
Para los trabajadores presenta un nuevo desafío, que afirmándose de su organización podrían arrebatar mayores conquistas a los empresarios por el tema del piso mínimo; también deberán enfrentar a la nueva modalidad de reemplazos en la huelga. Si bien, ya no podrán entrar como rompe huelgas trabajadoras y trabajadores externos a quienes negocian, esta reforma amarra a que los sindicatos deban asegurar las mínimas condiciones de funcionamiento de sus lugares de trabajo, es decir, en el tiempo de huelga es el propio sindicato quien deberá organizar ciertos márgenes de funcionamiento que aseguran mínimamente la producción al patrón.
¿La huelga debería dejar funcionar las condiciones mínimas? ¿Qué efecto tendrá esto sobre la huelga? Aquí la audacia de los y las trabajadores es fundamental para que ninguna decisión afecte el objetivo que tiene como medio la huelga que es parar toda la producción para obligar al empresariado a ceder en las demandas que nunca estarán dispuestos a darnos.
Una reforma que no tocó los pilares de la Dictadura
Más allá de los dos puntos anteriores dados a conocer (piso mínimo y "fin" de los reemplazos), la reforma sigue siendo una herramienta de disciplina de los empresarios contra la clase trabajadora, ya que hecha a medida de los empresarios, sigue manteniendo los pilares fundamentales del Código Laboral.
Se mantiene la facultad de los patrones para despedir cuando quieran a los trabajadores, como el artículo 161 del Código, con el maquillaje del "fin" a los reemplazos el derecho efectivo a huelga aún no existe en la realidad en Chile. Es más, a propósito de las amenazas días atrás por parte de Minera Escondida contra el Sindicato N°1 y sus trabajadores en huelga, se mantiene intacto los derechos de los patrones de cerrar temporalmente las empresas, conocido como Lock-Out, que respaldado en el artículo 375 del Código del Trabajo mantiene una de las herramientas más sucias contra el derecho a huelga, que es la posibilidad de cerrar empresas entre los 30 días de huelga para atacar a los trabajadores. Y así, una innumerable cantidad de artículos que mantienen a los trabajadores atomizados según contratos, y mano de obra.
Con este nuevo escenario para la clase trabajadora, atravesada por las expectativas en el resultado de la huelga en Minera Escondida, y con esta nueva reforma que mantiene los pilares fundamentales contra los trabajadores que instauró la Dictadura, no sería raro que este 2017 los trabajadores como clase tiendan a desbordar la legalidad empresarial, porque en realidad el gobierno de la Nueva Mayoría junto a Chile Vamos logró mantener una ley que sigue condicionando a los trabajadores a favor de los empresarios.
Es por esto, que la única forma que podrá garantizar mayores conquistas para las y los trabajadores, no sólo sindicales si no que políticas, será combinando la audacia de nuestra clase con la creciente confianza en nuestras propias fuerzas; en última instancia, nuestra fuerza es la que mueve los engranajes del funcionamiento de esta sociedad. |