Las editoriales –muchas veces anónimas- de La Nación, los cuasi-debates en programas televisivos de aire donde se aborda el tema desde la óptica de las víctimas del terrorismo (de la guerrilla). Los lugares comunes que con hipocresía se enarbolan con la “inocente” intención de mostrar las “dos caras” de la historia del periodo en cuestión. Uno de los últimos booms en la cual se perfila el ataque a la memoria colectiva ha sido poner en cuestión el famoso número de los 30.000 muertos y desaparecidos por la dictadura militar. Oscuros personajes como Lopérfido e incluso en cuestionado Gómez Centurión se pavonean y se dan el gusto de mancillar la memoria de miles de militantes muertos, desaparecidos, torturados y exiliados. También el presidente Mauricio Macri ha insistido en la “reconciliación de los argentinos” y de sanar las heridas abiertas. Los intelectuales de la hegemonía cultural abrieron la puerta a la discusión sobre las cifras y es necesario que aquellos que disputan dicha hegemonía den el debate pero con la altura necesaria. ¿Quieren debatir sobre cifras? Debatamos.
Solamente para tener una franja cronológica mas acotada por el espacio disponible en este artículo, voy a empezar con el recuento a partir del gobierno de Hipólito Yrigoyen en el año 1916, pero no debemos olvidar el origen del Estado Nación Argentino y su genocidio fundacional, la llamada “Conquista al Desierto”, el accionar del ejército en contra del desprendimiento político pequeño-burgués, el radicalismo, en las jornadas 1890 y la represiones a cientos de militantes anarquistas en la primera década del siglo XX. La primera década y media de la UCR en el poder recoge como episodios de terrorismo de Estado explicito, las matanzas de obreros coordinadas entre la policía y los grupos paramilitares (como la Liga Patriótica) en el año 1919 en lo que se dio a llamar la “Semana Trágica”. Tampoco podemos olvidar las jornadas de caza desatadas en las estepas patagónicas entre 1919 y 1921 donde patrones y ejército dieron muerte a 1.500 de obreros rurales. Hay evidencia también de torturas y mutilaciones en las tétricas comisarias de la ciudad de Buenos Aires, principalmente a militantes anarquistas. El norte de Santa Fe se vivió también, en 1921, la masacre de 600 obreros que habían entrado en huelga contra “La Forestal”, la compañía inglesa de producción de tanino (que se manejaba como un verdadero Estado independiente con moneda propia). La cifra total de estas matanzas suma cerca de 2.200 muertos por la acción directa del Estado burgués.
La década infame, quizás una de las menos estudiadas, también tiene sus muertos por persecución política. No podemos olvidar que los años 30 fueron uno de los más duros en las condiciones de vida, donde miles morían de hambre en las sucias calles de Buenos Aires, producto del modelo agroexportador y el desempleo de ingentes masas de desocupados.
Rápidamente podemos pasar a la primera década de gobierno peronista, donde la cifra de muertos asciende. Tenemos los casos del genocidio de los Pilagá con 750 muertos y cientos de huérfanos, heridos y desaparecidos en el año 1947 y de las persecuciones a militantes del Partido Comunista (la información se está empezando a recabar a partir de la reciente apertura de archivos de la SIDE).
La “Revolución Libertadora” asciende al poder con una matanza indiscriminada tras el bombardeo en Plaza de Mayo. En este periodo inicia lo que se llamó la resistencia peronista, donde apenas se registran heridos de las explosiones de “caños” y donde el Estado con el ejército a la cabeza se cargó a miles de detenidos y torturados –como fuera testigo Hernández Arregui en su primer paso tras las rejas-. En tres años asume la presidencia Arturo Frondizi y no se queda atrás en el clima de represión, con la aplicación del Plan CONINTES. Elección de Framini –peronista- como gobernador de la Provincia de Buenos Aires y nuevamente interrupción de un gobierno democrático. Illia asume tras una fantochada de acuerdo con el ejército, condicionando su gobierno pura y exclusivamente a la voluntad de los golpistas y así fue en 1966 cuando Onganía instala su dictadura militar nacionalista con el apoyo de la CGT burocrática. Detenidos, muertos en enfrentamientos clandestinos, desaparecidos en León Suarez, fusilados son los resultados de la dictadura más feroz hasta el momento. El año 1969 trae el asesinato de un estudiante en Corrientes, desatando una oleada de revueltas que liberan el ciclo revolucionario que irá en ascenso hasta 1976. En 1972 se hace pública la noticia del fusilamiento de detenidos políticos en Trelew tras un intento fallido de escape del penal de esa ciudad.
El tercer peronismo trae en 1973 la llamada masacre de Ezeiza (con 13 muertos) y el inicio del macartismo que se carga al Padre Mugica entre los principales referentes políticos de las villas de Buenos Aires en Mayo de 1974. Tras la muerte del líder, en julio de 1974, María Estela Martínez de Perón inicia la aniquilación de la guerrilla llevándose a la tumba a 150 militantes de izquierdas de forma completamente inconstitucional.
La dictadura militar arrastra según los cálculos del Batallón 601 en 1978 cerca de 22.000 personas. El problema suscitado en torno a la cantidad de casos denunciados en la justicia no termina de contemplar todos los casos que no fueron denunciados ante una endeble democracia en 1983.
La democracia trae consigo la masacre de los militantes La Tablada, unos 32 muertos en total. Menem con las políticas neoliberales arrastra a la pobreza a un 36% de la población, condenados a la muerte segura muchos de ellos. De La Rúa y su estado de sitio termina con 37 muertos en el 2001. Duhalde en su breve interregno se llevo a Kosteki y Santillán entre otros. La “década ganada” del kirchnerismo fue el final para Mariano Ferreyra, de 194 jóvenes en el infierno de Cromañón (producto innegable de la corrupción) y 51 muertos en la estación de Once. El Estado Terrorista, única estructura que pervive a pesar de los gobiernos, se llevó a 3.070 personas según los cálculos de CORREPI y el actual gobierno de Macri llevaba 259 a diciembre de 2016.
Toda esta trágica enumeración pone de manifiesto que en la historia argentina no existió solamente un momento de “Terrorismo de Estado” sino que ha sido una constante la muerte, no solo como forma de eliminar aquellos componentes despreciados por el Estado, sino también para ejercer su violencia pedagógica y aleccionadora al resto de la sociedad. Ya Lenin decía, apoyado en Marx, que la función única del Estado era la represión de las clases subalternas. En este sentido, la burguesía utiliza este aparato como una herramienta de dominación basada fundamentalmente en la violencia. El Estado es la representación máxima de la existencia de la desigualdad de clase, ya que una logra sobreponerse a otra y dominarla mediante el terror. La definición correcta de este aparato, por sus leyes fundamentales y su sentido de ser como hemos observado en este pequeño recorte de 100 años, es la de Estado Terrorista. |