¿Cuánto tiempo desde la última noticia sobre la muerte de un trabajador durante su jornada laboral ha pasado? Cuesta recordar, un silencio cómplice gobierna en lo referente a este tema. Sin embargo los accidentes siguen produciéndose, y su cifra aumenta, tanto en los casos fatales, como en aquellos que sienten un dolor proveniente de un enfermedad que llevarán toda su vida.
Contra ese silencio, de los medios de comunicación masiva, y de la “cultura” del trabajo donde nadie muere, o que si muere no importa, Liliana Murúa ha levando una provocadora respuesta. Su obra se titula justamente La Obra y se ambienta en la construcción.
La “normalidad” del trabajo se ve interrumpida ante la muerte accidental e intempestiva de un obrero. La sociedad reacciona ante la misma, queriendo seguir adelante mientras el cadáver sigue insepulto. Un compañero del muerto es el protagonista y el único testigo. No puede parar de llorar mientras las diferentes partes intentan utilizar el suceso según sus conveniencias. Se presenta el empresario, el capataz, el burócrata sindical, su esposa.
El shock del protagonista no le impide recordar los sucesos. Y es la clarificación de los mismos lo que llevan a la profundidad final del drama.
La temática, sin embargo, posee una extensión que trasciende la historia en si misma, y que permite una reflexión sobre la muerte durante el trabajo. Sorpresiva y fulminante.
¿Cuántos obreros confiados marchan a trabajar diariamente sin saber si no serán ellos mismos una muerte más en la estadística, raramente difundida?
La Obra es teatro mínimo. Esta combinación entre el tema elegido y el formato, han dado una muestra potente, que no solamente le permitió a la autora resultar ganadora de un concurso, sino proponer un ejemplo, donde los artistas contribuyan al despertar de la clase obrera, en su lucha por un mundo donde la riqueza y las ganancias, a costa de la explotación, no se impongan sobre el valor de la vida. |