Se dice que Marx era un gran aficionado al ajedrez, e incluso existe una partida supuestamente jugada por él, cuya veracidad no se puede afirmar. Mayormente documentada está la pasión de Lenin por el ajedrez, a quien se le atribuye la famosa frase “El ajedrez es una gimnasia mental” y del que podemos encontrar fotos enfrentándose a oponentes tales como el escritor Máximo Gorki, en el exilio de 1908.
Etapas del juego, lucha de contrarios y transformación de la cantidad en calidad
Los ajedrecistas soviéticos le dieron gran importancia al análisis de las tres etapas (apertura-medio juego-final), utilizando el modo marxista de pensamiento que no concibe las fases del juego como estancas y aisladas entre sí. Podemos comparar sin ninguna duda esta contribución científica al juego con el análisis que Trotsky realiza de la sociedad. “La sociedad sufre un proceso de metamorfosis. Y en este proceso de transformación cada nueva etapa es consecuencia directa de la anterior. Este proceso conserva forzosamente un carácter político, o lo que es lo mismo, se desenvuelve a través del choque de los distintos grupos de la sociedad en transformación. A las explosiones de la guerra civil y de las guerras exteriores suceden los períodos de reformas pacíficas. Las revoluciones de la economía, de la técnica, de la ciencia, de la familia, de las costumbres, se desenvuelven en una compleja acción recíproca que no permite a la sociedad alcanzar el equilibrio. En esto consiste el carácter permanente de la revolución socialista como tal” (Introducción a La Revolución Permanente; León Trotsky, 1930).
En el ajedrez el tablero representa lo estático y constituye el espacio por donde se desplazan las piezas, que representan lo dinámico y constituyen la fuerza o material. Las jugadas en el ajedrez, su proporción uno a uno, ofrecen la oportunidad alternativa de utilizar lo que se conoce como “tiempo”, que es un indispensable componente del juego ya que en él se sintetiza el espacio y la relación de fuerza.
Entre la posición y sus componentes (espacio, tiempo y fuerza) existe una relación dialéctica: la posición se expresa en sus componentes, a la vez todos ellos conforman la posición (totalidad).
El desarrollo de las piezas y el dominio de las operaciones en el centro del tablero son los objetivos inmediatos de la apertura. La forma que toma esa lucha de contrarios (que puede ser la ocupación directa con peones o la dominación desde la distancia, con el rápido desarrollo de las piezas menores y un efectivo minado lateral) determina el tipo de lucha que se dará posteriormente. La ventaja de espacio es útil en el medio juego por la rápida movilización de las piezas, pero se convierte en una desventaja al final por las debilidades que esconde la retaguardia desguarnecida (+ se transforma en – y – se transforma en +).
Se considera que las blancas tienen una mínima ventaja, pues al hacer el primer movimiento poseen la iniciativa, es decir, las mejores posibilidades de ataque. Las negras tienen diferentes estrategias para sofocar esa ventaja. Por ejemplo, con un juego sólido y esperando pacientemente su oportunidad de contra juego, suelen ganar partidas más largas. Pero esto no es una ley inmutable. Hay defensas provocativas que buscan un error del blanco y entonces las piezas negras consiguen la iniciativa rápidamente y con jugadas implacables acaban una partida en pocas jugadas. Hay que entender que cada juego es distinto pero que guarda una profunda relación con otras partidas similares, por eso es necesario aprender de los errores propios y de la experiencia de los grandes maestros del pasado. Botvinnik recomendaba ese método de estudio, como hemos visto en una nota anterior y todos los grandes maestros lo siguen recomendando en la actualidad.
Siguiendo el consejo de otro campeón mundial, el gran maestro cubano Jose Raúl Capablanca, que afirmaba que “el ajedrez se aprende empezando por el final”, en las escuelas primarias de la URSS se hacía énfasis en que los niños aprendieran a dominar los diversos tipos de finales, para comprender la armonía entre las piezas y su autonomía, la importancia de la técnica en el manejo de cada situación (logro que dio lugar a la expresión periodística “la técnica soviética se impone en el final”), saber en qué casos una pieza es superior a la otra (alfil vs caballo, pareja de alfiles o pareja de caballos, la ubicación de una torre apoyando en la retaguardia a sus peones, etc.).
Otra de las características sustanciales en el paso de la apertura al medio juego y de este al final será el análisis de la estructura de peones, “el peón es el alma del ajedrez”, decía Philidor. Este es un factor estable, que suele mantenerse a lo largo de la partida y nos permite reconocer en un final cuáles fueron las primeras jugadas de la partida, aproximadamente. Un peón retrasado, doblado, aislado o pasado puede ser una ventaja suficiente para decidir el resultado de la partida en un final. Mientras que en el medio juego, una debilidad estructural puede aportarnos, en compensación, una excelente dinámica entre las piezas menores (alfiles y caballos activos).
Nuevamente, el enfoque de Botvinnik y los posteriores maestros soviético, que investigaron el tema, por ejemplo, las aperturas con el Peón Dama Aislado, permite abordarlo sin prejuicios, analizando cada posición concreta. Una pequeña diferencia, que podría no tener importancia a los ojos de un aficionado, puede inclinar la balanza hacia un lado u otro.
La reflexión profunda y el análisis concreto de las variantes
Antes de la escuela soviética, había una cierta pereza y un enfoque poco concreto, superficial a la hora de realizar un análisis entre las distintas variantes de una posición. Se limitaban a decir que tal o cual bando tiene una ventaja, según consideraciones generales que eran válidas para todas las partidas. Los jugadores soviéticos fueron muchos más lejos, desarrollando métodos de análisis relacionados con las matemáticas y la informática, como el explicado por Alexander Kotov en su genial “Juegue como un Gran Maestro”. Él propuso analizar la totalidad de las jugadas, realizar una selección entre las supuestas mejores a las que llamó “jugadas candidatas”. A su vez, estas tres o cuatro jugadas candidatas pueden enfrentarse, cada una de ellas, a las tres o cuatro del oponente, que lógicamente, también buscará las mejores jugadas. Este concepto permitirá desarrollar un frondoso “árbol de variantes” a medida que se multiplican las posibilidades como se muestra en la imagen a modo de ejemplo.
Ahora vamos a ver una complicada partida que utiliza este enfoque de análisis concreto de cada posición.
Botvinnik, Mikhail - Smyslov, Vassily [E68]
World Championship 20th Moscow (14), 15.04.1954 [Kasparov]
21...Cf3+ 22.Rh1 Axa8!! Espectacular sacrificio de la reina, que tiene compensación de sobra por las tres piezas menores. 23.Txb2 Cxg5+ 24.Rh2 Cf3+ 25.Rh3 Axb2 26.Dxa7 Ae4 27.a4 Rg7 28.Td1 Ae5 29.De7 Tc8 30.a5 Tc2 31.Rg2 Cd4+ 32.Rf1 Af3 33.Tb1 Cc6 [33...Cc6 34.Dc7 Ad4 35.Dxd6 Txf2+ 36.Re1 Te2+ 37.Rf1 Th2 ] 0–1
Conclusiones
El gran aporte de la Unión Soviética en la teoría y práctica del ajedrez, a la vez que tantos otros logros en el campo científico y cultural, son inseparables de la construcción del socialismo como formación social y económica, que es superior al sistema capitalista que se basa en la explotación de las masas.
Hay una relación muy estrecha entre el socialismo y el ajedrez, tanto por sus comprobados beneficios en la educación primaria de los niños y en la prevención de enfermedades de la vejez, pues además de desarrollar valores éticos, es un deporte que ejercita la mente (gimnasia mental, le llamaría Lenin). Entre otras cosas, fomenta la capacidad de análisis objetivo y reflexión profunda, la capacidad de decisión entre muchas posibilidades, la creatividad para sorprender al adversario y el espíritu crítico respecto a nuestras propias jugadas equivocadas. El ajedrez fue una herramienta en la construcción del socialismo en la Unión Soviética, y volverá a ocupar un puesto privilegiado en la formación intelectual de la clase obrera cuando el socialismo se extienda por todo el mundo.