Patadas, roces y lucha. Eso fue lo que se vio el jueves por la noche. No hubo juego ni fútbol (menos goles). Ni Boca ni River arriesgaron nada. Se limitaron a "marcar el paso". En la previa se habló mucho y se esperaba un gran partido. Había expectativa.
Marcelo Gallardo hizo las necesarias gestiones para que estuvieran presentes en la cancha Teo Gutiérrez y Carlos Sánchez, aunque la ausencia de Rodrigo Mora luego le complicó los planes. Rodolfo Arruabarrena se decidió por el Burrito Martínez para tener un delantero más y ser mayormente ofensivo. Su equipo era local y debía buscar el resultado. Todo parecía dado para que saliera un gran encuentro, pero…
Sí, es una semifinal de la Copa Sudamericana, pero eso no es excusa. Que hay presión, tensión y demás ya lo sabemos. Es que los técnicos armaron un esquema de espera y forcejeo, buscando el error del rival. Los jugadores obedecieron dóciles y se produjo un bodrio. Muchas faltas y pierna fuerte (sin dudas más River) que el árbitro Silvio Trucco no manejó correctamente. Era permanente la pelota dividida y la falta de precisión en los pases. Pero en realidad hubo miedo. Mucho miedo a perder y a quedar expuesto. A pagar las consecuencias. A quedarse con las manos vacías y sin nada en el haber. Y entonces, todos conformes.
Boca era el de la localía en este primer chico. Tenía que intentar más. Pero ahora resulta que todo es relativo. Con el asunto de que el gol de visitante vale doble, la cuestión primeramente pasa por mantener la valla propia en cero… Y encima el xeneize no tiene otra competencia para ganar. En estas páginas se elogió a River hace un par de meses. ¿Qué queda de ese equipo? Parece que muy poco. El desgaste físico, las lesiones y cierta previsibilidad y pérdida de funcionamiento lo mermaron también en el campeonato.
El jueves próximo se viene la revancha en el Monumental. Allí tendrá que haber un ganador sí o sí. El tema es cómo surgirá ese finalista. Si producto de un error, del azar de los penales o de la "genial táctica" de un DT o, por el contrario, de que los protagonistas hayan perdido el miedo y se lancen a conquistar resueltamente y con determinación la Copa. Esa es la apuesta, y el desafío está abierto. |