Trece años atrás (si, trece), mientras el Gato Gaudio y el Mago Coria disputaban la final de Roland Garros, un joven suizo de 22 años comenzaba a construir su propia leyenda. Es cierto, fue rápidamente eliminado en ese torneo, cayendo a manos de un inspiradísimo Guga Kuerten en la tercera rueda, pero todo estaba por cambiar.
Con ustedes: Roger Federer
Aquel joven suizo había ganado Wimbledon en el 2003 y luego de ganar el Abierto de Australia en el 2004 alcanzó la primera posición del ranking de la ATP. No había grandes dominadores del circuito, desde 1998 hasta la llegada de Federer el puesto número uno había rotado 25 veces en manos de 11 jugadores. Pero Roger miró en solitario y desde arriba al resto de los jugadores durante más de 4 años, logrando el record de mayor semanas consecutivas como número 1 y ganando 10 de los 18 Grand Slams que jugó en esta etapa.
Basado en una técnica tan fluida como elegante logró resultados en superficies y torneos de todo tipo, desde las canchas rápidas de césped y techadas, pasando por las pistas duras de cemento y también en las lentas de polvo de ladrillo. Su gran arsenal de golpes le permite jugar desde todas las posiciones de la cancha, siendo una de sus principales armas el drive, así como su saque y volea.
Acción y reacción: Rafael Nadal
Mientras el mundo caía rendido a los pies de la elegancia y técnica de Federer, apareció un joven Nadal que a pura potencia, velocidad y una voluntad inquebrantable se plantó como el principal contendiente del suizo. Supo encontrarle dos "debilidades" al suizo: las bolas altas sobre su revés y la baja velocidad del polvo de ladrillo.
Como Ali y Frazier, Magic Jonhson y Larry Bird o Senna y Prost. Federer y Nadal dieron una de las rivalidades más importantes del deporte. Federer comenzaba a ser considerado uno de los mejores tenistas de la historia, Nadal también, pero en tierra batida. Desde sus fortalezas comenzaron a atacar territorios ajenos, Roger disputaba finales en polvo de ladrillo, Nadal amenazaba con ganar finales en Wimbledon. En Agosto del 2008, luego de triunfar en Roland Garros y Wimbledon Nadal se queda con el puesto número 1 del ranking. El año siguiente, luego de ganar los mismos torneos Federer vuelve a hacerse del número 1.
Ocaso y renacer
En el 2012 la aparición de Novak Djokovic puso fin a la hegemonía de Federer y Nadal. Para este entonces el suizo tenía el record absoluto de Grand Slams ganados (17) y de semanas acumuladas como número 1 del mundo (302). Pero el tenis estaba avanzando, cambiaron las raquetas y muchos jugadores avanzaron sobre los pasos de Roger y Rafa, sumado a las lesiones que ambos tuvieron fueron paulatinamente relegados no sólo en el ranking, sino en la escena tenísica.
A mediados del año pasado, con 35 años, Federer se aleja 6 meses del circuito por una lesión en la rodilla. Cambia de entrenador, de técnica y de raqueta y se siembra la incógnita de cómo será su regreso. No sólo gana el Abierto de Australia, su grande n° 18, sino que lo hace también en Indian Wells y Miami, los tres torneos más importantes del primer trimestre. En los tres torneos superó a Nadal (quien también viene realizando una fantástica temporada), su antigua bestia negra a quien no vencía en una final de Grand Slam desde hace 10 años.
Trece años después (si, trece), Federer vuelve a al centro de escena. Con un nuevo revés que dejó de ser su “debilidad” para ser un arma más de su extenso arsenal y una agresividad para terminar los puntos lo más rápido posible se ha transformado en una versión superada de sí mismo. No sólo elevó el listón del tenis hace más de una década, sino que parece que lo volverá a hacer y siembra una pregunta en el mundo del tenis: ¿Podrá volver a ser, a los casi 36 años, nuevamente el número 1?