Al igual que hoy, hace 5 años, llegaron marchas provenientes de otras regiones exigiendo el respeto hacia sus entornos ambientales. De hecho hace poco, también en esta ciudad, hubo otra concentración que se resistía a la construcción de represas en las regiones de “El Bala y “El Chepete”.
En esta ocasión, la protesta está protagonizada por comunarios de Kaphi, Pinaya, Cayimbaya y Palca; poblaciones cercanas al Nevado Illimani, la montaña emblema de la ciudad de La Paz. Esta montaña es una de las más importantes de Bolivia, quizá la más importante si hablamos de su peso tradicional en las culturas andinas. Los pobladores se movilizaron en defensa de la montaña, y denuncian la presencia de empresas extranjeras que, según documentos que tendrían dirigentes de las comunidades, tienen actividades de explotación minera en el lugar.
Los comunarios vienen denunciando estas actividades desde el año pasado, cuando la Cámara Nacional de minería confirmó la presencia de cooperativas allí. También se denuncia la presencia de una transnacional China en las partes elevadas de la montaña, que, según Cipriano Quispe, dirigente, tiene carta abierta para la explotación, y contrato “llave en mano” otorgados por la AJAM (autoridad jurisdiccional administrativa minera).
Vamos a intentar hacer pues, una síntesis, bosquejar el significado de lo que estuvo pasando, casi de trasfondo, en el país; acerca del tema ambiental; y que la comunidad internacional que ha abanderado al presidente Evo Morales como “defensor de la madre tierra”, ignora completamente.
El trasfondo de todas estas marchas se cierra sobre nuestra política de estado que, fuera de la charlatanería pachamamista del partido gobernante, ha dado continuidad a las políticas de anteriores gobiernos, respecto a la política económica. Ésta se basa, cómo no, a la explotación bruta; sin planificación centralizada, ni lógica que no sea el lucro inmediato, renta bruta, virtual inexistencia de generación de valor agregado, contratos directos y de llave en mano, tanto de explotaciones mineras, hidrocarburíferas, carreteras y otros proyectos que siguen la misma lógica extractivista, directa e indirectamente; y por supuesto, desprecio por el entorno ambiental; de pueblos campesinos indígenas y no indígenas por igual, así como, si bien de forma indirecta, de los habitantes de la ciudad.
¿Qué pasa entonces con el discurso de presidente, vice y amigos atacando al capitalismo salvaje y a las políticas económicas de países centrales? ¿Cómo es que se arrogan en sí mismos la facultad de tomar el liderazgo en cuanto a vanguardia de política medioambiental en la comunidad internacional?
Más allá de la natural incompetencia de gobierno boliviano, existen 2 razones importantes.
La primera, es la lógica cooptadora que ha seguido este gobierno desde el principio. Comprando y amenazando dirigentes de todas las organizaciones, organizando persecuciones contra sindicatos independientes, y acallando disidentes internos y externos de la forma más discreta posible. Es indispensable para el partido gobernante, mantener el discurso lo más ambientalista, libertario y pseudoizquierda posible, no sólo para mantener bajo su régimen el sostén de dichas organizaciones sociales, sino de toda su tropa de tirasacos posmodernos de diverso calibre, tanto nacional como internacionalmente.
La segunda, es el rol que ha pasado a tener Bolivia con respecto a las políticas intercontinentales que se toma en la ONU y la comunidad internacional en general. No me refiero a un papel destacado e importante como cree la mirada ingenua y superficial. Me refiero al rol de tonto útil, y de vez en cuando chivo expiatorio para justificar la acción estéril de éstas instituciones. La división internacional moderna del trabajo, ha situado a Bolivia en una posición correspondiente al “nicho ecológico”. En lo referente al consumo y proliferación de “GMOs” o alimentos modificados genéticamente por Monsanto y otros, Bolivia ocupa una posición, debido (no a una decisión consciente de consumo natural como podría creer también la mirada ingenua y superficial) a su incompetencia económica, el ridículo tamaño de su mercado interno y el casi nulo nivel de industrialización de la producción/consumo nativa de alimentos. Qué otra cosa se puede esperar de una comunidad internacional que ha decidido hacer pagar el costo del desastre ambiental global a las clases trabajadoras del mundo mediante el impulso a la creación del “nicho verde”. El “nicho verde”, la línea de productos “naturalmente responsables” de las grandes empresas y el costo añadido que representa su consumo, no es otra cosa que pasar la responsabilidad de pagar los daños a los consumidores. Y de “concientizar” e impulsar a las clases de más bajos ingresos su consumo, se encargan, fuera de la parafernalia televisiva publicitaria, los mismos grupos ambientalistas liberales que dicen defender el medio ambiente. Con razón los grandes burgueses sonríen al ver desde sus ventanales en el último piso a los nuevos guerreros del medioambiente que protestan por el engrandecimiento del “nicho verde” en las calles de Estados unidos.
Recapitulando, no podemos esperar gran cosa de la “comunidad internacional” respecto a salvar al medio ambiente, porque ésta está dirigida por las mismas personas que lo pusieron en riesgo en primer lugar.
Volviendo a Bolivia, aquí estaremos presentes, en la (ojalá que no) permanente lucha por la defensa de nuestro medio ambiente, por la gente que de verdad lo sufre, la gente que de verdad quiere desde lo profundo de su corazón una solución al problema, que pide a gritos ayuda al gobierno, sin saber que es su política corporativista la que los vulnera. O acuden a la derecha opositora del país, que busca retomar la hegemonía política en la pugna con el oficialismo, pero que en realidad aún se beneficia de la economía primario-extractiva del gobierno mediante la renta y el ingreso por importaciones que genera. Estaremos del lado del pueblo, de la clase trabajadora, aquella que es la única preparada y con genuina voluntad de ponerle una solución al problema, antes de que el desequilibrio ambiental sea demasiado grande para sostenerlo. |