La revuelta contra el vocero del gobierno estadounidense se dio inmediatamente entre los mismos periodistas que recogían su declaración, quienes lo interrumpieron y le cuestionaron que no tomara en cuenta las órdenes de Hitler para asesinar a los millones de personas en cámaras de gases en los campos de concentración.
Su declaración rayaba en la negación del holocausto, un tema políticamente incendiario debido a la enorme presión que ejercen los grupos de opinión judíos, y remarcamente los sionistas dentro de esta comunidad religiosa, quienes usan como bandera el exterminio de judíos por los nazis aunque, casualmente, “olvidan” que los soldados israelíes hacen lo mismo en Palestina.
Tampoco es defendible el hecho de que EE. UU. “no usara armas químicas en la Segunda Guerra Mundial” cuando este país imperialista decidió usar innecesariamente un arma mucho más mortífera que si bombardeara a las poblaciones “enemigas” con gases neurotóxicos o asfixiantes: las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Éstas causaron instantáneamente la muerte 225 000 civiles inocentes y 130 000 heridos más, sin contar a los que sufrieron daños permanentes por radioactividad. Ni qué decir que cuando EE. UU. modernizó sus métodos de exterminio bélico, bombardeó precisamente con gas sarín los campos en la guerra de Corea y posteriormente arrasó los territorios selváticos vietnamitas con toneladas de napalm.
Nada tiene que presumir de “magnanimidad” el ejército estadounidense, responsable de ataques atroces a las poblaciones indefensas e inocentes y víctimas de sus guerras, golpes de Estado, intervenciones en diversas partes del mundo y en especial en su patio trasero latinoamericano. Una potencia imperialista que ha acompañado su dominio territorial y comercial aliado con la muerte y la destrucción.
“Lo que realmente quise decir”
El vocero presidencial tuvo que rectificar y pedir disculpas “mi objetivo entonces y ahora es mantenerme enfocado en Assad y así debería haber sido; me aseguraré de apegarme a mi línea cuando hable de eso”, dijo. Y continuó: “De ninguna manera traté de minimizar la naturaleza horrenda del Holocausto. Traté de hacer una distinción entre la táctica de usar aviones para lanzar armas químicas sobre centros de población. Cualquier ataque contra personas inocentes es reprensible e inexcusable".
Una tras otra: las personas muertas con gas sarín, eran del todo inocentes, de la guerra civil misma y de los irracionales ataques militares, independientemente del tipo de arma que se use. ¿Es reprensible e inexcusable?, por supuesto que sí, y la declaración equivocada del vocero presidencial muestra el nerviosismo del gabinete trumpiano, pues no está demostrado su dicho de que el bombardeo lo hizo Al Assad y queda en el aire la duda vertida por la versión rusa de que los contenedores de gas sarín estaban en manos de los rebeldes sirios y explotaron con los bombardeos.
¿Y si esto último se comprobara cierto? EE. UU. quedaría muy comprometido por ser el proveedor de armas y dinero de varias de las milicias opositoras a Al Assad. De la misma manera, su coartada para bombardear el aeródromo militar sirio, lo que significa una agresión militar directa, se desvanecería.
Lo anterior concuerda con la urgencia que tiene Trump de recomponer la relación de fuerzas en esa región a su favor. Rusia, Irán y Turquía habían aprovechado en gran medida la derrota de las milicias opositoras en Alepo y avanzaban negociaciones “de paz” que fortalecerían a Al Assad y algunos beneficios económicos y políticos para todos.
Estados Unidos necesitaba dar un golpe de autoridad y lo logró a punta de misilazos, obligando a la aparición de declaraciones de aprobación de potencias y países “aliados” y acotando así diplomáticamente a Rusia e Irán. Dichas declaraciones de apoyo “olvidan”, por cierto, que hace un par de semanas trescientos civiles inocentes fueron bombardeados por aviones estadounidenses durante sus ataques a ISIS (Ejército Islámico) en Mosul. Un acto “reprensible e inexcusable” diría el vocero Spicer. |