Los bailes de cuarteto tienen en su haber un tendal de muertos. La gran mayoría de los bailarines perdieron la vida a manos de la policía: es costumbre de las policías bravas despedir a los balazos la salida de los jóvenes que salimos a divertirnos un rato.
Cuando la situación económica y social se nos hizo más difícil, estos hechos se incrementaron. Tanto el Súper-Deportivo, la Sociedad Belgrano, como Atenas (clubes deportivos y salones bailables a la vez), todos tienen sus propias víctimas.
Hay lugares donde ya no toca Carlitos “La Mona” Jiménez, y muchas veces se debe a que la policía “se llevó” a uno de los nuestros. Garrotes o balas es la historia que vivimos los jóvenes de los barrios obreros y populares cuando salimos a bailar. El silencio de la Mona (como también de otros cantantes o grupos de cuarteto) es moneda corriente y está en nosotros, que somos su razón de existir cuestionar el silencio cómplice de los artistas con su gente que guste o no vive bajo las balas, dejamos la vida en las fábricas, en las obras y en comercios para asistir a los bailes.
Es lamentable que ninguno de los cantantes apoyara una Marcha de la Gorra que llego a tener 20 mil personas movilizadas, o repudiar las decenas de casos de gatillo fácil que se producen, ni siquiera denunciar el acoso constante que sufre su público en los barrios populares por parte de las fuerzas policiales que año a año se multiplican en la provincia, artistas más cerca de su gente es lo que hace falta.
El sábado, después de meses sin la presencia de “la Mona” en los escenarios por un problema en sus cuerdas vocales, se presentaba por segunda vez en lo que se conoce como “el clásico” del Sargento Cabral. Era esperable y bien sabido que la presencia de la gente sería mayor por dos situaciones: el regreso después de meses de no tocar, y el hecho de ser fin de semana largo. Las entradas se vendieron desde las 18hs y la gran mayoría ya las tenía en sus manos desde temprano. Si existió sobreventa de entradas, el negocio se hizo horas antes y todos los involucrados estaban anoticiados y con los bolsillos llenos con su tajada.
En lo que se refiere al cuidado del público, horas antes se preveía que no se podía garantizar que un espectáculo tan esperado y en un lugar rodeado de esa mística particular se pudiera desarrollar normalmente, ninguna medida se tomó.
Afuera, miles de “moneros” esperaban entrar, felices de estar “sargenteando” (como le decimos en Córdoba cuando vamos a un baile en el Sargento Cabral), mientras “la Mona” Jiménez junto al empresario Rubén Bravies (dueño del baile y su amigo íntimo) estaban con sus bolsillos llenos, el intercambio dinero-diversión no se cumplió y uno de los nuestro salió con el corazón aplastado.
¿Adónde buscar responsables? La diversión no puede transformarse en su contrario sólo porque sí, la impunidad del negocio de la noche se sigue llevando amigos, hermanos y conocidos como si nada. Y siempre quieren hacer caer las culpas sobre los mismos: fue la gente, la cultura, la bengala, todos elementos inimputables, pero que por una nada azarosa casualidad les lava las manos en la fuente de Pilatos a los que ganan con nuestra diversión y esparcimiento. En el mejor de los casos, aparecen para dar un pésame en los medios o las redes sociales, esperando que pase rápido la noticia y el negocio siga sin parar.
¿Quiénes son los que manejan la noche? Los empresarios dueños de los lugares y la policía. Esta mención viene a cuenta, ya que en las noches de los bailables, los dueños y señores de lo que se hace o no, son los policías del gatillo fácil. En este punto convergen todos: la municipalidad, el dueño del local, el músico, todos están a su disposición y todo lo que se refiera a la noche en sus manos.
Cuando vemos que Pablo Javier Villafañe es sacado casi sin vida por una ventana que está ubicada a metros de una enorme puerta de salida, distinguimos dos cosas claras, primero la falta de personal médico en un lugar que convoca a más 6 mil personas, y segundo, la saturación de operativo policial. Vale preguntarse entonces, ¿cuesta más caro contratar una ambulancia que semejante cantidad de adicionales? Ahí también juega el negociado de los comisarios. Si la puerta de seguridad estaba a metros y abriéndola se descomprimía, ¿por qué se decidió sacarlo por la ventana? Evidentemente especulaban seguir con la noche, cuando ya la fiesta (que nunca comenzó), se transformó en tragedia para un trabajador que junta el mango para ir a divertirse y pierde la vida.
La demora en el ingreso es responsabilidad del operativo, que realiza un cacheo tras otro como si uno estuviera por entrar a la Casa Blanca. Esta demora e impunidad fue calentando el ambiente. Gente harta de esperar, un ingreso lento para la cantidad de gente y lo más inapropiado que pueda existir para cualquier espectáculo de esparcimiento: un ejército de hombres y mujeres armados.
El criterio para cualquier situación social es poner más policía, muy acorde a los tiempos políticos que se viven y a la línea que baja del Ejecutivo Nacional. Línea que el Gobierno Provincial sigue con afán. Este sentido común es lo que tenemos que cambiar, la noche no es de los empresarios y de la policía llevándose vidas por doquier, la noche tiene que ser nuestra, sin el lucro y el garrote.
Seguridad y médicos, ambulancias, instalaciones adecuadas, agua en los baños, puertas que se abran y artistas que estén más acá y no tan allá. |