Miles de urnas fueron reabiertas y los resultados del balotaje apenas se modificaron. El correísmo denunció como “vergonzosa” la ausencia de los fiscales opositores. La izquierda acompañó el pedido de la derecha, y previamente llamó a votar por Lasso. ¿Se defendió la independencia política de los trabajadores?
El martes 18 por la noche finalizó en el Coliseo General Rumiñahui de Quito el recuento del 10% de los votos del balotaje del 2 de abril, que habían sido impugnados por la fuerza CREO-Suma. En total se revisaron 3865 actas, que representaron más de un millón de sufragios. Los nuevos datos oficiales indican un 48,84% para Guillermo Lasso y 51,16% para el candidato oficialista Lenin Moreno, quien fue confirmado por el Consejo Nacional Electoral como el nuevo presidente del Ecuador.
El proceso se realizó con la presencia de delegados de Alianza PAIS, misiones de observación electoral como Uniore, OEA y Unasur, y 985 personas de otras instituciones. Los delegados de CREO-Suma, quienes exigieron el recuento de la totalidad de las actas acusando al correísmo de “fraude” en el balotaje, no asistieron a la audiencia pública, y fue en Twitter donde el ex banquero opositor, Lasso, volvió a solicitar el recuento total, calificando de “show” lo sucedido en Quito.
La posición de la izquierda ecuatoriana frente al balotaje: ¿una defensa a la “independencia de clase”?
La denuncia de fraude fue acompañada y apoyada por el Acuerdo Nacional por el Cambio (ANC), una coalición de movimientos políticos de centro izquierda e indigenistas, como Izquierda Democrática y Pachakutik; entre los que se encuentra Unidad Popular, el ala electoral del Partido Comunista Marxista Leninista Ecuatoriano (PCML). El PCML, que militó la candidatura presidencial del general retirado, Paco Moncayo, dio en la segunda vuelta un pleno apoyo a Guillermo Lasso.
Uno de los dirigentes del PCML, Geovanni Atarihuana, declaró en una entrevista que "en la actual coyuntura histórica, en este plebiscito donde está en juego la historia del Ecuador, es necesario derrotar al correísmo en las urnas. Dejar en claro que el voto nulo le hace juego al gobierno. Es necesario votar y llamar a votar por Guillermo Lasso. Estamos opuestos al programa de gobierno de Lasso: Votar por él no significa que asumamos su propuesta programática. Tenemos que hacer campaña: ¡Fuera Correa, Fuera! Pero también destacar y con energía que a partir del primer día del nuevo Gobierno, nosotros, la Unidad Popular junto al pueblo, nos vamos a movilizar para exigir castigo a los corruptos; por democratizar al Ecuador."
Por otro lado, toda la la recta final de la campaña hacia el balotaje fue presentada por las fuerzas de la izquierda reformista y progresista regional, aliada al correísmo, como una batalla histórica por la resistencia frente al avance de la derecha en Latinoamérica. La victoria de Mauricio Macri en Argentina (2015) o el golpe institucional de Michel Temer en Brasil (2016) son ejemplos de este avance. Sin embargo, en su argumentación obviaron toda mención a las políticas derechistas y neoliberales que sus propios gobiernos ejecutan, basadas en modelos extractivistas y de exportación de materias primas, que acentuaron aún más la dependencia de los países sudamericanos al capital de la grandes potencias extranjeras, y que se combinaron con represión, explotación y precarización sobre el pueblo trabajador.
En este sentido regional, las analogías con la campaña electoral del balotaje argentino de 2015, que enfrentó al candidato kirchnerista Daniel Scioli contra el actual presidente Macri, fueron una constante referencia para la campaña que promovieron los políticos, intelectuales, periodistas y militantes progresistas. Tanto como un llamado para “hacer todo lo posible porque la derrota no se repita”, como para enfrentarse a las posiciones políticas de las izquierdas que se reclaman marxistas y revolucionarias.
Un artículo de opinión Una elección histórica para Ecuador y también para América Latina calificó como “triste papel de la pseudoizquierda” al llamado del PCML a votar por el banquero Guillermo Lasso. Pero también concluye que “en Argentina, ante las elecciones de 2015, la izquierda trotskista afirmó que los dos candidatos ‘eran lo mismo’. Encabezaba el ranking regional de insensatez, pero lo perdió a manos de sus colegas ecuatorianos. Estos dicen que el banquero es mucho mejor que Moreno y Correa.” Y aquí es donde los argumentos generan confusión, al calificar como “insensatez” las posiciones del PCML en Ecuador, equiparadas junto a las del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) en Argentina, sin distinguir las profundas diferencias programáticas y de principios que las separan.
El PCML justificó su llamado a votar por Lasso en virtud de la necesidad de “acabar con Correa” a toda costa, sin importar quién esté enfrente: “Uno y otro son representantes de las clases dominantes, pero, no hay duda alguna que el correísmo es hoy el enemigo principal de los trabajadores y los pueblos del Ecuador.” (Semanario En Marcha, 7 de marzo de 2017). Caracterizando a Lasso, un banquero conservador y de derecha, como un “mal menor”, afirmaron que “durante estos años hemos combatido a un gobierno burgués pro imperialista pintado de pseudo democrático. A veces, esos gobernantes ‘camuflados’ son más peligrosos que los que abiertamente pregonan sus orígenes y propósitos” (Semanario En Marcha, 30 de marzo de 2017).
Tan sólo unos días después del balotaje, otra editorial del periódico del PCML ensayó una suerte de balance sobre su posición, completamente exenta de autocrítica y poniendo patas arriba consignas elementales para el marxismo: “La izquierda revolucionaria junto al movimiento sindical y popular organizado han desarrollado una trascendente lucha política contra una facción burguesa corrupta e inescrupulosa. Y lo hicieron desde posiciones justas, manteniendo la independencia de clase y buscando generar un escenario favorable para continuar la lucha en contra de los dueños del capital” (Semanario En Marcha, 7 de abril de 2017).
Sin embargo, si analizamos las consignas políticas asumidas por el Frente de Izquierda en Argentina en 2015 (que llamó a votar “en blanco”, es decir, por ninguno de los dos candidatos), se observa rápidamente cuánto difiere con la del PCML, en particular con esta últimas dos afirmaciones: la “independencia de clase”, y la búsqueda de un “escenario favorable para continuar la lucha”.
La campaña del Frente de Izquierda y de los Trabajadores consistió en denunciar sistemáticamente a ambos candidatos como representantes del gran capital y como los encargados de llevar adelante el programa de ajuste económico que la burguesía demandaba. “Tanto Macri como Scioli quieren devaluar. Macri habla de shock devaluatorio, Scioli de devaluación gradual, pero en ambos casos lo que buscan es disminuir el salario real de los trabajadores para aumentar la rentabilidad de las empresas. Nosotros creemos que mientras más alto sea el voto en blanco o nulo, más fuerte va a ser el mensaje de rechazo a estas políticas”, explicó en una charla previa al balotaje Nicolás Del Caño, ex candidato a presidente del FIT y dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS).
El dirigente del PTS, Christian Castillo, explicó en la misma charla que el balotaje “es una interna de la derecha, y nosotros no votamos en una interna de la derecha, no votamos quien nos aplica el ajuste. Tenemos toda la confianza que con la organización y la lucha de los trabajadores y el pueblo vamos a enfrentar y derrotar estas políticas y vamos a conseguir nuevas conquistas; no confiamos en ninguno de estos candidatos, toda nuestra confianza está en la lucha de los trabajadores y el pueblo. Somos una minoría combativa que está preparando el porvenir”.
Además del PTS, el FIT es un frente electoral compuesto por otros dos partidos trotskistas, el Partido Obrero (PO) e Izquierda Socialista (IS). Para octubre de ese año, el Frente venía de lograr una elección histórica para cualquier partido de izquierda revolucionaria en la región, obteniendo más de un millón de votos, ampliando su presencia en el Congreso Nacional a cuatro escaños, y sumando numerosas bancas en la distintas Legislaturas provinciales. “Logramos plantear un programa anticapitalista y de la clase obrera. El FIT se mostró como una alternativa real. Cada una de las bancas ganadas son puestos de lucha, no sólo para plantear denuncias, sino también para acompañar los reclamos en las calles”, agregó Del Caño, para mostrar que una fuerza revolucionaria puede obtener éxitos electorales sin rebajar su programa de clase o tirar por la borda su independencia política.
El devenir de la política argentina durante el primer año de gobierno de Macri le dio la razón al FIT en su campaña por el “voto en blanco”. Mientras la militancia kirchnerista llamaba a “resistir con aguante”, los congresistas del Frente Para la Victoria (FPV), que meses atrás llamaron a votar en contra del macrismo, o bien se disgregaron hacia otros espacios más derechistas, o bien fueron los mismos que votaron a favor de las leyes que facilitaron el ajuste económico. La garantía a la gobernabilidad, en favor del descargo de la crisis sobre los hombros de los trabajadores, tuvo su máxima expresión con el voto del FPV a favor de la Ley de Pago a los fondos buitres, completamente a pedido del capital financiero internacional, y que significó ganancias de más del 1000% para los acreedores de deuda externa.
La ola de despidos en el Estado también puso a la luz la impotencia del kirchnerismo para la resistencia, al tiempo que develó que la profunda política de precarización y subcontratación laboral ejercida por el gobierno de Cristina Fernández en los años previos, fue la base legal que permitió la expulsión de miles de trabajadores. En las provincias gobernadas por representantes del FPV, la situación no fue distinta. En esto, la burocracia sindical, incluso la abiertamente reconocida bajo la bandera del kirchnerismo, demoró más de un año el llamado a un paro general, sin oír el pedido de las bases por un plan de lucha para enfrentar un contexto de inflación galopante y despidos generalizados, tanto en el ámbito público como privado. El espacio político progresista no estuvo a la altura de su propio relato de “resistencia”.
Asimismo, tanto Macri como Scioli se apuraron en saludar con algarabía el triunfo en las elecciones norteamericanas del actual presidente Donald Trump. Numerosos asesores y políticos allegados a Scioli gastaron sus manos en aplaudir las medidas económicas del equipo de Macri. Incluso, recientemente, Scioli se puso del lado del macrismo al aconsejar “cerrar las paritarias por decreto” para terminar con el fuerte conflicto salarial docente que jaquea al Gobierno argentino hace semanas, con numerosos paros del sector educativo, movilizaciones, y fuerte apoyo de la población.
Actualmente, la influencia del Frente de Izquierda va más allá de lo electoral: se ha constituido en una referencia política e ideológica ineludible a nivel nacional y ha movilizado a más de 20 mil personas a finales de 2016 en un acto en un estadio de fútbol. El desarrollo del Frente pasa por profundizar la intervención en la lucha de clases y por abrir más y más sus filas a la vanguardia obrera, juvenil y del movimiento de mujeres, defendiendo a rajatabla su programa de independencia de clase.
En clara contradicción con lo que el PCML ecuatoriano sostuvo, un voto nulo (o en blanco) no le hace “el juego al gobierno”, sino que planta una bandera de lucha por la independencia política de los trabajadores, al dejar asentada la posición del partido en no optar por ninguna variante patronal o burguesa, ni por ninguna de las facciones de la clase dominante; al tiempo que destaca la importancia de formar un partido revolucionario con estrictas delimitaciones programáticas respecto a los partidos de la burguesía.
De la misma manera, es ilógico considerar que optar por una de las dos variantes burguesas deja mejor preparado el escenario en la lucha futura. Ampararse en la “coyuntura histórica” para llevar a la clase obrera detrás de la derecha implica desconfiar de su fuerza organizada y del propio programa que se levanta, dado que el contexto y la lucha interburguesa parece estar, para el PCML, por encima de las necesidades de independencia política. Esto desmoraliza a los sectores más avanzados y los lleva a desconfiar de las ideas y del programa socialista. Una “tercera posición”, de izquierda, ajena a las dos fuerzas en pugna, abona un mejor terreno para los trabajadores en su lucha frente a la clase burguesa en su conjunto.
En Argentina, la experiencia enseña que la independencia política de la clase trabajadora no es una consigna abstracta, sino que exige una práctica que implique no optar por ninguna de las variantes que la burguesía ofrece, por no darle ninguna legitimidad a sus proyectos, y por sentar las ideas que ayuden a construir una gran fuerza militante y revolucionaria.