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La Izquierda Diario
27 de abril de 2020 Twitter Faceboock

A 83 AÑOS DE SU MUERTE
Antonio Gramsci, estratega de la hegemonía
Juan Dal Maso | [email protected]

Una reflexión sobre algunas ideas de Antonio Gramsci, a 83 años de su muerte.

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Publicados primero en ediciones temáticas preparadas por Palmiro Togliatti y Felice Platone entre 1948 y 1951 y luego mediante la edición crítica de Valentino Gerratana en 1975, los Cuadernos de la cárcel han sido y siguen siendo una de las obras más importantes del marxismo del siglo XX. Intentaremos resumir algunas de sus principales ideas.

El Estado integral

Proponiéndose profundizar el concepto de Estado, Gramsci arriba en octubre de 1931 a la definición siguiente: “El Estado (en su significado integral: dictadura + hegemonía)” (C6 §155)(1).

En su constante ejercicio de reflexión sobre los problemas del presente tendiendo una mirada al pasado, esta categoría permite a Gramsci analizar la evolución de los estados modernos en Europa desde 1848, así como los cambios en las configuraciones del poder estatal durante el período de entreguerras (el fascismo y las democracias burguesas con tendencias cesaristas o bonapartistas). A diferencia de las interpretaciones que postulan a Gramsci como un teórico del consenso en la sociedad civil, esta categoría implica para Gramsci que la distinción entre sociedad civil (partidos, sindicatos, clubes, periódicos, asociaciones culturales y un largo etcétera) y sociedad política o Estado es “metodológica y no orgánica”, es decir que en el proceso histórico ambos polos se entrecruzan, siendo característico del Estado integral que el propio aparato del Estado establece ciertas funciones “consensuales” (reconocimiento de ciertos derechos sociales garantizados por el Estado) mientras que la sociedad civil también puede cumplir funciones represivas (por ejemplo la violencia paraestatal fascista antes de la marcha sobre Roma). En este contexto, de entrecruzamiento entre Estado y sociedad civil, coerción y consenso, Gramsci señalaba que los partidos y sindicatos de masas pasaban a jugar un rol de policía. Por este motivo, como veremos más adelante, la estrategia de conquista de hegemonía no podía prescindir del uso de la fuerza. En este análisis de las mutaciones del poder estatal hay un punto de confluencia entre los análisis de Gramsci y los de León Trotsky, que prestó especial atención a dos fenómenos claves (junto con el ascenso del fascismo) del período de entreguerras: las diversas variantes de bonapartismos y la estatización de los sindicatos.

La revolución pasiva

Gramsci relaciona la anterior reflexión sobre la evolución de las formas estatales con la problemática de la “revolución pasiva”. Este concepto había sido acuñado por Vicenzo Cuoco, el historiador de la revolución napolitana de 1799, para señalar la necesidad de una revolución que pudiera interesar al mayor número de personas posibles, ganando la opinión del pueblo. Para Gramsci, los liberales moderados del Risorgimento (proceso de unificación italiana que se consuma en 1861) habían tergiversado la idea de Cuoco hasta trasformarla en la idea de un cambio estatal desde arriba, pero sin reforma agraria para evitar que la revolución italiana cayera en el “jacobinismo”. Benedetto Croce, el gran intelectual liberal neohegeliano, llamando a luchar contra el materialismo histórico, era continuador de esta tendencia historiográfica y política, que más allá de sus intenciones terminaba en un frente único con el fascismo contra los comunistas. Profundizando la reflexión sobre la problemática de la revolución pasiva, Gramsci extiende el concepto para reflexionar sobre fenómenos como la reorganización de la producción industrial y las costumbres realizada por el fordismo/americanismo en Estados Unidos o la propia tentativa del fascismo de modernizar Italia sin resolver sus contradicciones estructurales más profundas. Pero quizás lo más interesante para los sectores populares no sea la utilización del concepto de revolución pasiva para comprender ciertos procesos de “modernización” limitada y desde arriba, sino las implicancias que tiene para pensar una estrategia de la clase trabajadora y los sectores subalternos. Utilizando las imágenes de “revolución sin revolución”, la de “revolución-restauración en la que sólo el segundo término es válido” o la de “restauraciones progresistas”, Gramsci alerta sobre las consecuencias de aquellos procesos de recomposición estatal que guardan la apariencia de un progreso, pero obturan la vía para cambios estructurales revolucionarios, al mismo tiempo que mantienen a las masas populares en una posición subordinada.

Hegemonía

En sus escritos del período pre-carcelario, se podría sintetizar la idea gramsciana de hegemonía de dos modos: como alianza obrero-campesina para luchar por el poder en Italia y como “hegemonía en régimen de NEP(2)” para comprender la situación de la URSS. A esta última situación hacía referencia Gramsci en su carta al Comité Central del PCUS, escrita en octubre de 1926 y que Togliatti (en ese momento en Moscú) se guardó en el bolsillo. En esa carta, Gramsci junto con los miembros del comité ejecutivo del Pcd’I, condenaba los métodos gangsteriles de la mayoría (Bujarin-Stalin) contra la Oposición Conjunta (Trotsky-Zinoviev-Kamenev), pero tomaba partido por la política de aquella, señalando que la clase obrera soviética era políticamente dominante viviendo una situación social de clase subordinada, lo cual era la contradicción inaudita que la historia había deparado para la dictadura del proletariado. Para Gramsci, en esas difíciles condiciones, la hegemonía sólo podía estar asegurada por la unidad del grupo dirigente que sostenía el punto de vista de la clase obrera. Desde este posicionamiento en adelante, la idea de hegemonía ha quedado asociada a la de “sacrificios de orden económico-corporativo”, que ha servido incluso -en una clara deformación- para que sindicalistas del PCI en los ’70 aceptaran las políticas de austeridad de la DC.

En los Cuadernos, Gramsci realiza un amplio enriquecimiento de esta problemática. Es conocida la definición del C1 §44 sobre que para ascender al poder, una clase debe ser dirigente de los grupos aliados antes de poder constituirse en dominante de los grupos enemigos. Asociada comúnmente con la adquisición de consenso, la cuestión de la hegemonía abarca otros aspectos que es necesario tomar en cuenta.

En primer lugar, la cuestión del consenso es sólo un aspecto de las relaciones de fuerzas. Reflexionando sobre la actualidad de Maquiavelo, Gramsci señala que la política consiste en la creación de nuevas relaciones de fuerzas (C13 §16) y asimismo que la construcción de una hegemonía en el plano de las relaciones de fuerzas políticas se resuelve en el de las fuerzas militares, que es el momento “inmediatamente decisivo” (C13 §17).

En segundo lugar, en la reflexión carcelaria, la cuestión de la hegemonía aparece no sólo como dirección intelectual y moral sino también como predominio económico. Sin cambiar explícitamente su posición de 1926, Gramsci señala en C13 §18 que la hegemonía no puede ser solamente ético-política sino también económica, a partir del rol central que el grupo dirigente juega en la actividad económica de la sociedad. El contexto de la definición es el de una crítica del economicismo, por la que resulta importante tenerla en cuenta, contra las lecturas puramente “politicistas” de su pensamiento.

Por último, debemos considerar el impacto que tiene sobre el concepto de hegemonía la tentativa de Gramsci de construir conceptos integrales, acorde a su concepción del marxismo como el creador de una “nueva inmanencia” que une los planos histórico, político, económico y filosófico en una nueva síntesis teórica. Esta idea de la nueva inmanencia implica que la crítica de la economía política se realiza desde una óptica que incluye los aspectos históricos y filosóficos, la crítica de la filosofía aquellos económicos, históricos y políticos y la crítica de la política, los económicos, históricos y filosóficos. Aplicada a su propio marxismo, esta idea gramsciana del “nuevo concepto de inmanencia” tiene un valor metodológico central para establecer las relaciones entre los distintos planos o aspectos de la teoría marxista a la hora de delimitar el concepto de hegemonía.

La hegemonía, desde el punto de vista conceptual que proponemos, abarca un plano histórico (sustitución de la burguesía por el proletariado en la historia mundial), político-estratégico (modificación de la relación de fuerzas políticas que se resuelve en el ámbito de las relaciones de fuerzas militares como ya señalamos), económico (la hegemonía no puede ser solamente cultural sino que parte del rol central que juega el grupo hegemónico en la actividad económica de la sociedad) y filosófico (la filosofía de la praxis permite a la clase trabajadora no ser una clase dependiente de la ideología burguesa y de este modo dirigir a los grupos aliados y sentar las bases de una nueva cultura en un nuevo tipo de Estado).

Algunas conclusiones

Los conceptos de Estado integral y revolución pasiva hacen de Gramsci un pensador inasimilable a teorías como las de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, que comienzan por la crítica del marxismo como “esencialista” de clase y terminan postulando al Estado como el sujeto de cambio histórico frente a articulaciones de movimientos sociales en sí mismos incapaces de devenir hegemónicos. Para Gramsci, la “ampliación” del Estado (aunque sea con el ropaje de “restauraciones progresistas”) es un movimiento de reconfiguración del poder que busca impedir que las clases subalternas se organicen autónomamente y en oposición a la clase dominante. Por este motivo, la problemática de la hegemonía incluye la de la autonomía e independencia de clase tanto como la necesidad de superar un enfoque corporativo del interés del propio grupo para ganar el apoyo de los demás grupos sociales oprimidos. En las condiciones actuales de división y fragmentación de la clase trabajadora, una política hegemónica no resulta solamente necesaria para dirigirse a otros grupos sociales aliados, sino como forma de garantizar la propia unidad de la clase, entrelazada por su condición social, pero separada por una multiplicidad de identidades (de género, nacionalidad, religión, orientación sexual) que hoy priman en gran parte como resultado de la declinación de los viejos partidos obreros socialdemócrata y comunista.

Asimismo, la relación estrecha entre la problemática de la hegemonía y la de las relaciones de fuerzas marca la importancia de la construcción de una fuerza combativa que para Gramsci es el “elemento decisivo de toda situación” que sea capaz de garantizar que las nuevas relaciones de fuerzas creadas por la política puedan consolidarse mediante las “relaciones de fuerzas militares”, a diferencia de las distintas tentativas “eurocomunistas” y/o “populistas”, centradas en una comprensión de la hegemonía como “batalla cultural” o electoral, desligada de la lucha de clases.

* Juan Dal Maso es autor de El marxismo de Gramsci. Notas de lectura sobre los Cuadernos de la cárcel, Bs. As. 2016, Ediciones IPS. Esta nota fue publicada originalmente en Publico.es.

1. Todas las referencias de los Cuadernos de la cárcel con número de Cuaderno y parágrafo han sido tomadas de Quaderni del carcere, Edizione critica dell’Istituto Gramsci a cura di Valentino Gerratana, Torino, Einaudi, 2001.

2. Nueva Política Económica impulsada por los bolcheviques desde 1921, que restauró ciertos mecanismos del mercado en el campo y la ciudad a fin de reanimar la economía soviética y recomponer la relación entre el proletariado y los campesinos, la industria y la agricultura. A partir de 1925 la dirección soviética hace un “giro al kulak”, o campesino rico, fortaleciendo las tendencias antisocialistas de la sociedad soviética.

 
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