En una encuesta realizada a empresarios chilenos en los años 1982 y 1983, estos mencionaron que entre los cambios impulsados por la Dictadura de Pinochet, valoraban especialmente la “nueva legislación laboral que facultó a las empresas para negociar los salarios y las condiciones laborales con sus trabajadores… y la eliminación de las restricciones a las contrataciones y despidos” (1), como también les permitió la reducción en costos de capacitación al descontarse de los impuestos.
Los empresarios apreciaron también el retroceso de los sindicatos conseguido con la nueva legislación laboral, ya que posibilitó mayor libertad para la negociación con los trabajadores –a favor de los empresarios por supuesto- y el aumento de la productividad. Estas políticas se demostraron enormemente convenientes durante la crisis económica de inicios de los años 80´, en que la desaparición de las trabas a la contratación facilitó la ejecución de “despidos masivos” (2). El mundo empresarial reconocía así que la política de la Dictadura los favoreció al re articular las relaciones capital-trabajo, lo que es decidor respecto del carácter anti-obrero y anti-popular del Golpe de Estado.
A pesar de las importantes movilizaciones, las numerosas y largas huelgas, el ciclo de luchas de los años 1979 a 1981 terminó con la imposición del Plan Laboral Piñera, que significó una derrota para el movimiento sindical al imponer la atomización de estas organizaciones, debilitar el derecho a huelga y negociación colectiva, entre otros aspectos. Esta derrota se explicaba no sólo por el peso de los seis años de Dictadura, la represión y el temor, como también el impacto de los cambios estructurales que trajo la nueva política económica, con su secuela de cesantía y aumento de la pobreza. Por otra parte, las organizaciones de izquierda estaban también debilitadas por los golpes represivos, con gran parte de su militancia perseguida, detenida o exiliada.
Sin embargo, aún así el movimiento sindical cumplió un papel relevante de organización y lucha contra la Dictadura e inclusive, a pesar de no lograr impedir que el Plan Laboral se impusiera, los trabajadores y sus organizaciones comenzaron un proceso de reorganización que permitió constituir el Comando Nacional de Trabajadores (CNT) en 1983, en el contexto del primero paro nacional contra la Dictadura del 11 de mayo, convocado por la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC).
La crisis económica desatada a inicios de los ’80 tuvo una fuerte repercusión en los sectores populares, con fuertes índices de cesantía, superiores al 25% nacional y según algunos autores cercanos al 40% o más, la pobreza se extendía igual que la precariedad. Por otra parte, las organizaciones de izquierda habían logrado rearticularse sobre todo en el trabajo subterráneo y poblacional, en torno a los comités de cesantes, centros juveniles, clubes deportivos, las ollas comunes, las capillas, agrupaciones culturales y otras formas de expresión, también el movimiento estudiantil estaba reorganizándose y en las fábricas se extendía el descontento.
Tras casi un año desde la convocatoria de la primera protesta el 11 de mayo de 1983, la rabia contra la Dictadura se extendía en grandes movilizaciones nacionales, en las barricadas en las poblaciones y las manifestaciones estudiantiles, como también de las organizaciones de derechos humanos y políticas. Por otro lado, se comenzaban a coordinar los partidos que posteriormente dieron origen a la Concertación y que terminaron en la transición pactada entre militares, la derecha y dicho conglomerado.
Así, el 1° de mayo de 1984 el Comando Nacional de Trabajadores convocó a una gran manifestación y presentación del “Pliego de los Trabajadores”, donde se planteaba como objetivo la vuelta a la democracia, el fin del Plan Laboral, fin de la represión y otras demandas. Por otra parte, ya se vislumbraba el cambio en la política del sindicalismo, orientada al discurso de fin de la Dictadura y de unidad nacional y concertación, lo que inclusive consiguió el apoyo de muchas organizaciones para el 1° de mayo. En el Comando participaban cientos de organizaciones sindicales que representaban la voz de los trabajadores de distintas áreas productivas.
La convocatoria se hizo en el Parque O’Higgins y contó incluso con autorización oficial y los asistentes superaron cualquier previsión, aunque se venía de un fuerte clima represivo con detenciones masivas, asesinatos, allanamientos en casas y poblaciones, etc. Según sus organizadores llegaron cerca de 250 mil personas, mientras las cifras oficiales hablaban de unas 100 mil. Más allá del número, fue un hecho histórico, siendo una de las manifestaciones más masivas contra la Dictadura y una fuerte expresión de descontento obrero y popular. Paralelamente, la Dictadura hacía un acto oficial donde hablaba Pinochet, a la que no asistieron más de 3 mil personas (3). Los cánticos, pancartas y lienzos demostraban el odio contra la Dictadura, las demandas obreras y populares, la lucha por la verdad y la justicia, entre otras cosas y dio un nuevo impulso a las próximas protestas de ese mes, aunque también se delineaban las estrategias que terminarían, como ya señalamos, en la transición pactada.
Finalmente, la política de los acuerdos entre la Dictadura y la Concertación de Partidos por la Democracia se encargó de marginar nuevamente a los trabajadores y de organizar una transición pactada que no rompería con la política laboral – ni con el resto de las políticas de Pinochet.
Notas
1. Corbo, Vittorio y José Miguel Sánchez. El ajuste a las empresas del sector industrial. Op. Cit. P. 141
2. Ídem. P. 146.
3. http://www.luisemiliorecabarren.cl/files/recursos/los_sucesos_de_chicago.pdf p. 65
*Fotografía tomada por Marco Ugarte, Parque O’Higgins, Santiago, 1 mayo 1984. Disponible en Archivo de Fondos y Colecciones. Museo de la Memoria y los Derechos Humanos http://www.archivomuseodelamemoria.cl/index.php/158536;isad |