El 28 de abril demostró con mucha fuerza que la etapa de luchas abierta en junio de 2013 no se cerró. Al contrario, un nuevo factor social entró en escena dando mayor peso a la lucha contra las reformas: la clase obrera organizada. Fue la mayor huelga nacional en décadas, con participación especial del sector transportes, que pararon con más vigor que en la manifestación del 15 de marzo, pero también pararon bancos, escuelas y fábricas de norte a sur del país.
Al revés de lo que intentaron mostrar los grandes medios defensores del orden, no había grandes filas de trabajadores intentando llegar al trabajo. Fue clara la adhesión a la huelga general y el paro de transportes públicos contribuyó enormemente a que el llamado fuese atendido por los trabajadores de todo el país.
La paralización de la producción se fortaleció con los tradicionales métodos de los trabajadores, que tomaron las calles y formaron barricadas desde muy temprano, fortaleciendo la idea de que podemos derrotar las reformas y además que podemos tirar abajo al gobierno golpista de Temer, que alcanza niveles históricos de rechazo popular, y tomar en nuestras manos los grandes problemas del país.
Aun así, se expresó ese día el enorme control de las burocracias sindicales, acostumbradas a hacer luchas de presión, que no pueden dar lugar a los elementos espontáneos y pretenden un activismo controlado, que por voluntad de las grandes centrales sindicales debe desembocar en acuerdos y negociados sobre nuestros derechos.
Aun no terminaba nuestro histórico paro y la central obrera oficialista Força Sindical ya hablaba de buscar a Temer para negociar una “reforma civilizada”, indicando que algunos pequeños cambios y garantía de mantenimiento del impuesto sindical bastaban para que abandonen la lucha. La CUT, controlada por el PT de Lula y Dilma, declaraba que esperaba que los senadores escuchen a los trabajadores.
Ninguna continuidad fue trazada. Cada día que perdemos en nuestra organización gana Temer y los capitalistas. Podemos y debemos prepararnos con urgencia.
No luchamos para llegar a un acuerdo “menos malo” que permita a los capitalistas seguir ganando a costa de nuestra superexplotación, terminando con la jubilación y los derechos laborales, sino para preparar una enorme huelga general hasta derrotar las reformas y a Temer. Cualquier movimiento que no sirva a ese objetivo servirá para negociar una reforma más “light” y legitimar una salida por las vías institucionales, sacando de las manos de Temer la aplicación de los ataques y devolviendo esta tarea a las manos de Lula y el PT.
Así, las centrales sindicales como la CUT muestran su estrategia electoral que se sintetiza en la consigna “Lula 2018” y para concretizar esa demanda frenan cualquier iniciativa espontánea de las masas. Sin un plan de lucha de combate, las centrales se van dirigiendo al camino de presionar a los parlamentarios a que no voten las reformas y “conquistando” concesiones que no cambiarán el curso de los intereses capitalistas.
Con intereses distintos, la CUT y Força Sindical actúan conteniendo la lucha contra los ataques. Por eso, hoy más que nunca la organización independiente de los trabajadores es vital para garantizar el mantenimiento de nuestros derechos e ir por más.
Los trabajadores necesitan seguir movilizados y transformar la indignación y bronca por los ataques del gobierno en organización independiente, batallando por la autoorganización de nuestras fuerzas. La organización desde las bases en cada sector, por lugar de trabajo y estudio, es la única forma de poner los intereses del conjunto de los trabajadores por encima de cualquier negociado entre las centrales y el gobierno y los patrones.
Así, desde las asambleas por fábrica, escuela, en los barrios y en los sectores del transporte, necesitamos conformar comités que reúnan no solo a dirigentes sindicales sino sobre todo a miles de trabajadores y a la juventud, y que expresen el contenido de nuestra lucha. Tomemos en nuestras manos los rumbos de la lucha en defensa de nuestros propios derechos.
Para ganar tenemos que tomar la lucha en nuestras manos, combatiendo la estrategia de "presión para negociar" de la burocracia sindical y preparando grandes batallas de clase. En este sentido hay que coordinar la pelea en los lugares de trabajo con un plan de luchas nacional exigiendo a las centrales sindicales un encuentro nacional de delegados de base que debata cómo debemos seguir el combate.
Organizados desde las bases podemos decir que no aceptaremos ninguna mentira de los poderosos ni tampoco refrendaremos un nuevo representante para que ataque nuestros derechos. Podremos impulsar los elementos que estaban presentes en el 28A para preparar una huelga general que pueda tirar abajo las reformas y el gobierno.
Nuestra batalla comienza por reunir a miles de trabajadores. Necesitamos tomar en nuestras manos los rumbos del movimiento. Podemos vencer. |