Un artículo publicado en el Washington Post, este viernes, especulaba acerca de qué podía pasar con un triunfo de Marine Le Pen en Francia. “Olvidaos del brexit en Reino Unido. Olvidaos de que en noviembre ganó Trump. Si Le Pen ganara en Francia, esto sería el mayor shock electoral en occidente en lo que va del siglo”. Una candidata “opuesta a la globalización y la integración”, “amiga de Rusia” y “líder de un partido neo fascista”, prefiguraría la “disolución de la UE”, abriría las puertas a “un nuevo caos económico y significaría el fin del orden liberal”, dice su autor.
El analista no oculta sus preferencias por Macron y saluda que el candidato liberal vaya adelantando a Le Pen por 20 puntos en las encuestas. Aun así, su preocupación persiste, y advierte que “hay mucho que temer” porque se espera un altísimo porcentaje de abstención o voto nulo, que expresa una desafección política de los votantes con el sistema político.
En el año 2002, Jean Marie Le Pen (padre de Marine) llegó a la segunda vuelta contra el candidato neogaullista Chirac. Inmediatamente se formó un “Frente republicano” entre los conservadores, los socialistas y la izquierda (PCF) para apoyar a Chirac contra Le Pen.
Pero la situación en 2017 es muy diferente. Por un lado, porque el FN consiguió más apoyos que antes, por otro lado, porque el régimen político francés está en una crisis aguda sin precedentes -una crisis orgánica-, y sin capacidad de reconstituir con la misma fuerza que antaño ese “Frente republicano”: cientos de miles de trabajadores y jóvenes no quieren tener que elegir entre “la cólera y la peste”, y se niegan a votar por el “mal menor” de Macron, un personaje de las finanzas que prepara nuevos ataques contra los derechos laborales y sociales.
La crisis profunda del régimen se expresa en el hecho de que Mélenchon no haya llamado a votar directamente por Macron. A diferencia del 2002 -cuando todavía era parte del PS y no tuvo problema en llamar a votar a Chirac-, ahora su propia base está dividida y un alto porcentaje se niega a votar a Macron, un político liberal del “centro extremo” y amigo de Bruselas.
Una encuesta publicada esta semana en internet, consultando a los votantes del movimiento Francia Insumisa de Mélenchon, mostraba que un 65% de ellos se inclinaba por el voto nulo o la abstención, negándose a sumarse al “Frente Republicano”.
Lo que estamos presenciando es la agudización de una crisis orgánica del capitalismo francés, una crisis de la V República y sus representantes políticos tradicionales. Por primera vez en décadas hay una segunda vuelta sin la presencia de ninguno de ellos, ni el PS ni los conservadores.
Marine Le Pen combina un programa y un discurso de xenofobia y demagogia, pretendiendo ser la representante de “los olvidados”, los que perdieron con la crisis, la “candidata del pueblo”. En uno de sus últimos actos electorales en una zona rural de Francia, Le Pen decía que ella representaba a la "viuda del granjero que se suicidó porque no pudo sobrevivir con su negocio”, al “empresario que ve como una oferta pública se la lleva un competidor extranjero”, o “al taxista que perdió su trabajo por la uberización”. Detrás de su demagogia nacionalista, la candidata del FN defiende un programa pro patronal, xenófobo y represivo.
Por eso la líder del Frente Nacional tuvo que aguantar durante la campaña las expresiones del rechazo que genera, aun en esas zonas rurales que son consideradas “bastiones” del FN. Esta semana, en una de sus paradas de campaña fue “saludada” con un cartel que decía “El Frente Nacional no es bienvenido”.
Como dos postales de la política francesa actual, Macron se encontraba ese mismo día haciendo campaña en una zona cerca de Toulouse, cuando fue increpado por un grupo de trabajadores de una fábrica de vidrio, protestando contra la Ley de reforma laboral, de la que responsabilizan al propio Macron que fue ministro de Hollande.
Las manifestaciones del 1 de mayo y el alto porcentaje de abstención o voto nulo muestran la existencia de un fenómeno profundo de recomposición por izquierda de la subjetividad de amplios sectores de trabajadores y jóvenes, que ya se había expresado en las grandes jornadas de huelgas contra la reforma laboral la primavera pasada.
Frente a un probable gobierno de Macron, que intentará aplicar nuevas políticas liberales contra los trabajadores y la juventud, esta subjetividad que se expresa hoy en la campaña “Ni Le Pen, ni Macron”, es la base para la reemergencia de la lucha de clases y el desarrollo de una vanguardia anticapitalista entre los trabajadores y la juventud.