Activista por los derechos de las personas LGTBI, fue la primera persona en arrancarle al Estado el reconocimiento de su identidad de género autopercibida en el DNI allá por 1997. Falleció el viernes pasado a sus 73 años de edad a pocos días de cumplirse el quinto aniversario de la Ley de Identidad de Género. Unas palabras en memoria de una luchadora que en los ’90 sentó un precedente para el reconocimiento de los derechos de las personas trans.
Historia de una luchadora
Hija de trabajadores azucareros, Mariela Muñoz nació en la localidad de Lules, provincia de Tucumán. En 1993, residiendo en el conurbano bonaerense, debió enfrentarse a la discriminación perpetrada por el aparato policial y judicial del Estado. La justicia sentenció quitarle la tenencia de tres niños que ella había criado como propios y la condenó a un año de prisión preventiva. Al respecto, Mariela recordaba que había sido detenida “con un fuerte operativo policial en el cual estaba toda la cuadra llena de policías con armas cortas y largas”.
Tras un desfile por juzgados y diversos medios de comunicación, su lucha instaló la realidad de las personas trans en el debate nacional. Reclamaba por el derecho de las personas LGTBI a formar una familia y criar niñas y niños. A lo largo de toda su vida, crió más de una veintena de niños y niñas cuyas madres, debido a diversos motivos, no podían afrontar la crianza de los mismos.
En 1997 pasó a la historia como la primera persona trans en el país en obtener un DNI con su identidad de género autopercibida. En un Juzgado de Quilmes se ordenó al Registro Civil iniciar el cambio de identidad, bajo los argumentos de que su identidad psicológica era femenina desde la infancia y de que se había realizado “cambios irreversibles” (en alusión a su operación de cambio de sexo en Chile en la década del ’80).
La victoria de su lucha por la identidad de género sentó un precedente histórico en el país para numerosas personas trans durante los años previos a la sanción de la Ley de Identidad de Género. Mariela continuó su activismo por los derechos de las personas LGTBI incansablemente, incluso tomando el micrófono en la Plaza de los Dos Congresos durante el debate legislativo del 2010 sobre la Ley de Matrimonio Igualitario.
En el año 2013, a partir de un amparo judicial presentado por diversas organizaciones LGTBI, consiguió que el Gobierno porteño le otorgara “subsidios extraordinarios y reparatorios” a ella y otras cuatro trans mayores, fundamentado por los años de marginación y discriminación padecidos de la mano del mismo Estado. Para ese entonces, Mariela había sufrido un accidente cerebro-vascular con consecuentes dificultades para oír, ver y caminar.
Sin embargo, diferentes activistas denunciaron públicamente que nunca llegó a recibir dicho subsidio que debía entregarle la jefatura de Gobierno porteña (a cargo de Mauricio Macri en aquel entonces) y que murió en la indigencia en su casita de Ezpeleta, en el partido bonaerense de Quilmes.
Igualdad ante la ley no es igualdad ante la vida
“Detrás mío vendrán otras transexuales que tendrán que hacerlo, pero a mí me gustaría que esto fuera por ley”, dijo Mariela en su segunda visita al programa de Mirtha Legrand en el 2000. Doce años después era sancionada la Ley 26.743, de Identidad de Género, una de las legislaciones más avanzadas a nivel mundial en el tema, principalmente porque no patologiza a la comunidad trans y porque incluye la adecuación sexo-genérica –los tratamientos hormonales y la cirugía- dentro del Plan Médico Obligatorio.
Pero también forma parte de la realidad de la comunidad de personas transgénero, transexuales y travestis la opresión de un sistema capitalista que la margina, discrimina y excluye tanto por su condición sexual como también de clase.
Cuando durante su primera visita al programa de Legrand, la conductora le preguntó a Mariela si podía conseguir trabajo, Muñoz le respondió: “Realmente no, porque sino yo hubiera tenido un título, hubiera ido a estudiar a un instituto… tener un título para trabajar, ¿no? Pero mi condición [sexual] no me lo permitía, entonces yo me arreglaba como podía”.
Pasaron dos décadas desde que Mariela dijo estas palabras en la televisión y aún hoy tienen plena vigencia. Por citar un ejemplo: la lucha por la implementación del cupo laboral trans es una pelea que continúa estos días; porque un día más sin el cupo laboral es una noche más en las calles, donde además en muchas provincias implica enfrentarse a la persecución policial, avalada por los códigos contravencionales del Estado.
Mariela fue un ejemplo de lucha contra el patriarcado. Pero también una sobreviviente, porque en nuestro país el promedio de vida de las personas trans es de apenas 35 años. La causa de esta cifra escalofriante radica en la falta de acceso a la salud, a los tratamientos hormonales adecuados, al trabajo formal, a la educación; a todos aquellos derechos que este sistema niega a las personas que se atreven a vivir una sexualidad fuera de los marcos del patriarcado.
Mientras tanto los políticos burgueses destinan fondos millonarios para la represión, para los dueños de la tierra, de los campos, de las industrias, de los bancos; todo para asegurar las ganancias de los empresarios. Por eso, la lucha por la plena libertad sexual y nuestras vidas es también una lucha por acabar con este sistema social que nada tiene para ofrecer más que discriminación, miseria y explotación. |