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La Izquierda Diario
14 de mayo de 2017 Twitter Faceboock

Francia
Debate con el NPA francés sobre la consigna “¡Ningún voto para el FN!” y la lógica del “mal menor”
Emmanuel Barot | Toulouse | @BarotEmmanuel

La Izquierda Diario reproduce el artículo de Emmanuel Barot, miembro de la CCR (Corriente Comunista Revolucionaria, del NPA) y profesor de filosofía de la Universidad de Toulouse-Jean Jaurès, publicado en Revolution Permanente, en el que polemiza contra la consigna de un sector de la dirección del NPA “¡Ningún voto para el Frente Nacional!” y analiza el significado antiobrero del “Frente republicano” al servicio del ultraliberal Macron. Frente al balotaje, la CCR levantó la consigna “Ni Le Pen ni Macron”, en discusión con un sector de la dirección del NPA.

Link: https://www.laizquierdadiario.com/Debate-con-el-NPA-frances-sobre-la-consigna-Ningun-voto-para-el-FN-y-la-logica-del-mal-menor

Traducción del artículo: Pour lutter contre le FN se liberer definitivement du front republicain

Inmunidad, hegemonía y autodefensa obrera: Para luchar contra el FN, hay que liberarse definitivamente del frente republicano

“La enorme importancia práctica de una orientación teórica correcta se manifiesta de la manera más notable en un período de conflicto social agudo, de rápidos cambios políticos, de variaciones bruscas en la situación. En tales períodos las concepciones y generalizaciones políticas se agotan rápidamente y exigen o bien una sustitución total (que es más fácil) o su concreción, su precisión o su rectificación parcial (que es más difícil). Es precisamente en tales períodos que surgen como algo necesario toda clase de combinaciones, situaciones intermedias, transicionales, que superan los patrones habituales y exigen una atención teórica continua y redoblada. En una palabra, si en la época pacífica y “orgánica” (antes de la guerra) todavía se podía vivir a expensas de unas cuantas abstracciones preconcebidas, en nuestra época, cada nuevo acontecimiento forzosamente Plantea la ley más importante de la dialéctica: la verdad es siempre concreta”. (Trotsky, “Bonapartismo y fascismo”, La lucha contra el fascismo en Alemania, OE T. 3. p. 402)

Los principales resultados de la segunda vuelta, sin entrar en análisis más profundos por el momento, son ya muy instructivos. Macron es elegido con el 66,1% de los votos contra el 33,9% para Marine Le Pen, o sea aproximadamente 20,7 millones de votos para el primero y 10,6 millones de votos para la segunda. Se trata por lo tanto de un récord histórico para el partido frentista, que gana 3 millones de votos más que en la primera vuelta. Sin embargo, estas cifras corresponden al 43,6% y 22,4% de los inscriptos. Incluso sin hablar de una parte importante de las clases populares que no está inscripta, esto pone en segundo lugar al 34% de los inscritos, o sea más de 16 millones de personas, que han optado por no votar a ninguno de los dos candidatos, con 12,1 millones de abstencionistas (25,4%), la cifra más elevada desde 1969, y 4 millones y pico de votos en blanco o nulos (casi el 11,5 de los votantes), algo nunca visto en la V República. Estas cifras son históricas. A todas luces, estos resultados cristalizan el profundo giro en curso en la situación política francesa y confirman que entramos en un era de incertidumbre e inestabilidad mayor.

¿Con qué orientación deben dotarse los revolucionarios en la situación que se abre? El texto de Sylvain Pyro titulado “Para preparar los enfrentamientos con Macron, hoy hay que tener una política correcta ante el Frente Nacional”, publicado en reacción a nuestro artículo “¿Entre lo ‘peor’ y el ‘mal menor’? El tándem Le Pen-Macron, o cómo estar entrampado entre dos variantes del bonapartismo”, nos servirá para reflexionar, por contraste, sobre las tareas políticas en el próximo periodo.

Acerca de la contribución de Sylvain Pyro

Resumamos de entrada los dos problemas de este texto. El primero es que su método que apunta a condenar la “confusión” de mi artículo tiene, en el peor de los casos, como finalidad y en el mejor, como efecto, producir la confusión, que consiste en forjar un adversario caricaturizado y ficticio para enseguida poder despacharlo fácilmente. Al leerlo, yo no comprendería nada acerca de la “especificidad” del FN, dejaría en las sombras todo lo relativo al (neo) fascismo, tendía una lectura mecanicista y vulgarizada del fascismo que impediría pensar que pudiera haber “accidentes” de la historia y de esta forma minimizaría lo que representaría la llegada al poder de Le Pen. Por lo tanto, yo contribuiría a través del “Ni-Ni” defendido en el contexto entre las dos rondas electorales, a banalizar las ideas del FN (¡nada menos!). Quien realmente lea el artículo, aunque no comparta las posiciones, sabe que esto es falso, (1), pero conocemos el proverbio “cuando quieren matar al perro, dirán que tiene rabia”.

Pero el segundo problema, mucho más importante, es que al mismo tiempo este texto deja enormes lagunas de análisis, en particular, el significado del fenómeno Macron, el tipo de crisis de la democracia burguesa a la cual nos enfrentamos, y sobre todo, subestima lo que es el “bonapartismo”, aunque sea en su forma actual. Por su unilateralismo, que el contexto entre las dos rondas electorales no puede justificar coyunturalmente, este texto reconduce un tipo de visión adaptada en última instancia a la lógica del frente republicano, ante la cual permanece singularmente silencioso. Esta visión se inscribe en una tradición y refleja una presión con las cuales debemos romper en vista a la reconstrucción de un frente único obrero capaz de pesar en el periodo que se abre.

1. El frente republicano no es solo lo opuesto al frente obrero, sino también el arma para enterrarlo

Lo que está en juego en la discusión es una política por la unidad de nuestra clase y un frente único obrero totalmente independiente de las operaciones burguesas que precisamente tienen por finalidad impedirlo, al estilo del “frente republicano” en el contexto entre las dos rondas electorales.

No hemos enfrentado una elección entre otras: un contexto de crisis orgánica creciente es el de una mayor crisis de hegemonía de la burguesía. Esta busca renovar su régimen político desde hace un tiempo, globalmente, desde la crisis del Mitterandismo y la indiferencia creciente de su base social. Esta búsqueda ha bajado su ritmo por un cierto número de obstáculos (ver los episodios de 1995, 2003, 2005, 2006, etc.), pero el objetivo está claro: excluir total y definitivamente del bloque social dominante a los trabajadores, a las clases populares, de manera de poder acelerar la contrarrevolución social que necesita. Macron, nuevamente elegido, tiene el desafío de conquistar una mayoría presidencial, lo que nadie garantiza todavía. En todo caso, sin embargo, no tenemos duda de que va a ser el agente, hasta el final, de esta transición política destinada a forjar un nuevo bloque de poder con la burguesía. Si triunfa en este camino, entonces las condiciones serán mejores para los avances de la extrema derecha mucho más profundos aún y para la liquidación de las energías combativas y revolucionarias que han comenzado a resurgir desde la primavera de 2016.

En el marco de la campaña de la segunda vuelta, el “frente republicano”, al servicio del proyecto de Macron, iba desde Hollande hasta Gattaz pasando por todos los grandes medios. Una parte de la izquierda radical también se sometió a él, como el Partido Comunista Francés y Ensemble. Por el contrario, este frente entró profundamente en crisis en la juventud y las clases populares, esto lo demuestra la amplitud histórica de la abstención, los votos blancos y nulos, aun cuando los motivos son evidentemente muy heterogéneos. Esta crisis es el síntoma sorprendente de la inestabilidad y de los gérmenes de polarización social que se prefiguran. Hay que insistir en este punto, que desarrolla Samuel Hayat en su tribuna del periódico Libération del 9 de mayo, “Por un nuevo frente antifascista”: son mucho más los grandes patrones y políticos burgueses que los jóvenes y los obreros los que han apoyado a Macron de manera implícita o explícita. Recordamos al 65% de los adherentes-simpatizantes de la France Insoumise que anunciaron votar en blanco o abstenerse (independientes del electorado de conjunto que votó más a Macron). Finalmente, aun cuando las movilizaciones en la calle entre los dos turnos electorales no tuvieron nada que ver en comparación a las de 2002, es notable que en París varios miles de jóvenes hayan desfilado espontáneamente con la consigna de “Ni-Ni”, mucho menos numerosos que los de la consigna “Ningún voto al FN” o equivalente. Por el contrario, determinante esencial de la situación, desde los fragmentos del PS hasta toda la gran patronal nacional e internacional, se expresó el apoyo a Macron contra el “caos” Le Pen. Como lo resumió S. Hayat: “la estrategia del frente republicano frente a la extrema derecha no solamente vaciló en las urnas, fue rechazada públicamente por una parte significativa de la izquierda, que se negó a llamar a votar a Macron”. En este contexto, ¿tendríamos verdadero interés en sermonear a los jóvenes –y menos jóvenes -que “banalizarían el peligro del FN”- porque cantaban “Ni patria ni patrón”? Esta crisis del frente republicano es una ventaja en vistas a la reconquista de posiciones de independencia para nuestra clase, porque es el debilitamiento de una herramienta de chantaje que le es tradicionalmente impuesta. Hay que apurar su liquidación definitiva.

2. Una caracterización del FN y un silencio con respecto a Macron funcional a la lógica frente republicano

Una presidencia del FN habría dado mucho aire tanto a las bandas protofascistas –como las de Sivens o equivalentes– como al racismo bajo todas sus formas, a la islamofobia y habría puesto en pie de guerra a una parte creciente del aparato policial, al estilo de las manifestaciones de policías del otoño pero a otra escala. Sin embargo, reconocer estas realidades no autoriza a no tener en cuenta las contradicciones de la situación ni a forjar definiciones incisivas. Si el fascismo, lejos de ser solamente una ideología o un rasgo de carácter, es un fenómeno político y social preciso –la movilización extraparlamentaria de la pequeño burguesía para aplastar al proletariado con métodos de guerra civil– que necesita bases materiales, entonces era y es obligatorio puntualizar que las bases de Le Pen hoy son débiles comparativamente a lo que el fascismo ha movilizado bajo todas sus formas. Lo que queríamos decir antes de los resultados de la segunda vuelta es que el triunfo de Le Pen en el contexto actual habría sido prematuro desde el punto de vista de las condiciones materiales de su propio proyecto. Un Ejecutivo Le Pen-Dupont-Aignan en una situación que no es activamente contrarrevolucionaria, con una base social, no solo heterogénea sino con intereses muy divergentes, sin el apoyo de la burguesía ni de una mayoría presidencial y, a pesar de su penetración en el aparato policial, un aparato militar que no le es del todo incondicional, en la situación actual habría estado atravesado por enormes contradicciones.

Sylvain Pyro escribe: “¿En qué ambiente evolucionan los camaradas para no darse cuenta que el problema de nuestra clase social hoy no es tanto las ilusiones en el voto a Macron sino el deslizamiento de una parte de nuestra clase hacia el voto al Frente Nacional?” Contrariamente a lo que él dice, no minimizamos para nada el problema de la penetración del discurso del FN en una parte de nuestra clase y sus once millones de votos, o sea, tres millones más que en la primera vuelta. Y, contrariamente a él, nos hemos negado a considerar que esas ilusiones en Macron no eran finalmente tanto problema, o en resumen, que eran un “mal menor” en comparación al FN. Creemos que esta lógica consiste no en apoyar al frente republicano, sino en ponerse a su remolque, aunque sea sin decir “Vote a Macron” y quedar dependiendo de él: disipar las ilusiones en el voto Macron en todos los planos, incluso entre los dos turnos y en las consignas nos parecía un eje central justamente para poder combatir de manera coherente la influencia del FN entre los obreros, los sectores populares, los jóvenes, etc. La dinámica abstencionista que se ha expresado entre los dos turnos, y ahora los resultados de esta elección, muestran que una parte consecuente de nuestra clase ya no se hace ninguna Ilusión en él: para hacer avanzar esta dinámica hacia una conciencia de independencia de clase ¿era necesario volver a una versión tímida del voto Chirac en 2002?

Para sostener su propósito, Sylvain Pyro menciona también, entre otros elementos (también mencionados en nuestro artículo precedente), la amenaza de la disolución de la CGT y del NPA por un gobierno de Le Pen. Aun cuando ella hubiera sido elegida, nos parece que esto habría sido más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo en el caso de la CGT, pero lo que encontramos inquietante en este razonamiento es el embellecimiento por omisión del “demócrata” Macron que se deriva de esto, es decir, la subestimación de lo que la propia presidencia Macron, y su bonapartismo, nos prometen.

Macron no es sólo un ultraliberal que va a gobernar por decreto: es el agente por el cual la democracia burguesa va a acentuar su autodestrucción. Por un lado, él consagra la victoria final, en la historia del socialismo en el poder de la posguerra, de la tendencia “modernista”-liberal-europeísta que, incluso antes del Congreso de Epinay en 1971, ya tenía como línea vencer todo lo posible el peso de las clases populares en favor de los intereses europeístas de la burguesía francesa (2). Entre otros, Fabius, Delors, Hollande han sido los más fervientes protagonistas de esta corriente de la que Macron es el heredero. No por nada él ha sido el consejero de Hollande y el artesano de la Ley de Trabajo. Pero si bien sella la victoria de esta línea, también es el agente esencial de la liquidación de sus delimitaciones políticas tradicionales y su anclaje a izquierda –es decir, de la bancarrota del PS. Asume totalmente desviarse del mundo obrero y de las clases populares de manera definitiva, ya con una actitud firme y determinante hacia a las centrales sindicales: el nuevo bloque de poder burgués que quiere forjar va a enfrentarse a estas últimas en un grado de ofensiva nuevo, bien determinado a poner al servicio de la contrarrevolución ultraliberal tanto el compromiso imperialista del Estado francés como el conjunto de los resortes autoritarios, represivos, racistas del Estado, anti militantes, que se han arraigado desde el inicio del giro bonapartista en Francia en el verano de 2014 con las prohibiciones de manifestarse en apoyo al pueblo palestino y que toda la historia de la República francesa lleva en ella como las nubes a la tormenta. El tratamiento represivo que se dio a la manifestación del llamado del Frente Social para el 8 de mayo (como las prohibiciones a manifestar, etc.) ha sonado en este sentido como llamado de atención explícito.

Recordemos que es Macron quien apuntó, en el debate del 3 de mayo con Le Pen, como lo había hecho Valls, a los “grupos de extrema izquierda” sin olvidar responderle que disolvería a todos los grupos “violentos”, anti republicanos, antifascistas, etc. Sería inocente creer que esto era sólo una grandilocuencia destinada al electorado preocupado por las cuestiones de seguridad: Macron, nuevo campeón de la burguesía, va a ser también el campeón del enraizamiento del estado de excepción. No hubo necesidad de fascismo para disolver la Liga Comunista en 1973, la democracia burguesa se encargó de ello. En vista del gobierno ultrasecuritario de Hollande, ¿podíamos tener la más mínima certeza de que Macron no podría atacar también la existencia legal de ciertas ramas de la extrema izquierda? Evidentemente no.

Retomando las palabras de Antoine (de Montpellier) (quien defendió el “Ni-Ni” en Mediapart, independientemente de Révolution Permanente, y recordaba con justa razón, digámoslo al pasar, que: “Para terminar es importante subrayar que el “ni Macron ni Le Pen” no es contradictorio con la necesidad de llevar adelante una campaña resuelta contra el peligro que se oculta en el neo fascismo”):

“¿Quién puede garantizarnos que [Macron], como integrista ultraliberal, que más ha aprovechado una función por una amplia movilización ‘antifascista-no pasarán’, llevando hasta el final su determinación económica salvaje, no irá más lejos que Hollande en el atentado contra las libertades y quién sabe incluso, lógica extrema del sistema, tan lejos como lo habría hecho Marine Le Pen si hubiera sido elegida? ¿Quién ha olvidado cómo Chirac se ha servido ampliamente de la legitimidad adquirida en 2002 por el hecho de haberlo transformado en salvador anti Le Pen padre para llevar adelante sus ataques y debilitar la resistencia popular?”

Eligiendo callar todo esto para concentrarse exclusivamente en su contribución sobre el enemigo prioritario, que sería el FN, Sylvain Pyro mantiene el terreno de un avatar de la creencia/adaptación a las virtudes del llamado frente republicano, visión opuesta a una política de independencia de clase y apuntada a la lógica del “mal menor” criticada por Trotsky. Este no es el punto de vista que nos permitirá salir de la impotencia en relación a la necesidad de una política eficaz para “explotar” las contradicciones del FN y debilitarlo, resistir a él en la hipótesis de que llegara al poder, es decir, en este caso, para sacarnos la mayor parte posible de su base social, cuya “desesperación” –de la que él ha partido– ha sido multiplicada por las traiciones sin fin de la izquierda desde los años 80, de las que Macron ya es percibido como el heredero.

3. Por una política hegemónica para lograr la unificación de nuestra clase

Sylvain Pyro enuncia un argumento suplementario: la consigna de voto “¡Ningún voto para el FN!” debía permitir reunir a la vez a los abstencionistas y a los electores de Macron para no dejar pasar al FN, esto contribuyendo a plantear así las bases de un frente único contra el fascismo.

Volvamos primero al texto de Trotsky de 1931. Trotsky es totalmente claro sobre el hecho de que no se puede justificar nunca el apoyo electoral, por ejemplo en nombre del “mal menor”, a tal o cual variante burguesa. En este texto se enfrenta a la vez a los socialdemócratas que llamaban a votar por Bruning y al KPD, que imbuido en su política de “tercer período”, asimilaba dramáticamente a la socialdemocracia con el fascismo, yendo incluso hasta apoyar un referéndum de Hitler (3). Pero si Trotsky escribió entonces que: “En la lucha contra el fascismo, estamos dispuesto a acuerdos prácticos con el diablo y con la abuela del diablo”, esto es en el terreno del frente único en la acción, en la movilización en las calles, con las organizaciones obreras, sindicales y políticas y no en consignas o alianzas electorales (4). Pero sobre todo esto sucedía en un contexto en el que, mientras por su parte la socialdemocracia era un movimiento de masas, en relación a la cual Gattaz, Hollande y Macron no tienen nada que ver, la realidad de las bandas fascistas no tenía comparación con la de hoy. Esta es la razón por la que mientras que la forma con la que Trotsky construye el razonamiento del “mal menor” es perfectamente pertinente hoy, el uso apresuradamente “aritmético” o táctico de la metáfora que él utiliza en seguida del veneno y del revólver, o sea, la priorización del “revólver Le Pen” frente al “veneno Macron” es, por el contrario, hacedora de confusión. En efecto, por un lado, esto supone hacer abstracción de las considerables diferencias entre el Frente Nacional de hoy y el nazismo de 1931, y más ampliamente entre las dos situaciones históricas. Pero sobre todo esto impide comprender que con esta fórmula Trotsky estaba por combatir el error fundamental del KPD que consistía en jugar con los nazis para destituir a Bruning, lo que no podía más que facilitar el acceso de Hitler al poder (y no el de la clase obrera). Utilizar esta fórmula para justificar una consigna de voto traiciona el texto de Trotsky y de hecho es contrario a la esencia de su rechazo de la lógica del mal menor.

Más ampliamente, debe también hacer reflexionar este hecho notable que el mismo tipo de editorialistas que habían agitado el espectro de los peligrosos trotskistas contra Poutou en la primera vuelta ha podido citar a Trotsky en la cercanía de la segunda vuelta, pero esta vez como lo ha destacado F. Lordon, para sermonear y “tomar como rehén” según su fórmula de cara contra este insoportable “ultraje de las buenas costumbres republicanas” (fórmula de Samuel Hayat) a los que se niegan a llamar a votar a Macron. Así Jean Birnbaum, responsable de “Monde des Livres”, en su artículo “El año 2017 habría marcado la agonía del antifascismo” (2 de mayo de 2017), señalando el “4 de agosto de Melenchon” y la traición del anti fascismo. ¿Este bello mundo se habría incorporado realmente al frente único antifascista? Podemos dudar de eso...

Un último punto, hay que destacar que en la descarga de Sylvain Pyro, la lógica de su justificación de la consigna “¡Ningún voto para el FN!” se ancla en una tradición política sólida de la que el NPA es heredero y que excede la cuestión del FN: sin volver al voto Chirac en 2002 sería necesario, en efecto, explicar dónde estaba el peligro fascista cuando, por ejemplo, del llamado a “Liberarse de Sarkozy” y entonces votar a Hollande en la segunda vuelta de las presidenciales de 2012.

Estamos entonces frente a un gran desafío hoy para liberarnos hasta el final de esta dependencia con respecto a un tipo de posicionamiento heredado de una presión ideológica poderosa, y sobre todo de un cierto antirracismo de los años 80 que ha servido justamente (como el satélite del PS, SOS racismo) (5), gracias a la bandera de un progresismo de izquierda, para cubrir objetivamente el giro neoliberal y ya neoconservador del PS, su ruptura consciente con el mundo obrero y las clases populares en nombre de esta presión al “mal menor”. No solamente repetir esto hoy no responde a ninguna presión de masas como la que existía en 2002 (a la que la Liga Comunista Revolucionaria, ya en medio entre las dos vueltas, se había plegado), sino sobre todo, este tipo de orientación nunca habría logrado detener o frenar el avance del FN. No porque esta lógica esté arraigada en los reflejos y costumbres es una lógica indiscutible, a preservar como naturalizada, al contrario.

Tres ejes para las tareas por venir

Para limitarnos ahora mismo a tres elementos, no exclusivos, en relación con la formulación de nuestras tareas políticas, digamos primero que es en continuidad con la campaña Poutou donde nos interesa posicionarnos: su campaña ha permitido a un candidato obrero anticapitalista hacer lo opuesto a una campaña obrerista, al contrario, supo tener un eco importante en los sectores más oprimidos y explotados de nuestra clase, dirigiéndose a ella en su conjunto a partir de una posición radicalmente independiente. ”La inmunidad obrera” es la encarnación de una política de hegemonía obrera basada en una absoluta independencia de clase: con esta base su campaña terminó por convertirse en subversiva y, sobre todo, Philippe es el que más puso en aprietos a Le Pen. Es en este sentido que debemos construir el frente único contra la política de Macron, sus decretos y el resto, así como también contra la extrema derecha articulándolas sistemáticamente.

Segundo elemento: será esencial discutir cómo superar la política conciliadora de la CGT que, por falta de un programa de unificación del conjunto de nuestra clase a pesar de la gran debilidad de Hollande, ha contribuido a que éste no ceda frente al movimiento contra la Ley de Trabajo. Es también de esta incapacidad, que es la de las direcciones oficiales del movimiento obrero más ampliamente, de donde Le Pen saca su fuerza, ella no se hace para nada la campeona de la denuncia de la Ley Trabajo y de los intereses de los trabajadores. Este elemento sin embargo esencial está totalmente ausente en la contribución de Sylvain Pyro: superar estas carencias será vital para frenar en profundidad la dinámica fascista, ya que ésta podrá alimentarse mucho más de las derrotas o de los combates no dados por los trabajadores en el curso de los 5 años que vienen. Los revolucionarios deberemos entonces apoyarnos en lo que auguran las tensiones ya palpables entre el nuevo presidente y las centrales sindicales FO y CGT, pero que van hasta la CFDT, sin embargo, ultra conciliadora alrededor de la cuestión de los decretos, que expresan con claridad este proyecto de bloque burgués y de exclusión de las clases populares de Macron: estas van abrir brechas más grandes aún de las que han comenzado a darse en la primavera de 2016 al servicio de una oposición de masas

Finalmente, para nosotros el análisis de Sylvain Pyro sigue siendo inconsecuente a nivel de las medidas concretas propuestas. No se puede evidentemente reiterar el peligro o la dinámica fascista a mediano plazo con efectos a mayores a partir del corto plazo, sin proponer también, en nombre del frente único, la organización de los trabajadores, medidas concretas de autodefensa de clase, poner en discusión la cuestión de las milicias obreras, nuevas prácticas militantes, etc., brevemente, sin poner por delante la necesidad para nuestra clase de reapropiarse de sus propios métodos de combate si es necesario contra el legalismo que causa estragos en las organizaciones del movimiento obrero (6).

En lo que nos concierne, los límites que adelantamos y que continuamos adelantando sobre el grado de madurez de la situación de Francia para un régimen de tipo fascista, no se deriva para nada de una visión tranquilizadora que conduce a la pasividad. La creciente extrema derechización del campo político tradicional hasta Hollande, no se detendrá sola. La situación nos da la gran responsabilidad de prepararnos lo mejor posible y de dirigirnos a nuestra clase en estos términos, para situaciones en las que el grado de polarización social empujaría a soluciones extremas. El escenario Macron basta ya por sí solo, precisémoslo claramente, para desarrollar a un grado nuevo este sentido de la autodefensa como elemento estructurante del combate por la organización en las facultades, los lugares de trabajo, las movilizaciones en las calles y en los barrios populares.

A la vez, contra la violencia, los crímenes y la impunidad policiales, cuyo salto significativo en el último período no va a detenerse, tanto como contra todos los reagrupamientos y ataques anti obreros y antimigrantes que emanan de las proto bandas o grupos neonazis, identitarios y otros, que van a buscar crecer apoyándose en la nueva etapa franqueada por el FN en estas elecciones. Sin prejuicios de las contradicciones que afectan el proyecto de refundación ampliada del partido frentista ya anunciado por Le Pen, que apunta a capitalizar los nuevos caminos conquistados, esto servirá simultáneamente a cubrirlos, saturándose el conjunto con los daños previsibles de la política presidencial por venir.

Por eso para concluir con Trotsky no en vistas de justificar tal o cual opción táctica o coyuntural, sino para plantear el problema más global que es el nuestro hoy, esta cita nos parece que habla por sí sola:

“El fascismo en el poder, igual que el bonapartismo, sólo puede ser el gobierno del capital financiero. En este sentido social, el primero no se diferencia del bonapartismo y ni siquiera de la democracia parlamentaria. Los estalinistas lo vienen redescubriendo en cada nueva oportunidad, olvidando que los problemas sociales se resuelven en el terreno político. La fuerza del capital financiero no reside en su capacidad de establecer cualquier clase de gobierno en cualquier momento de acuerdo a sus deseos; no posee esta facultad. Su fuerza reside en que todo gobierno no proletario se ve obligado a servir al capital financiero; o mejor dicho, en que el capital financiero cuenta con la posibilidad de sustituir, a cada sistema de gobierno que decae, por otro que se adecue mejor a las nuevas condiciones. Sin embargo, el paso de un sistema otro implica una crisis política que, con el concurso de la actividad del proletariado revolucionario, se puede transformar en un peligro social para la burguesía. En Francia, el paso de la democracia parlamentaria el bonapartismo estuvo acompañado por la efervescencia de la guerra civil. La perspectiva del cambio del bonapartismo al fascismo está preñada de disturbios infinitamente más formidables y, en consecuencia, también de posibilidades revolucionarias”. (Trotsky, “Bonapartismo y fascismo”, op. cit. p. 405).

Sin excluir la perspectiva de un escenario fascistizante, como indica la última frase de la cita, la crisis y la inestabilidad política en el centro de la situación de transición actual puede perfectamente llevar a la “efervescencia de la guerra civil” con la presidencia Macron, como Trotsky dice en la ante última frase, eventualmente incluso a corto plazo, efervescencia en el curso de la cual la extrema derecha no se quedará atrás. Basta recordar la revuelta de la periferia urbana en el invierno de 2005, la reacción del poder y el odio racista que suscitaron para saber que no hay necesidad de esperar el fascismo para que tal efervescencia se produzca.

Notas

1. Me remito entonces, recordando una de las bases sobre las que se basa: la noción de “crisis orgánica” de Gramsci. Esta noción es eminentemente dialéctica, y lleva a la idea esencial de que en este tipo de situaciones, los fenómenos políticos pueden dominar claramente sobre los estrictos determinantes económicos, que lo político puede primar sobre lo social, lo que hace que puedan surgir toda suerte de “fenómenos mórbidos” dice Gramsci, o “monstruos”, “accidentes” del tipo Trump o Brexit, por definición sin que las clases fundamentales, burguesía incluida, tengan influencia sobre ellos, o en todo caso, no tanto como lo desearían.

2. Ver B. Amable S. Palombarini, L’illusion du bloc bourgeois. Alliances sociales et avenir du modèle français, Paris, Raisons d’Agir, 2017, partes 2-3.

3. Trotsky, La lucha contra el fascismo en Alemania, op. cit. “Por un frente único contra el fascismo” (Carta a un obrero comunista alemán), 8 de diciembre de 1931. Ver el subtítulo ¿Es Bruning el mal menor?, sobre el que me basé en el artículo anterior en su integralidad: “La socialdemocracia apoya a Bruning, vota por él, asume la responsabilidad de su política de las masas basándose en la afirmación de que el gobierno de Bruning es el “mal menor”. Este es el punto de vista que intenta atribuirme Die Rote Fahne bajo el pretexto de que yo mismo me pronuncié contra la participación estúpida y vergonzosa de los comunistas en el referéndum de Hitler. Pero ¿acaso la Oposición de Izquierda alemana, y yo en particular, hemos pedido que los comunistas voten por Bruning y le den su apoyo? Como marxistas consideramos tanto a Bruning como Hitler, y a Braun con ellos, como partes componentes de un único y mismo y sistema. El problema de saber cuál de ellos es el “mal menor” carece de sentido, porque el sistema que enfrentamos necesita todos esos elementos para funcionar. Sin embargo, estos elementos están momentáneamente involucrados en conflictos entre sí y el partido del proletariado debe sacar ventaja de esos conflictos en interés de la revolución. En la escala musical hay siete notas. Preguntarse cuál de las notas es la mejor, si do, re o sol no tiene sentido. Sin embargo el músico debe saber cuándo y qué nota tocar. Preguntarse quién es el mal menor, si Bruning o Hitler, también carece de sentido. Pero es necesario saber cuál de estas notas tocar. ¿Está claro? Para los que no lo comprendan, veamos un ejemplo más. Si uno de mis enemigos me envenena cada día con pequeñas dosis de veneno y otro quiere darme un tiro por detrás, yo arrancaré primero el revólver de las manos del segundo, lo que me dará la posibilidad de terminar con el primero. Pero esto no significa que el veneno sea un “mal menor” en comparación con el revólver. La desgracia consiste precisamente en el hecho de que los dirigentes del KPD se situaron en el mismo terreno que la socialdemocracia, sólo que con signos invertidos: la socialdemocracia vota por Bruning, calificándolo de mal menor. Los comunistas, por su parte, que se niegan terminantemente a confiar en Bruning y Braun (y tienen toda la razón), salieron a la calle para apoyar el referéndum de Hitler, es decir, la tentativa de los fascistas de derrocar a Bruning. Así reconocen que Hitler es un mal menor, puesto que una victoria en el referéndum llevaría al poder a Hitler y no al proletariado. Sin duda, es doloroso tener que discutir sobre cuestiones tan elementales. Es lamentable, muy lamentable, que músicos como Remmele, en vez de distinguir entre las teclas, toquen el piano con las botas”. (pp.100-101).

4. Ibid. “Debemos imponer a la socialdemocracia el bloque contra los fascistas”. La lucha contra el fascismo en Alemania, (pp. 101-102-103).
“El problema es que en el CC del KPD hay numerosos oportunistas asustados. Oyeron decir que el oportunismo es el amor a los bloques y entonces se oponen a cualquier bloque. No comprenden la diferencia que puede existir entre un acuerdo parlamentario y un acuerdo incluso tan modesto para la lucha por medio de la huelga o en defensa de las imprentas de los trabajadores contra las bandas fascistas. Los acuerdos electorales y los compromisos parlamentarios celebrados entre el partido revolucionario y la socialdemocracia suelen servir, por regla general, a la segunda. Acuerdos prácticos para la acción de masas, a los fines de la lucha, se vuelven siempre en provecho del partido revolucionario. El Comité Anglo-ruso era un tipo inadmisible de bloque entre dos direcciones bajo una plataforma política común, imprecisa, engañosa y que no obligaba a nadie a ninguna acción. Mantener ese bloque durante la huelga general británica en la que el Consejo General asumió el papel de rompehuelgas, significó, por parte de los estalinistas, una política de traición. ¡Ninguna plataforma común con la socialdemocracia o los dirigentes de los sindicatos alemanes, ninguna publicación, ninguna bandera, ningún cartel! ¡Marchar separados pero golpear juntos! ¡Ponerse de acuerdo únicamente sobre la manera de golpear, a quién golpear y cuándo golpear! Uno puede ponerse de acuerdo aún con el mismísimo diablo, con su abuela e incluso con Noske y Grzesinsky, con la única condición de no atarse las manos. Es preciso elaborar inmediatamente un sistema práctico de medidas, no con el fin de limitarse a ‘desenmascarar’ a la socialdemocracia (ante los comunistas), sino con el objetivo de luchar efectivamente contra el fascismo. Este programa debe tratar la cuestión de las organizaciones de la defensa de la fábrica, la libertad de acción de los de los comités de fábrica, la inviolabilidad de las organizaciones y las instituciones obreras, el problema de los arsenales de los que pueden apoderarse los fascistas, de las medidas a tomar en caso de peligro, es decir, este programa debe tratar acerca de la coordinación de las acciones de las divisiones de combate en la lucha de comunistas y socialdemócratas, etcétera.

En la lucha contra el fascismo los comités de fábrica ocupan una posición tremendamente importante. Sobre este punto, hace falta un programa de acción particularmente preciso. Cada fábrica debe transformarse en una fortaleza antifascista con su propio mando y sus destacamentos de combate. Es necesario contar con un mapa de los cuarteles y todas las otras fortalezas fascistas en cada ciudad, en cada distrito. Los fascistas intentan sitiar los bastiones revolucionarios. Hay que sitiar al sitiador. El acuerdo en este terreno con las organizaciones sindicales y socialdemócratas no es sólo admisible sino incluso obligatorio. Rechazarlo en nombre de consideraciones ‘de principio’ (de hecho por estupidez burocrática o, peor todavía, por cobardía) lleva a ayudar directamente al fascismo. Desde septiembre de 1930, es decir, desde hace un año y tres meses, venimos proponiendo un programa práctico de acuerdos con los obreros socialdemócratas. ¿Qué se ha hecho en este sentido? Casi nada. El CC del KPD se ocupó de todo menos de lo que constituye su tarea central. ¡Cuánto tiempo precioso se ha perdido! A decir verdad, no queda mucho. El programa de acción debe ser puramente práctico, puramente concreto, sin ninguna ‘exigencia’ artificial, sin ningún condicionamiento, para que todo obrero socialdemócrata pueda decir: lo que proponen los comunistas es totalmente indispensable para la lucha contra el fascismo. Sobre esta base, y por medio del ejemplo, es necesario atraer a los obreros socialdemócratas hacia nosotros y criticar a sus jefes que, inevitablemente, servirán para aplacar y poner freno al movimiento. Sólo por esta vía es posible la victoria.

(5) De allí la importancia de hacer del antirracismo una batalla de clase, rompiendo con el antirracismo “moral” –como toda una tradición anti fascista lo ha hecho– en provecho de un antirracismo político, contra las divisiones y las inercias históricas en este plano de la izquierda radical, de la extrema izquierda y del movimiento obrero francés, y el mantenimiento mutuo de sus respectivas debilidades.

(6) Sobre esto ver por ejemplo el muy interesante Mathias Bouchenot, Tenir la rue. L’autodéfense socialiste 1929-1938, Libertalia, 2014.

Traducción: Rossana Cortez

 
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