Más que nunca, en los comicios del próximo 4 de junio se perfila el escenario de las elecciones presidenciales de 2018.
Según el Financial Times, no hay duda “que una victoria para Del Mazo le daría nuevo ímpetu a un partido que había gobernado a México como realeza durante 71 años hasta el año 2000, cuando su reinado -sinónimo del autoritarismo y de la corrupción- llegó a su fin. El partido volvió en 2012, declarando que se había reinventado, pero una serie de escándalos ha causado estragos”.
Con 77% de desaprobación del gobierno de Peña Nieto, si su primo Del Mazo pierde las elecciones el actual presidente no podrá elegir a su sucesor.
Lo cierto es que luego de gobernar el Estado de México por 88 años, el PRI ahora enfrenta una profunda crisis iniciada con la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa en 2014. La visita del xenófobo Trump cuando aun era candidato y el servilismo exhibido por el gobierno de Peña Nieto también tuvieron un alto costo político, que se suma a la incertidumbre generada por la renegociación del TLCAN. Los femicidios, el incremento de la violencia contra las mujeres y los periodistas, así como el saldo nefasto de la militarización y la guerra contra el narco también generan indignación y descontento. Los sucesivos escándalos de corrupción -las mansiones de los altos funcionarios, como la casa blanca de Angélica Rivera- arrojaron más leña al fuego.
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