Compartimos con nuestos lectores la tercera y última parte de la serie que Rolando Astarita dedicó en su blog a demostrar los falsos supuestos y bases empíricas de los planteos neoclásicos en los que se apoya Javier Milei para criticar la propuesta de Nicolás del Caño de impulsar una jornada de 6 horas y el reparto de las horas de trabajo, sin afectar el salalrio.
Retorno de las técnicas y la curva de demanda laboral
Una de las ideas claves del enfoque neoclásico es que un aumento de la razón tasa de interés/salario lleva a la adopción de tecnologías menos intensivas en capital (y viceversa). Esto es, a medida que baja la tasa de interés aumenta la utilización de capital, y a medida que baja el salario aumenta la utilización de mano de obra. En base a esta relación monotónica inversa entre salario y demanda de trabajo, e interés (o ganancia) y demanda de bienes de capital, se construyen las funciones de demanda de capital y demanda de trabajo por parte de los empresarios. Por esta vía se sugiere, además, que las funciones representan “un índice de escasez”
El problema, sin embargo, es que la existencia de los fenómenos conocidos como “retorno de las técnicas” y “reverse capital deepening” (profundización del capital en reversa), estudiadas por los sraffianos, han demostrado que esas funciones carecen de fundamento. Lo explicamos de manera sintética (sobre esto y lo que sigue puede consultarse, entre otros, Sraffa, 1966; Garegnani, 1970; Pasinetti, 1984). Partimos del sistema de Sraffa:
pA (1 + r) + aw = p,
Donde p fila es el vector precios; A es la matriz de coeficientes interindustriales; a es el vector fila de coeficientes de trabajo directo; r es el tipo de beneficio y w el salario unitario. De esta ecuación se puede derivar que existe una relación inversa entre el tipo de beneficio, r, y el salario unitario, w (la relación inversa w-r también se desprende de la función de producción neoclásica). Es la curva llamada frontera de los salarios, o frontera del precio de los factores, según los autores.
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Lo importante es que esa relación está influenciada por la distribución del ingreso entre salarios y beneficios, y por la variación de la estructura de precios al variar esa distribución; en consecuencia, la frontera de los salarios no es lineal la mayor parte de las veces. Más precisamente, solo es lineal en el caso muy especial en que la relación entre capital y trabajo es la misma en todas las ramas de la economía. Es que en ese caso el vector de precios permanece constante cuando cambia la distribución de la renta, y w disminuye linealmente cuando sube r (y viceversa). En todos los demás casos, la curva puede tener las formas más variadas. En otras palabras, si bien w y r son funciones monótonas decrecientes una de la otra, cuando la composición de capital varía entre las ramas, la forma de la frontera no es lineal (en términos más técnicos, las relaciones entre w y r son ecuaciones polinómicas de grado k-ésimo, siendo k el número de mercancías de base; véase Pasinetti, 1984, p. 221). Lo cual significa que si tomamos dos técnicas productivas, de distinta intensidad de capital, puede ocurrir que las curvas de las fronteras de los precios de los factores de ambas técnicas se crucen, dando lugar a la aparición del “retorno de las técnicas”.
Por ejemplo, supongamos que tenemos dos técnicas, α y β, con sus respectivas curvas w-r (ver gráfico). Se puede demostrar muy fácilmente que α es más intensiva en capital que β. Puede observarse, además, que a una r muy baja, la técnica α es la más rentable. Luego, al aumentar r se llega al punto A en el que las curvas de ambas técnicas se cruzan, y a partir de allí es más rentable la técnica β. Pero al seguir aumentando r, se llega al punto B, a partir de la cual de nuevo se hace más rentable la técnica α. Por lo tanto, no existe una relación monótona e inversa entre r (o w) y las relaciones capital/trabajo. Con una variante, también puede demostrarse la existencia del fenómeno llamado reverse capital deepening. El mismo ocurre cuando al aumentar la tasa de interés se pasa a una tecnología más intensiva en capital, aunque no haya retorno de la técnica.
El hecho es que el retorno de las técnicas, o el reverse capital deepening, socavan las bases mismas de la construcción neoclásica. En palabras de Pasinetti, esto “cuestiona definitivamente la idea básica de la teoría tradicional del capital… de que las técnicas productivas existentes se pueden sintetizar con una función de la producción, la cual conecta los ‘factores’ capital y trabajo con el producto neto de tal modo que determina relaciones unívocas entre los cambios de la distribución de la renta entre beneficios y salarios y los cambios del capital por trabajador y el producto neto por trabajador. Tal función de la producción, a pesar de estar tan difundida en la literatura económica desde hace más de medio siglo, resulta ser una pura ilusión. Simplemente, no existe” (p. 223).
Pero si la función de producción neoclásica se cae, no hay forma de sostener la función de demanda de trabajo que postulan los neoclásicos. Agreguemos que la existencia del retorno de las técnicas tuvo que ser admitido por Samuelson (véase Samuelson, 1966); y había sido anticipada por Böhm Bawerk y Hayek, como señala Samuelson en ese mismo trabajo.
Por otra parte, la función de producción neoclásica –de la cual, repetimos, se desprende la curva de demanda de trabajo que reivindican los ortodoxos estilo Javier Milei- también ha sido criticada por ser lógicamente contradictoria. Es que la función de producción supone la posibilidad de medir la productividad del capital en términos físicos. Sin embargo, la única manera de agregar bienes de capital heterogéneos es por medio de los precios. Pero estos dependen de la tasa de interés (o de la relación salario – tasa de interés); de manera que para calcular el capital que interviene en la función de producción hay que suponer dada la tasa de interés; pero la función de producción se construye para conocer la tasa de interés. El razonamiento es circular.
Otra manera de ver el problema es que si se admite que un stock físico de capital puede tener diferentes valores, puede suceder que a una misma “cantidad de capital” le correspondan dos o más niveles de producto; o que a dos cantidades iguales de capital le corresponda una misma cantidad de producto. En cualquiera de los casos, la función de producción no se sostiene. Por eso tampoco hay manera de afirmar que a una única relación trabajo/capital le corresponde una única relación producto/capital. Por lo cual tampoco hay forma de deducir el salario de una función que relacione, de manera unívoca, trabajo/capital y producto/capital.
Como señalaron hace unos años Cohen y Harcourt (2003), las críticas de Cambridge a la teoría neoclásica del capital y a la función de producción fueron barridas debajo de la alfombra por parte de los neoclásicos, con el argumento de que eran cuestiones sin importancia, “una tormenta en un vaso de té”. Sin embargo, las incoherencias permanecen (de ahí la imposibilidad de congeniar la teoría con la evidencia empírica) y por eso, como dicen Cohen y Harcourt, la cuestión sigue respirando por debajo de la alfombra.
Economía vulgar e ideología
La afirmación de que los salarios se pagan según la productividad marginal del trabajo no reúne los requisitos indispensables para ser considerada siquiera una hipótesis científica. ¿Por qué se sigue presentando como “la” explicación científica del salario, el beneficio y la renta? La respuesta es que simplemente por su carácter apologético. La idea de que cada “factor” recibe “lo que merece” conlleva la noción de que en el sistema capitalista la distribución del ingreso es justa, y que nadie debería quejarse por lo que le toca. Es la “fórmula trinitaria”, como la llamó Marx. Capital-ganancia, suelo-renta de la tierra, trabajo-salario. Dado que, además, se presenta al interés como el producto característico del capital, la fórmula es capital-interés, suelo-renta de la tierra y trabajo-salario. Así “las presuntas fuentes de la riqueza anualmente disponible pertenecen a esferas totalmente dispares, y no presentan la más mínima analogía entre sí” (Marx, 1981, p. 1037). La relación social queda completamente borrada. En el enfoque neoclásico el capital es una “cosa” que genera un ingreso, no una relación de explotación basada en el poder que otorga la propiedad privada de los medios de producción. De la misma manera el suelo, por su fertilidad natural, genera valor, con prescindencia del trabajo. Y el trabajo es despojado de su forma social específica en la sociedad moderna. La idea de que la fuerza de trabajo es un producto histórico y social, y que el trabajo asalariado es una forma histórica y socialmente determinada, se borra por completo.
Estamos instalados en lo que Marx llama la economía vulgar, “que no hace otra cosa que interpretar, sistematizar y apologizar doctrinariamente las ideas de los agentes de la producción burguesa, prisioneros de las relaciones burguesas de producción” (ibid., p. 1041). Es que en la superficie del fenómeno, en la representación ordinaria, aparece como que la máquina genera interés y la tierra genera renta. La economía vulgar se caracteriza precisamente por tomar las relaciones superficiales tal como aparecen, esto es, en su forma enajenada, y convertirlas en explicación científica. La tesis de la productividad marginal y la función de producción neoclásica es solo un paso más en el afianzamiento de esa representación ideológica. A como diera lugar había que desterrar “el principio maldito”, ya establecido por Ricardo, y desarrollado por Marx, a saber, que la única fuente del valor es el trabajo humano. De ahí la alegre aceptación de la teoría neoclásica desde sus orígenes, en las últimas décadas del siglo XIX, hasta nuestros días, por todo el establishment económico. De ahí también la obcecación en mantener una construcción teórica que hace agua por los cuatro costados. Pero no hay sofisticación matemática que pueda disimular las inconsistencias y saltos lógicos, ni la falta de conexión con la realidad. Aunque a los neoclásicos siempre les queda el recurso de seguir barriendo debajo de la alfombra los cuestionamientos y críticas.
Textos citados:
Cohen, A. y G. C. Harcourt, (2003): “Whatever Happened to the Cambridge Capital Theory Controversies?”, Journal of Economic Perspectives, vol. 17, pp. 219-223.
Garegnani, P. (1970): “Heterogeneous capital, the Production Function and the Theory of Distribution”, Review of Economic Studies, vol. 37, pp. 407-436.
Marx, K. (1981): El Capital, México, Siglo XXI, tomo 3.
Pasinetti, L. (1984): Lecciones de teoría de la producción, México, FCE.
Ricardo, D. (1985): Principios de Economía Política y tributación, México, FCE.
Samuelson, P. A. (1966): “A Summing-Up”, Quarterly Journal of Economics, vol. 80, pp. 568-583.
Sraffa, P. (1966): Producción de mercancías por medio de mercancías, Barcelona, Oikos.
Acá puede leerse lal primer y segunda parte de la serie de Rolando Astarita.
Publicada originalmente en rolandoastarita.wordpress.com |