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La Izquierda Diario
3 de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

Juventud
Los empresarios nos llaman “dueños de la nada”. Nada les debemos
Jorge Remacha

De los Ni-Nis a la generación perdida, pasando por la precariedad y el paro juvenil. El País arremete contra los “‘Millennials’: dueños de la nada”, una juventud que tiene motivos para luchar.

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Al calor de la crisis capitalista, los nacidos entre 1980 y el 2000 nos hemos topado con la etiqueta de millenials, cargada de una encrucijada de caracterizaciones generalistas desde las acaudaladas tribunas de los medios de comunicación del capital.

También hemos oído aquello de los Ni-nis (Ni estudian ni trabajan), término que se empieza a usar al tiempo que el ministro Solbes anunciaba aquello de que esta crisis era una “desaceleración significativa”, que ya alcanza la década.

Juventud sin futuro, generación que vivirá peor que sus padres, década perdida. Suma y sigue.

El último artículo de opinión del empresario Antonio Navalón en el diario El País recoge el testigo de la añeja tradición en la prensa conservadora de culpar a la víctima de un problema social y carga las tintas contra los millenials preguntándose si “¿Vale la pena dar un paso más en la antropología y encontrar el eslabón perdido entre el millennial y el ser humano?”

Poniendo firme a esta generación que “tiene todos los derechos, pero ninguna obligación”, la voz de la experiencia se cuestiona desde su columna en El País si “¿vale la pena construir un discurso para aquellos que no tienen en su ADN la función de escuchar?”.

En este caso, Navalón es además la voz de la experiencia en imputación por falso testimonio, cohecho, tráfico de influencias y prevaricación en el caso de corrupción de Banesto junto a Mario Conde, del que sería absuelto, así como el Consejo de Administración de la petrolera Star Petroleum y el fraude fiscal de dos millones de euros en diciembre de 2015.

Sin embargo, el autor remarca la importancia de “no ser responsables del fracaso que representa que una parte significativa de estos jóvenes no quieran nada en el mundo real”, esos mismos jóvenes a los que según su columna “lo único que les importa es el número de likes”, los cuales estarían incluso detrás de “la llegada de mandatarios como Donald Trump” por ser una generación “sin aspiraciones políticas y sociales”.

Hoy, en Estados Unidos franjas de jóvenes han nutrido la lucha contra la violencia policial racista, la resistencia contra los planes de Trump desde las escuelas secundarias y universidades -como el movimiento estudiantil en Berkeley-, así como repudiando el muro y otras medidas xenófobas como la “muslim ban” en las calles y aeropuertos.

Es la misma juventud que ha llenado desde el inicio de la crisis capitalista las calles en el movimiento estudiantil chileno, la juventud anti golpe en Brasil, contra la Loi Travail en Francia, codo a codo con la clase trabajadora en Sudáfrica o en el movimiento de mujeres a nivel mundial.

De hecho, en este contradictorio retrato que nos pinta la prensa burguesa a la juventud combativa, somos al mismo tiempo los “alborotadores” presentes en las movilizaciones, que “causan daños por su naturaleza violenta” sin control, y al mismo tiempo no tenemos más ideas que “un filtro de Instagram o una aplicación para el teléfono móvil” por nuestra “indiferencia hacia el mundo real”

En el Estado español, los niveles de precariedad y paro alcanzan niveles escandalosos; con un 50 por ciento de jóvenes sin trabajo, y entre los que tienen empleo con uno de cada cinco cobrando menos de 300 euros al mes. A su vez el deterioro de la educación pública ha provocado la expulsión masiva de los estudiantes con menores rentas.

Ciertamente, la juventud tiene razones para dejar de acumular rabia y pasar a la acción, aguantando el peso de la crisis capitalista con enormes tasas de paro y precariedad laboral o siendo expulsada de las universidades por razones económicas, mientras esto se ignora en los programas de los partidos de la nueva y la vieja política.

Pero es que la juventud también tiene la rabia de encontrar la criminalización y la represión policial y judicial cada vez que sale a luchar, la falta de libertades democráticas y del derecho a divertirse sin beneficiar a los empresarios.

Es por eso que las demandas de la juventud sólo pueden desarrollarse hasta el final enfrentando directamente este régimen y sus oxidados pilares, por el camino de la movilización y la coordinación y con la clase obrera y los sectores oprimidos para sumar fuerzas y golpear con un solo puño al gobierno de los capitalistas que nos reserva un futuro de paro, precariedad, miseria y represión.

Nuestras vidas valen más que sus ganancias

 
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