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14 de junio de 2017 Twitter Faceboock

Nacional
Ernestina Herrera de Noble: símbolo de impunidad de una clase social
Facundo Aguirre | @facuaguirre1917

La muerte de Ernestina Herrera de Noble es un símbolo de la impunidad de la clase capitalista que fue participe de la dictadura genocida, del saqueo del país bajo las banderas del neoliberalismo y de un "periodismo de guerra" contra los trabajadores y el pueblo pobre.

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“Murió Ernestina Herrera de Noble. Una marca de la impunidad de su clase social”, tuiteó el candidato a diputado del FIT por la provincia de Buenos Aires Nicolás del Caño. Una definición precisa.

Siempre que enfrentó una acusación, Herrera de Noble fue salvada por un Poder Judicial conformado por una casta oligárquica de jueces, muchos de ellos procedentes del genocidio, pasando por la servilleta de Carlos Corach y la Corte del “2x1”, que siempre buscó la impunidad para los criminales de la dictadura y sus cómplices civiles.

Por su parte Mauricio Macri se lamentó en una muestra de solidaridad de clase: “Despedimos a Ernestina Herrera de Noble, figura clave del periodismo y la defensa de la libertad de prensa”. La condolencia presidencial no es de extrañar ya que Clarín se ha convertido en guardaespaldas de la política antiobrera, antinacional y antipopular del macrismo.

La fallecida cabeza del Grupo Clarín, que supo ser amante de quien sería Ministro de Relaciones Exteriores del genocida Roberto Viola, fue acusada de apropiación de hijos de desaparecidos (cuyo caso tuvo una resolución judicial a su favor pero aún sigue sin conocerse el origen real de Marcela y Felipe, nacidos en 1976). También fue acusada de haberse quedado con Papel Prensa, luego de que la familia Graiver fuera sometida a torturas y detención ilegal por parte de los grupos de tareas de la dictadura.

Pero además Clarín, conducido por la señora de Noble, fue beneficiario de la adjudicación de Radio Mitre por el gobierno de Raúl Alfonsín, la adjudicación de Canal 13 por el gobierno de Carlos Menem, la licuación de su deuda por el gobierno de Eduardo Duhalde y la fusión de Cablevisión y Multicanal aprobada por Néstor Kirchner. Incluso en 1978, en plena dictadura, fue demandada por la hija de Roberto Noble, Guadalupe, por “falsedad; nulidad contra un testamento y simulación”, aduciendo que había sido despojada de su herencia.

La despedida de la fallecida titular del Grupo Clarín, realizada por el mismo medio, es una muestra del patetismo y la falsificación histórica con palabras grandilocuentes que nada tienen que envidiarle a sus competidores y socios en Papel Prensa de la familia Mitre. Su obituario recuerda que al mes de asumir la dirección de Clarín la viuda de Noble enfrentó el Cordobazo. Silenciando que en ese entonces Clarín tomó partido por la dictadura de Juan Carlos Onganía, escribiendo el 31 de mayo de 1969 que “ya son pocos los focos subversivos que quedan en la ciudad. Córdoba tiende a encauzarse hacia la normalidad, por el trabajo de los guardianes del orden”. Se tranquilizaba así por el ingreso del Ejército al mando del genocida Alcides López Aufranc que fue enviado a reprimir la seminsurrección obrera y popular en la provincia de Córdoba.

Los autores de la despedida de la señora de Noble no perdieron la ocasión para dar una nueva vuelta a la campaña por la reconciliación con los genocidas que es impulsada desde el gobierno de Cambiemos y los multimedios, retomando una particular versión de la teoría de los dos demonios. Uno de sus fragmentos dice que “el crimen de Aramburu fue la presentación formal de la guerrilla peronista Montoneros, a la que se sumaría la guerrilla trotskista del Ejército Revolucionario del Pueblo. Esa violencia, a la que se agregó el terrorismo de Estado desatado el 24 de marzo de 1976, ensangrentó a la Argentina y duró casi 15 años en los que Clarín, con la viuda de Noble al frente, defendió el ejercicio pleno del estado de derecho, se opuso a toda forma de violencia, impulsó el respeto por las libertades individuales y por el sistema democrático y pugnó, como siempre, por el desarrollo del país que parecía estancarse”.

No sólo se oculta allí el real objetivo del terrorismo de Estado sino que se falsifica el papel de la fallecida directora de Clarín quien fue una clara colaboradora y beneficiaria del régimen militar, del cual el caso Papel Prensa es su manifestación más emblemática.

Como se decía en un artículo en este mismo diario, “la dictadura decidió ceder a estos medios el control de la empresa de los Graiver para lograr que éstas contrarrestaran las denuncias internacionales sobre la desaparición de personas y los campos de detención clandestinos y para facilitar la aplicación del plan económico de Alfredo Martínez de Hoz (curiosamente su hijo es hoy funcionario de Cambiemos).

Necesitaban esconder los crímenes que se llevaban a cabo contra la clase trabajadora y el pueblo con el objetivo de reorganizar al capitalismo argentino luego de la amenaza del Cordobazo. Esta estrategia había sido diseñada para los militares por la consultora Burson-Masteller. Naomi Klein en su libro La doctrina del shock cita como: ’Víctor Emmanuel, el ejecutivo de Burson-Marsteller que estaba a cargo de vender al mundo el nuevo régimen favorable a las empresas de la junta (militar NdR) de Argentina, le contó a un investigador que la violencia era necesaria para abrir la economía "proteccionista, estatista’ de Argentina. ’Nadie, pero nadie, invierte en un país envuelto en una guerra civil’, dijo, admitiendo también que no fueron solo guerrilleros quienes murieron. ’Mucha personas inocentes probablemente fueron asesinados’, le contó a la autora Marguerite Feitlowitz, pero, ’dada la situación, se requería una inmensa fuerza’. Clarín, La Nación, La Razón fueron los peones de esta necesidad de cubrir los crímenes de la dictadura genocida para abrir el país a la expoliación del capital imperialista”.

Por algo es enorme el silencio del grupo Clarín sobre sus trabajadores de prensa desaparecidos: Pedro Barraza, Conrado Ceretti, Daniel Daroque, Ernesto Fosatti, Luis Guagnini, Jorge Arriague, Carlos Pérez y Enrique Raab.

En este sentido la fallecida señora Herrera de Noble, cuyo diario fue vocero durante décadas de la UIA, no se diferencia mucho de sus contemporáneos capitalistas. La dictadura genocida contó no sólo con la complicidad de la prensa y la Iglesia, sino también de los grupos capitalistas que se alinearon, financiaron, apoyaron y se beneficiaron con el genocidio.

El grupo Acindar de los Acevedo, el grupo Techint, Ford (donde funcionaba un campo clandestino de detención), Mercedes Benz (que vio desaparecer a toda su comisión interna mientras la empresa proveía al Ejército de material rodante), el Ingenio Ledesma (que organizó La Noche del Apagón), la Sociedad Rural o el grupo Macri que multiplicó sus empresas durante toda la dictadura, por nombrar sólo algunos. Todos ellos gozan de la misma impunidad que la difunta Noble y se sienten envalentonados por el gobierno de Cambiemos.

El obituario redunda en identificar la libertad de prensa, que Clarín boicoteaba con el monopolio del papel, con la libertad de empresa, es decir con el monopolio capitalista de los medios de comunicación. Una linea histórica que ha mantenido, con democracia o dictadura, haciendo un periodismo de guerra contra los trabajadores y el pueblo pobre. Un gran símbolo es aquella tapa sobre la fatídica jornada del 26 de junio del 2002 que rezaba “La crisis causó dos nuevas muertes”, en referencia al asesinato planificado de los militantes piqueteros Maximiliano Kostequi y Darío Santillan.

La herencia política y periodística que deja Ernestina Herrera de Noble se puede asimilar de contenido, salvando las distancias históricas y forzándo la comparación de los personajes, a la de Bartolomé Mitre, la defensa alternativa del “fraude y el terror”, como formas de dominio de la burguesía argentina.

Murió impune como toda su clase social. Ni olvido ni perdón.

 
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