Tema principal del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el sector agrícola comienza el desfile de pláticas entre funcionarios que antecederán las negociaciones formales para la renegociación, que se espera comiencen en agosto de este año. Este lunes, José Calzada Rovirosa, titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), se reunirá con sus pares de Estados Unidos y Canadá, para tratar temas del sector agrícola relacionados con la renegociación.
El campo mexicano se transformó con la implementación del TLCAN en 1994, en un momento en el que el Estado reorientaba su actividad con miras al desarrollo de la nueva industria, el modelo neoliberal y la implementación de dicho tratado marcaron un punto de inflexión en la historia del agro mexicano.
Actualmente, Calzada Rovirosa impulsa un plan de diversificación de mercados ante la posibilidad de que se reduzca el comercio con Estados Unidos por nuevos términos del tratado, sin embargo carece de un plan que considere el desarrollo del campo y los campesinos pobres.
Por esto, no es menor el tema agrario en la renegociación del TLCAN, parar un momento en su análisis podría hacernos comprender entre otras cosas, la crisis agro-alimentaria que sufre el país, así como las condiciones en las que viven hoy los campesinos pobres en México y cómo es que los grandes empresarios se aprovechan de esto.
El campo mexicano en la era neoliberal
Modificaciones previas que limpiaron el camino para la implementación del TLCAN fueron la clave, las modificaciones al artículo 27 constitucional encaminadas por un lado al establecimiento de la propiedad de la tierra y por el otro la formación de un mercado de tierras que propiciara la inversión privada en el campo marcaron un cambio drástico para el campesinado pobre, permitiendo así a las grandes empresas explotar la tierra y transformar al campesinado, generando grandes ganancias por este medio. Con esto quedaba en el olvido el reparto agrario en México.
La imposición de estas modificaciones en términos de la propiedad de la tierra y la misma implementación del TLCAN terminan subordinando la agricultura al capital, la forma de trabajar la tierra se transforma de tal manera que la producción tradicional es superada y la propiedad de la tierra adopta una forma puramente económica.
Mientras para los campesinos pobres, los agricultores que trabajan la tierra, ésta representa un medio de subsistencia e incluso un hogar o un lugar “sagrado”, para el capitalista esta tierra representa nada más que una buena oportunidad de aumentar su ganancia.
Así, aunque la posesión de la tierra es ciertamente una cuestión que supera al modo de producción capitalista, es en éste, en el que por su carácter monopólico y orientación hacia la extracción de plusvalor, se convierte en un ataque a la clase campesina pobre y el proletariado agrícola. Empobreciendo y explotando a los más vulnerables, y desposeyendo a las masas de sus propios recursos en beneficio de los intereses solo de quienes la poseen.
En este sentido entendemos entonces como es que la explotación de la tierra y sus recursos no estén en nuestros días, encaminados a proveer de alimentos a la población en general, sino a satisfacer la sed de ganancia de los empresarios del “agrobussines”.
La puesta en marcha del TLCAN en 1994 completó la implementación del neoliberalismo en el campo, el Estado dejó en el olvido al sector y la competencia entre productores de los países firmantes volcó desigual, poco a poco fueron ganando terreno los productos norteamericanos en la alimentación de los mexicanos, los altos costos de producción y el poco apoyo al campo mexicano trajo un aumento en la importación de alimentos y con esto una elevada dependencia alimentaria.
Los subsidios al campo en México a diferencia de Estados Unidos fueron eliminándose poco a poco, para el año 2000 sumaron 7 mil millones de dólares, mientras que en Estados Unidos ascendieron a 95 mil millones de dólares y en la Unión Europea a 113 mil millones de dólares. El sector agrario se dejaba desprotegido y la alimentación de los mexicanos en manos de agroalimentarias transnacionales.
El dominio del sector agrario por parte de las empresas agroalimentarias transnacionales cambio de forma estructural la producción de alimentos, y el carácter excluyente de este modelo a partir de la anulación de la posibilidad de reproducción del campesinado pobre por medio de la implementación del modelo agroexportador neoliberal que dejó agarrada con pinzas la seguridad alimentaria.
¿Qué espera el agro de la renegociación del TLCAN?
En nuestros días, a 23 años de la firma del TLCAN, la situación del campo, los campesinos y la crisis alimentaria continua siendo escandalosa, aunque mucho menos visible. La naturalización del campo como un sector “poco productivo”, y el consumo de productos “chatarra” como base de la alimentación de las mayorías, oculta el problema de fondo: el abandono del campo, y la exclusión de los campesinos.
La renegociación del TLCAN sin duda pretende agudizar el monopolio del campo en manos de las grandes empresas, en el caso de México en el que las condiciones materiales de los pequeños productores no alcanzan para lidiar con la competencia impuesta por del vecino del norte, la estrategia productiva ya implantada en el campo mexicano con el “agrobussines” desaparece del mapa a los campesinos empobrecidos convirtiéndolos asalariados del campo.
Manteniendo la estrategia agro-exportadora, que pretende diversificar el mercado según Calzada y para la que se pretende y se necesita una producción en masa, el campo mexicano muestra pocas herramientas para mantenerse en manos de los campesinos y al contrario una cara muy atractiva para las grandes empresas. Y es que la producción de las tierras más fértiles no alcanza para satisfacer las necesidades de producción masiva del capital. Es por eso que aquellas tierras menos fértiles son necesariamente inyectadas de capital y mejoras agronómicas que, en detrimento del mismo suelo y la calidad de los productos, aumentan el volumen de la masa de ganancia obtenida.
Y aunque desde Estados Unidos han anunciado que no se implementarán nuevos aranceles como medida en la renegociación, México hoy no es un productor de materias primas y esto no resuelve el tema del campo, que va mucho más allá del comercio con Estados Unidos o la diversificación del mercado.
No sería una sorpresa una nueva modificación al artículo 27 para lograr allanar el terreno para las renegociaciones del TLCAN, en las que seguramente el Estado mexicano mantendrá su posición de subordinación establecida en este sector desde la década de los noventas. Ya Peña Nieto anunciaba en 2013 la posibilidad de una nueva reforma agraria.
Ante este nuevo ataque, es necesario establecer una alianza de los trabajadores del campo y la ciudad, de la juventud y de los pueblos originarios de los tres países socios del TLCAN, que defienda la tierra y el derecho a una alimentación sana para las familias de los trabajadores y los campesinos empobrecidos. Una alianza que se proponga luchar contra los planes de Trump y sus socios, para avanzar hacia una integración política, social, económica y cultural de la población de América del Norte, una Federación de Estados Unidos Socialistas de América del Norte.
Y en este camino es indispensable dar una respuesta a la cuestión del campo y el campesinado que beneficie a las mayorías: contra la concentración del sector agropecuario en manos de los agrobusiness, que proponga un nuevo reparto de la tierra, la explotación racional del suelo, con condiciones laborales dignas para los trabajadores rurales, sin agroquímicos y sin transgénicos, que preserve el medio ambiente.
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