Foto: Unidiversidad
Mucho se habló ultimamente en relación al último recorte presupuestario que sufrió CONICET de ciertos temas que se investigan y que el gobierno nacional catalogó de "poco serios" por hacer referencias a películas como "El rey león" o "Star War", revistas como "Anteojito" o canciones de Ricardo Arjona. Más allá de lo repudiable de la chicana del oficialismo para justificar la política de ajuste, no se puede pasar por alto que la elección de los temas a investigar, están fuertemente condicionados por los criterios con los que CONICET evalúa a investigadores y becarios.
Criterios van en direcciones opuestas o desligadas del desarrollo de investigaciones que contribuyan de alguna forma a nuestra sociedad. Y aunque las críticas más duras generalmente van dirigidas a las ciencias sociales, este problema amerita un debate profundo dentro las ciencias duras. Quizá el ejemplo más paradigmático se ve en el área de ciencias médicas, donde la "Fiebre de Papers" fomentada por CONICET, conduce a nuestros investigadores a plantearse casi como único objetivo publicar en revistas de "elite", aunque muchas veces estos trabajos poco aporten a nuestro sistema de salud en base a las necesidades de la población.
CONICET considera muchas actividades para evaluar a becarios e investigadores entre las que se pueden mencionar: actividades docentes, organización y dictado de cursos y congresos, formación de doctorandos y tesinistas, actividades de difusión, pero lo decisivo para permanecer en el sistema es la cantidad y calidad de artículos científicos publicados por el/la evaluado/a.
Mientras no se reflexione y cuestione la política científica, para ser pensada en clave transformadora y no en función de intereses económicos o como aire para los ya inflados egos de muchos investigadores, el sistema científico seguirá aportando muy poco a nuestra sociedad
¿Y cómo mide CONICET la calidad de un artículo científico? En base a un coeficiente denominado índice de impacto, que promedia la cantidad de veces que los artículos de una revista son citados en otros artículos de la misma revista u otras. Es decir, los artículos publicados en una revista de alto índice de impacto serían referenciados en promedio un número considerable de veces por otros artículos científicos. Usando este índice ninguna revista argentina queda bien valorada, por lo que quien está decidido a hacer carrera en CONICET no puede considerar publicar en nuestras revistas. Si un investigador/a quiere continuar trabajando en CONICET debe dirigir su investigación para plasmar su producción final en un artículo que sea evaluado y publicado por una revista extranjera. No se interprete esto como nacionalismo absurdo y sin sentido. La verdad es que es difícil criticar este tipo de revistas cuando evalúan la rigurosidad con la que se aplica el método científico en los manuscritos evaluados. Y este es, quizá, el motivo principal por el que CONICET "terciariza" la evaluación de sus investigadores a estas revistas.
El problema es el segundo aspecto por el cual los editores decidirán si el artículo es pertinente para la revista o no, que es la trascendencia de la investigación. Ya que lo que es trascendente a nivel científico en Estados Unidos o Europa puede no serlo en Argentina. Las enfermedades de mayor prevalencia, los problemas ambientales y socioeconómicos, que hacen a nuestro contexto no son los mismos que en otros países. Además, los recursos de la región para encarar nuestros problemas y las herramientas con las que cuentan nuestros investigadores tampoco son los mismos. Por lo que la trascendencia como argumento de juicio para decidir qué tema se elige y cómo se encara la investigación de dicho tema pone a nuestros científicos en una encrucijada. Investigar temas de trascendencia local y quedar fuera del sistema por no poder publicar en revistas de alto impacto o investigar temas impuestos desde el extranjero y permanecer en el sistema, pero aportar poco y nada a su país.
En el área de ciencias médicas, la disciplina que más recursos económicos recibe, las investigaciones de nuestros científicos están más fuertemente guiadas por las exigencias de las revistas donde publican, que por nuestros propios problemas de salud. Revistas que además exigen cuantiosos cargos de publicación y/o pagos para acceder a su lectura, a veces elevándose estos cargos a más de 5000 dólares. Sumas que en muchos casos superan los costos fundamentales de insumos y servicios que requirió el trabajo a publicar. CONICET, destina más recursos a investigar cáncer, desórdenes metabólicos o cardiovasculares, enfermedades neurodegenerativas que para enfermedades endémicas como el paludismo, el dengue, la hantavirosis, la leishmaniosis o la fiebre hemorrágica argentina.
Debemos considerar ahora si lo que queremos es contribuir a resolver nuestros propios problemas y aportar a nuestras propias causas o contribuir a causas ajenas simplemente para seguir formando parte de la "elite científica" internacional
Además, abundan investigaciones superpuestas donde dos o más grupos compiten para publicar virtualmente el mismo artículo. Algunas veces esta competencia se da entre grupos locales y otras veces competimos con grupos de afuera de grandes centros científicos de Europa, Estados Unidos, Japón, etc. con más gente y más recursos económicos, donde es fácil ver que tenemos todas las de perder en esta competencia. La articulación del sistema científico con el sistema de salud es casi nula. No hay comunicación en ninguno de los dos sentidos ya que dada la trascendencia extranjera de los temas a investigar, los resultados de las investigaciones realizadas rara vez aportan al sistema de salud y las estadísticas y demás información que pudiera suministrar el sistema de salud tampoco aportan demasiado al sistema científico. Sumado a todo esto, hay que mencionar que el grueso de las investigaciones médicas son del tipo de investigación básica, o sea, se estudian mecanismos biológicos, más que potenciales tratamientos a diversas patologías. Por lo que incluso para el caso de estudio de enfermedades endémicas tampoco se logra una transferencia que aporte al sistema de salud.
Es cierto que la elevada exigencia para publicar en revistas de alto índice de impacto promueve la formación de científicos muy competitivos a nivel mundial. También es lógico pensar que la actividad más importante para un investigador sea la publicación de artículos científicos, donde se acredita que el investigador generó nuevos conocimientos. Pero también hay que tener en cuenta en qué medida estos nuevos conocimientos benefician a la sociedad que sostiene económicamente sus investigaciones. Lejos está el perfil real del científico actual de la idea de manuales de escuela impuesta en el imaginario social, del típico científico neutral e incuestionable en el laboratorio haciendo grandes descubrimientos.
Mientras no se reflexione y cuestione la política científica, para ser pensada en clave transformadora y no en función de intereses económicos o como aire para los ya inflados egos de muchos investigadores, el sistema científico seguirá aportando muy poco a nuestra sociedad. CONICET tiene los recursos para redirigir los esfuerzos de nuestra comunidad científica hacia los intereses de nuestra sociedad.
Un valor adicional a los artículos publicados en revistas nacionales o de la región en las evaluaciones del personal científico, conduciría gran parte de las investigaciones a ajustarse a necesidades locales. Al mismo tiempo, al haber un mayor volumen de trabajos dirigidos a revistas nacionales, se elevaría el índice de impacto y el prestigio de dichas revistas que en poco tiempo podrían convertirse en las de alto impacto. Tenemos lo más importante para fortalecer nuestro sistema científico, que son nuestros científicos, reconocidos a nivel mundial. Debemos considerar ahora si lo que queremos es contribuir a resolver nuestros propios problemas y aportar a nuestras propias causas o contribuir a causas ajenas simplemente para seguir formando parte de la "elite científica" internacional. |