Liverpool 1984
A mediados de la década del ’80 había cierta nostalgia para el Rey de Copas, acostumbrado a conquistarlas seguido. Es que el último título de la Libertadores databa de 1975, en una reñida final con Unión Española de Chile. Luego de dos subcampeonatos consecutivos (el Metropolitano de 1982 y el Nacional ’83) dirigidos excepcionalmente por Nito Veiga y caracterizados por el excelso fútbol del histórico paladar negro de Independiente, representado por la figura de Ricardo Enrique Bochini, se allanó el camino para el regreso como DT de José Omar Pastoriza. Heredaba un conjunto ya formado para que con su respaldo y con su guía pudiera dar el gran salto y volver con la vieja mística a la gloria. Es así como, después de obtener el Metro de 1983, los de Avellaneda se preparaban para volver con todo a la Copa y al terreno internacional.
Un equipo de memoria
Con El Pato al mando, Independiente afrontó aquella edición del torneo continental de 1984 con mucha firmeza y bastante expectativa. En la dura primera fase dio cuenta de Estudiantes de La Plata, de Olimpia y de Sportivo Luqueño, ambos de Paraguay. Más tarde, en semifinales, eliminó a Nacional de Uruguay y a la Universidad Católica de Chile. En una final para el recuerdo, dio cátedra en Porto Alegre en un partido extraordinario contra el Gremio, batiendo por 1 a 0 al campeón reinante, y se coronó en la revancha empatando de local en la Doble Visera. Esa formación, que practicaba un juego por momentos sutil y brillante, salía al toque: Goyén; Clausen, Villaverde, Trossero y Enrique; Giusti, Marangoni y Bochini; Burruchaga, Percudani (Bufarini) y Barberón.
A Japón
Con el derecho a disputar nuevamente la Copa Intercontinental de clubes contra el campeón europeo, El Rojo viajó a Oriente con su justificada fama copera. El 9 de diciembre de 1984 su rival era el Liverpool inglés, con el agregado del condimento político de la reciente guerra de Malvinas que rodeaba y recorría al encuentro. Independiente sacó a relucir su oficio contra un equipo cuyo mejor jugador, aparte de los seleccionados escoceses e ingleses, eran el galés Ian Rush y el escocés Kenny Dalglish. En un match no tan vistoso y a veces deslucido, la vigente magia del Bocha y un pase magistral de Marangoni para el gol de Mandinga Percudani en el primer tiempo, permitieron la hazaña y el desenfrenado festejo. Se conseguía otra vez la Intercontinental, sin sospechar que poco tiempo después empezaría la decadencia roja, aunque esa es otra historia. Porque no hay dudas de que esa copa fue y será realmente inolvidable. |