Foto: JAVIER LIZÓN / EFE
Aunque casi todo lo dijo mi amiga vea Chinaski el año pasado en su artículo “La teta y la luna en San Fermín”, donde se hacía eco de la violación de una joven a manos de unos jóvenes, varios de ellos guardias civiles, no está de más recordar que este año el sendero viene siendo el mismo, aunque de momento, hasta el momento en que escribo esto, no ha habido que lamentar más incidentes que los habituales.
Cuando algunos me piden que les explique eso del “Orgullo gay” o los más finos eso de las “ofensas simbólicas” les pongo por ejemplo “San Fermín”. A nadie se le ocurre que entre otras cosas (bastante deplorables, por cierto) es (como hoy por hoy, la cultura de masas) una exaltación de la heterosexualidad, igual que lo han sido los discursos del Papa Francisco, Donald Trump y hasta, si me apuras, de Hugo Chávez.
Pero en este caso además la virulencia se ceba en exaltaciones heteropatriarcales y machistas que suelen cebarse casi siempre en las mujeres ya que el colectivo LGTB o no asiste o se invisibiliza bastante en estas fiestas, vamos como en una orgía de la legión o al irse a un burdel, no parece el momento más adecuado “salir del armario” si no se ha hecho antes, aunque, y lo hemos visto, la camaradería homosocial también sabe cómo cruzar sus fronteras y luego tirar de resaca.
Parece ser que el sol de los toros hace ecos no solo de las canas al aire sino incluso pueden quitarle valor a la sangre derramada o a la violencia ejercida, venga de donde venga. Ahí lo deleznable de unas fiestas que ya se platean sobre presupuestos de jerarquía hombre/animal y sobre la violencia, la persecución y el escarnio.
Otras fiestas de esas en las que pensamos cuando algunos todavía se atreven a decir eso de ¿Cuándo es el día del Orgullo Hetero? o ¿Por qué no existe un Día del Hombre? y pretenden que los tomemos en serio. |