Nada más pisar el aeropuerto de Hamburgo dos policías armados se acercaron a pedirnos identificación y comprobar nuestros antecedentes, lo que sería el principio de una larga cadena de intimidación, persecución y represión contra el movimiento anti G20 que no cesaría hasta el momento en que dejamos el país.
Desde allí fuimos a la manifestación y en el camino veíamos decenas y decenas de furgonas, grandes camiones con cañones de agua, varios helicópteros, policías traídos desde diferentes ciudades alemanas -algunos de los cuales, según informa la prensa alemana procedentes de Berlín, tuvieron que enviar de vuelta a casa por excederse en sus fiestas nocturnas- e incluso un tanque, listos para provocar e intervenir, pero que no fueron capaces de impedir la presencia de decenas de miles de manifestantes dispuestos a enfrentarse a la cumbre y la represión. Más tarde nos enteramos de que hubo cerca de 100 mil personas: la manifestación más grande contra una cumbre del G20 en años.
El ambiente era alegre y combativo, con canciones de protesta y discursos anticapitalistas de fondo. La composición de las organizaciones era muy heterogénea, desde sectores ecologistas, organizaciones de izquierda, sindicatos, colectivos feministas, grupos autonomistas y el bloque internacionalista, en el que nosotras participamos junto a compañeros de Klasse gegen Klasse / RIO (Organización Internacionalista Revolucionaria) y otros grupos.
A pesar del ambiente tranquilo dentro de la manifestación, la policía trataba de provocar enfrentamientos y en determinado momento aisló la parte de la manifestación en la que estábamos y comenzó a detener a manifestantes que marchaban delante de nosotros, ante lo cual aguantamos sin romper las filas y esperamos hasta que pudimos terminar la marcha en el punto acordado.
Al terminar nos acercamos a un parque con la intención de descansar y comentar el transcurso de la movilización, pero la policía, que llevaba hostigando a nuestros compañeros durante días, nos seguía allá dónde íbamos y comenzó a provocar a diferentes grupos que, como nosotros, trataban de relajarse tras la manifestación. A partir de ese momento la tensión comenzó a subir, se obligó a retroceder a la policía gritando “¡largaos, largaos!” y, a los pocos minutos, las cargas y detenciones comenzaron y los cañones de agua se pusieron en marcha.
De vuelta en el campamento internacionalista, situado en las afueras de Hamburgo, tuvimos la oportunidad intercambiar impresiones con los compañeros y llevar a cabo una charla-debate sobre la situación política, de la lucha de clases y el movimiento de mujeres en el Estado Español y el trabajo de Pan y Rosas contra la violencia y la precariedad que sufrimos especialmente las mujeres trabajadoras. Pero el aparato represor del Estado tenía planeado no darnos un descanso y un helicóptero nos sobrevoló muy bajo sobre las 3 de la mañana para impedir que durmiéramos, como habían hecho incluso más insistentemente noches anteriores.
Al día siguiente viajamos en bus a Berlín, pero una vez más sufrimos la persecución de la policía que nos escoltó lentamente durante kilómetros hasta llevarnos a un área de descanso a 30 km de la capital en la que nos esperaba un enorme dispositivo policial con decenas de furgonetas en el que nos tendrían retenidos durante más de 3 horas. Una vez que llegó el abogado al que llamamos para informarnos bien de los límites legales de la actuación policial, nos hicieron bajar uno a uno para cachearnos, identificarnos, registrar minuciosamente cada una de nuestras pertenencias, mientras nos grababan en contra de nuestra voluntad y de la legalidad, nos trataban de intimidar con sus preguntas y comentarios y nos impedían la libre circulación por el espacio, teniéndonos durante horas al sol. Me exigieron que no hablara en castellano con mis compañeros porque no me entendían, nos preguntaban por el contenido de nuestros dispositivos electrónicos, requisaron objetos como rotuladores e incluso aislaron al compañero que se identificó como prensa para que no pudiera grabar lo que estaba pasando ni acercarse al resto del grupo. Todo ello, bajo el subterfugio kafkiano de tratarnos como posibles testigos de lo que había ocurrido en Hamburgo y como posibles testigos de una supuesta manifestación futura que podía darse en Berlín. Algo que no concuerda desde ningún punto de vista con el trato que nos dieron y la búsqueda de armas y “pruebas” en nuestro equipaje.
Hamburgo, con un gran presupuesto para represión y bajo las órdenes del alcalde del SPD Olaf Scholz cuya dimisión exigen desde RIO, se ha convertido en una ciudad sitiada por decenas de miles de policías que han provocado decenas de heridos y han detenido a cientos de activistas; las salidas de la ciudad se han trasformado en un gran punto de control policial que busca intimidar, criminalizar y recoger datos de activistas nacionales e internacionales -todo ello amparado por la ley de seguridad ASOG aprobada en Berlín con el apoyo de Die Linke- que no dudarán en utilizar contra nosotros en cuanto tengan ocasión. Queremos denunciar la enorme represión del Estado alemán que se erige en adalid de la democracia en Europa y el mundo, pero que no duda en suspender los derechos y libertades democráticas básicas para aplastar cualquier tipo de resistencia y defender sus intereses, los intereses del capital.
Para nosotras, participar en las protestas contra la cumbre del capital y del imperialismo junto a los y las compañeras de RIO y compartir momentos de lucha, resistencia, reflexión e intercambio fue una gran experiencia de internacionalismo práctico. Entendemos que frente a la coordinación internacional de los grandes líderes del capital que nos explotan y reprimen es necesario oponer una solidaridad y organización internacional de los de abajo que, durante esta semana, en el campamento, en cada movilización, charla y acción camina hacia la transformación de la sociedad que acabe con toda explotación y opresión que tanto temen Merkel, el alcalde de Hamburgo Scholz, Trump, Macri, Erdogan o Rajoy, parapetados tras los agentes de su orden y los muros de sus salas de conferencias, que no son suficientes para pararnos. |