El 14 de septiembre de 1867, Karl Marx finalmente publicó el primer volumen de El Capital: crítica de la economía política. Había trabajado arduamente en la sala de lectura del Museo Británico por más de diez años para desarrollar las ideas de este gran trabajo de economía política en medio de difíciles circunstancias de pobreza, enfermedades y muertes de familiares, y una incansable actividad política para poner en pie una organización internacional de la clase obrera para luchar contra el capitalismo.
El primer tomo de El Capital salió primero en alemán, varios años antes de que apareciera una versión en francés o inglés. La recepción del libro se encontró con el silencio y la ignorancia. Los comentarios al libro fueron pocos y espaciados en el tiempo, algunos de los cuales, el propio compañero y amigo de Marx de toda la vida, Federico Engels, tuvo que escribir para generar algún interés.
Pero 150 años después, El Capital es un libro del cual muchos millones han escuchado hablar, no sólo economistas, aunque no por todos es leído. En sus partes esenciales, no es sencillo de leer y comprender –especialmente los primeros capítulos–, pero también es un texto cautivador y una poderosa fuente para entender las injusticias y la naturaleza insaciable del capitalismo mediante la descripción y el análisis de la creciente base industrial de la economía capitalista líder en aquél momento, Gran Bretaña.
Como Marx describió hacia el final de El Capital, “Si el dinero viene al mundo con manchas de sangre en la mejilla, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”.
¿Qué nos dice El Capital del mundo de 1867 y por qué es importante para entender nuestro mundo en el 2017? En primer lugar y de manera principal, Marx muestra que todas las cosas y los servicios que necesitamos vienen del esfuerzo del trabajo humano.
Como señaló Marx en una carta sobre su obra [del 11 de julio de 1868, a Ludwig Kugelmann]: “Cada niño sabe que cualquier nación moriría de hambre, y no digo en un año, sino en unas semanas, si dejara de trabajar. Del mismo modo, toda persona conoce que las masas de productos correspondientes a diferentes masas de necesidades, exigen masas diferentes y cuantitativamente determinadas de la totalidad del trabajo social”.
Sólo el trabajo humano crea nuevo valor
Pero aún más, dice Marx en El Capital, las personas que producen el valor no controlan ni la producción ni el uso que se le da a ésta. Bajo el sistema capitalista de producción, la propiedad de los medios de producción se encuentra en manos de unos cuantos, mientras que la vasta mayoría no posee nada excepto su habilidad para vender su fuerza de trabajo.
Así, el plusvalor es apropiado por los capitalistas como el excedente por encima del valor necesario para mantener viva y funcionando a la fuerza de trabajo. El poder de controlar la inversión, los ingresos y el empleo lo tiene el capital, no la fuerza de trabajo. La plusvalía es dividida entre los capitalistas industriales como ganancia, como interés para el capital financiero y como renta para los propietarios de la tierra.
Aquí El Capital de Marx va en contra de la teoría económica hegemónica de los apologistas del sistema capitalista de explotación. Ellos calculan la ganancia como el premio para los capitalistas por el riesgo de invertir; el interés como la recompensa a los banqueros por el préstamo del dinero y la renta como una recompensa por dejar usar la tierra. Karl Marx muestra que esto no tiene sentido. En cambio, la ganancia, el interés y la renta son productos de la explotación de la fuerza de trabajo humano y de la apropiación privada del valor creado por este trabajo.
Por eso, para Marx, el capital no es una cosa, como pudiera ser una fábrica o un robot o una suma de dinero; el capital es una relación social específica. Una fábrica es de propiedad privada y los trabajadores deben laborar ahí arrancándoseles de la posibilidad de decir algo acerca de su funcionamiento.
Pero ya que el capital es una relación social –valor apropiado del trabajo y repartido entre los capitalistas para crear más valor o dinero– también es transitorio. El capitalismo no ha existido siempre ni ha sido siempre el modo dominante de producción; y por eso no es eterno ni es la única forma posible de sociedad humana, pese a lo que quieran decir los economistas pro-capitalismo.
El Capital muestra por qué este modo de producción es transitorio. Existe una contradicción fundamental entre la producción de mercancías y los servicios que necesitamos (Marx llamó a esto valor de uso) y la necesidad de los propietarios de los medios de producción y de quienes controlan el trabajo para generar ganancias (Marx lo llamó valor de cambio).
El capitalismo es un sistema de generación de dinero, no un sistema de producción encaminado a la satisfacción de las necesidades sociales. Esta contradicción conduce a colapsos regulares y recurrentes en la producción capitalista, porque a medida que los capitalistas compiten entre sí para obtener más ganancias y mayor participación de mercado, intentan reducir el uso del trabajo y reemplazarlo con más máquinas y tecnología. El intento de obtener ganancias a través del aumento de la productividad del trabajo conduce eventualmente a obtener menor ganancia por capital invertido. Así, el capital causa su propio colapso.
Los sistemas sociales pueden existir y dominar por mucho tiempo. El antiguo sistema esclavista europeo duró varios cientos de años; los regímenes absolutistas de Asia en India y China duraron aún más; el sistema feudal europeo lo hizo por más de mil años. Cuando Marx publicó El Capital en 1867, el capitalismo sólo era hegemónico en Gran Bretaña. Tomó otros cien años antes de ser el modo de producción dominante en Europa, Norteamérica y en partes de Asia. De hecho, sólo 150 años después podemos hablar del capitalismo como un sistema global.
Pero Marx en El Capital previó lo que ahora llamamos globalización como una necesidad del capital de expandirse para contrarrestar la caída y el colapso de la ganancia. De esta forma en el 2017, existe una economía mundial dominada por países imperialistas ricos como Estados Unidos, Alemania y Japón, y también economías capitalistas emergentes como India, Brasil y otras en Asia y América Latina. El capitalismo es ahora global y está guiado por la ley del valor descrita por Marx en El Capital hace 150 años.
Esto ha sido un desarrollo desigual y combinado. India fue colonizada por el imperialismo británico durante siglos y su fuerza de trabajo explotada. Pero ahora sus capitalistas nacionales, conjuntamente con el capital extranjero, explotan en penosas condiciones de trabajo y utilizando tecnología atrasada a un cada vez más grande proletariado industrial.
La historia de los últimos 150 años ha demostrado que Marx tenía razón. El capitalismo no puede lograr su objetivo de obtener los mayores beneficios exprimiendo a la fuerza trabajo, y al mismo tiempo crear un mundo sin penurias, pobreza, desempleo y degradación. La Gran Recesión del año 2009 confirmó que bajo las reglas del capitalismo las crisis no desaparecen; de hecho son cada vez más severas y en esta época están sincronizados mundialmente. El insaciable impulso por apropiarse de la plusvalía está destruyendo el planeta con contaminación y el calentamiento global.
Existe en el capitalismo una contradicción que es también la solución. Como Marx mostró en esta obra, el capital crea su propia venganza: el proletariado. La clase obrera de Gran Bretaña que Marx describió pudo haber caído en tamaño, pero la clase obrera industrial en el mundo nunca había sido tan grande, con fuerzas crecientes por miles de millones en India, Brasil, China y África. Los interés antagónicos entre el capital y el trabajo nunca habían sido tan fuertes como ahora, 150 años después de la publicación de la monumental obra de Karl Marx.
Traducción: Gabriel Bagundo
Tomado de la versión en inglés disponible en Left Voice |