En los años ‘50, las revistas de historietas eran una importante fuente de entretenimientos y diversión, se vendían cientos de miles de ejemplares por semana y había legiones de fanáticos que consumían los diferentes géneros que se promocionaban. Héctor Oesterheld fue el guionista de esa época en un género que marcó a toda una generación.
Al nacer sus cuatro hijas, la decisión familiar fue mudarse del departamento chico de Palermo a Beccar, zona norte del Gran Buenos Aires, a una casa mucho más grande; con espacios donde Héctor podía apartarse y dar rienda suelta a sus creaciones. Por ese lugar pasaron los grandes dibujantes y editores de la época.
Durante esos años realizó sus grandes creaciones: Bill Rockett, Sargento Kirk, Ernie Pike y al mismo tiempo continuaba produciendo material para chicos en la revista Gatito y la serie Bolsillita.
Hacia finales de los ´50 Hector Oesterheld tenía una vida cómoda y feliz. Trabajaba en su casa y compartía con su esposa y cuatro hijas todo lo que podía. También era dueño de una editorial llamada Frontera donde publicaba todas sus historietas. Además de seguir con sus tareas para editorial Abril y Codex.
“Oesterheld hacia sus guiones pensados en la simpleza de sus héroes y una delgada línea entre ficción y realidad fueron las coordenadas que atravesaron sus obras y le otorgaron un prestigio mundial que todavía está vigente. Tenía la capacidad para crear al infinito historias de todos los géneros y ser el mismo quien los escriba. Aún en aquellos trabajos que firmaba con el pseudónimo de su hermano. Fue el más grande escritor de aventuras que tuvo la Argentina” Francisco Solano López, historietista.
Dicen que “El Eternauta” fue su creación más famosa, pero no la mejor desde el punto de vista del género aventuras. Esta historieta es la vida de un hombre común que se convierte primero en héroe y después en viajero del tiempo quien va en busca de su mujer y su hijo.
“El Eternauta” narra una invasión extraterrestre a Buenos Aires y la lucha por la resistencia estaba poblada de personajes fascinantes. Los combates se realizaban en lugares muy reconocibles como la General Paz, la cancha de River Plate, Plaza Italia y la estación de subte Congreso. Esta historia fue un éxito instantáneo, ciento de miles de lectores esperaban cada semana su publicación en la Revista Hora Cero. Tan es así que se puede decir que entre 1957 y 1959 nada estaba al margen de lo que ocurría en “El Eternauta”.
En 1961 por problemas económicos cerró la editorial Frontera. Héctor continuó produciendo con otros maestros como Alberto Breccia y con gran profundidad escribió sobre el género fantástico, el espacio, el tiempo y el destino de los hombres.
El mundo que hace cambiar a Oesterheld
La segunda mitad de la década del ´60 estuvo signada por grandes esperanzas de un cambio social. La revolución había triunfado en Cuba y era un modelo a seguir para muchos jóvenes. En mayo de 1968 una revuelta de estudiantes derivó en una huelga general que paralizó Francia. Y en los Estados Unidos los jóvenes protestaban contra la guerra de Vietnam.
Argentina también tuvo su propia rebelión estudiantil y sindical: “El Cordobazo”. Por entonces el país estaba bajo la dictadura de Juan Carlos Onganía y Perón continuaba en España. Cuando en 1970 aparece Montoneros, algunos creyeron que era una opción válida para lograr el cambio social. Entre los que tenían esa mirada era Héctor Oesterheld y sus cuatro hijas: Cuando vio que la juventud tomaba ese rumbo y sus hijas también, acompañó ese proceso lucha con el objetivo de volver a la democracia que nunca se terminaba de consolidar.
A 40 años de la desaparición de Oesterheld, el misterio sobre su militancia y muerte sigue rondando en la cabeza de muchos. Elsa, su mujer, expresó en una entrevista en el diario La Nación: "’Muchos lo consideraron comunista; otros, militante peronista, sin embargo, Héctor era un hombre con ideas socialistas. Era antiperonista, pero acérrimo, porque para él Perón representaba el fascismo’". Es por ello por lo que en 1955 rechazó la posibilidad de realizar un guión sobre la vida de Perón, aunque le ofrecieron buena paga."
Durante la última dictadura militar ya como activo militante de Montoneros, Héctor Oesterheld vivió meses oculto y cambiando de viviendas. Por momentos se refugiaba en la localidad de Tigre y por eso notaron sus borceguíes embarrados, fue emboscado y secuestrado en la ciudad de La Plata el 27 de abril de 1977. Durante esa etapa también fueron secuestradas y desaparecidas sus cuatro hijas –Diana, Marina, Beatriz y Estela-, dos yernos del escritor, y los hijos que dos de ellas llevaban en su vientre. Oesterheld habría sido fusilado en Mercedes en 1978 y aun hoy está desaparecido.
El guionista, no dejó de crear ni en la clandestinidad, ni cuando permaneció prisionero de la dictadura. "Escribía en la isla del Tigre donde buscó refugio; por esos años iba a la editorial Columba, clandestino y hasta llegó a dictar guiones desde teléfonos públicos".
"Aún secuestrado siguió trabajando –acotó. Los militares le pedían una historieta sobre San Martín; él aceptó pensando que ganaba tiempo", relata Judith Gociol que junto Diego Rosemberg crearon una bioafía en formato comic del autor de El Eternauta.
Según las periodistas Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami, autoras del libro Los Oesterheld, "él nunca dudó de su decisión de unirse a la lucha armada, pero desde su perspectiva, había cierta rigidez militante que valía la pena quebrar en pos de lo humano. Porque, en definitiva, era un humanista y lo fue hasta sus últimos días, como atestigua Marcela, quien con doce años había sido detenida y trasladada a los centros clandestinos el Vesubio y Sheraton y en su recuerdo atesora a Héctor como su salvador: en pleno cautiverio, él le contaba historias, le hacía practicar lecciones como si asistiera a la escuela y hasta le enseñó a jugar al hockey con un palo y un bollito de papel. Todo para que esa niña pudiera seguir siéndolo en medio del terror. Mientras esto ocurría, a fines de 1977, a sus hijas ya las habían desaparecido. Y él lo sabía". (Fuente Diario La Jornada 25/04/2017).
Toda su vida fue una forma de aventurar. Aventurar es imaginar, suponer, proponer con riesgo: poner la convicción y el cuerpo detrás de la imaginación, de la invención.
Es decir, hacerse cargo de lo que se crea (y se cree). Oesterheld fue un “aventurador”, uno que concibió la vida “como una aventura y la vivió hasta las últimas consecuencias”, como escribió alguna vez el escritor Juan Sasturain. |