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A las 9:47 de esta mañana llegó Mariano Rajoy a la Audiencia Nacional para declarar como testigo en el “Caso Gürtel”, concretamente el período inicial de la trama, durante el cual el actual presidente del Gobierno era el responsable de las campañas electorales del Partido Popular (lo fue del 1994 al 2000).
El PP se sienta en el banquillo de esta mega trama de corrupción por haberse beneficiado de 245.000 euros durante las campañas electorales de los municipios madrileños de Pozuelo y Majadahonda.
Durante los días previos a la comparecencia de Rajoy, desde Génova y Moncloa se ha insistido en la tranquilidad del actual líder del Ejecutivo ante la cita de este miércoles, pero lo cierto es que Mariano Rajoy ha ingresado y abandonado la Audiencia Nacional por un acceso diferente al del resto de acusados y testigos, lo que ha evitado la célebre foto del “paseillo” ante los medios de comunicación.
Ante la acusación principal (el recibo o no de “donativos” en efectivo por parte de empresarios) Rajoy ha señalado que en absoluto, que “jamás” ha recibido estos sobresueldos, ya que no ha tenido ninguna vinculación con las cuestiones económicas del partido, ciñendo su responsabilidad por aquel entonces a las cuestiones meramente políticas de una campaña electoral.
De igual modo ha asegurado desconocer la existencia de una caja B, caja que se habría sido creada precisamente con los negocios y favores en las adjudicaciones de las campañas electorales en el período en el cual era el responsable de supervisar.
En su relación con el responsable de esta caja B y los famosos “sobres”, Bárcenas, el presidente del Gobierno ha asegurado no haber mediado en favor de éste en ningún momento. En uno de sus arrebatos de chulería, Rajoy ha tildado la intervención de Mariano Benítez, abogado de la asociación ADADE, de poco brillante al asegurarle que si negó los sobresueldos, obviamente no recibió “sobres” del extesorero.
Pero la desfachatez del actual presidente del Gobierno no es hacía los abogados, mucho menos hacía los jueces de la Audiencia Nacional, sino hacía la clase trabajadora y sectores populares que atónitos contemplamos las evasivas de Rajoy en el juzgado mientras recordamos aquel “Luis se fuerte, mañana te llamaré”.
Y es que al ser preguntado por este hecho Rajoy ha afirmado que “No le llamé. No hice nada”. Y al ser insistido sobre el contenido de otro SMS al extesorero, “Luis, nada es fácil pero hacemos lo que podemos”, ni corto ni perezoso Rajoy ha despachado la pregunta con un “Estábamos en otro contexto temporal, y tengo costumbre de responder a los mensajes y tiene mi teléfono, podía haber usado esa frase u otra cualquiera, no tiene significado ninguno”.
A lo largo de la sesión que ha durado 1 hora y 45 minutos, se han tratado en múltiples ocasiones temas relacionados con Bárcenas. Otro de los aspectos expuestos ha sido el relacionado con las prebendas (coche, despacho y secretaria) que el partido garantizo a Bárcenas una vez éste ya había abandonado las filas populares.
Rajoy ha asegurado que esta decisión se tomó “al final de una reunión de 30 segundos; dijo que tenía necesidad de una sala para sus documentos que se los llevaría y que necesitaba coche del partido. Nos pareció razonable hacerlo”. Algo increíble.
El eje de su defensa se ha centrado, como indicamos anteriormente, en justificar su total desconocimiento de los supuestos sobresueldos o de la caja B en base a remarcar que sus tareas eran meramente políticas; preparación de los programas de campaña, confeccionar las listas, elegir los territorios primordiales, etc.
Por este motivo ha asegurado que desconocía la trama, incluso ha admitido no conocer a Correa; “No vino a mi despacho ni acudió a ninguna reunión y discusión, porque yo no tenía que ver con cuestiones económicas, sino que me dedicaba a cuestiones políticas. Si lo conocía era de saludarlo en actos de partido y aun así no puedo asegurarlo de forma nítida”.
Ha sido en este momento donde se ha producido uno de los momentos más desafiantes por parte de Mariano Rajoy, al afirmar que “yo lo siento mucho, pero las cosas son como son y no como a uno le gustaría que fueran”, en respuesta a las preguntas de la acusación.
Tampoco se ha limitado tan solo a defenderse, y es que ha sido a raíz de los casos concretos de corrupción (Pozuelo y Majadahonda) que Rajoy ha querido lanzar un dardo a Esperanza Aguirre. El líder del Ejecutivo ha asegurado que fue él quien instó a Lapuerta, responsable económico (hoy con demencia), a que rompiera relaciones con Correa, y que a designó a Esperanza Aguirre como responsable de esta tarea. A partir de aquí, según ha sostenido ante el juez, él no volvió a ser conocedor del tema.
Ni cuentas en Suiza a su nombre, ni mensajes SMS de apoyo a Bárcenas, ni ser el responsable político de las campañas electorales del Partido Popular del 1994 al 2000, nada sirve para que el presidente del Gobierno, en vez de como testigo, se sentara en el banquillo como acusado.
Y es que si alguien esperaba de la cita judicial de este miércoles que el presidente del Gobierno diera alguna explicación, o arrojara algo de luz a la mayor trama de corrupción del Estado español, es que poco conoce los oscuros engranajes de las cloacas del Estado.
Y por supuesto tampoco hay que tener una bola de cristal para anticiparse a que las consecuencias políticas, al menos a la más alta instancia, serán nulas. Una vez más, en persona o en “plasma”, Rajoy vuelve a mostrar con desfachatez y soberbia su desprecio hacia los sectores populares del Estado español.
Vuelve a hacer uso de su posición privilegiada de presidente del Gobierno de este Estado lleno de entramados y favores entre la clase política y la burguesía, que lo sitúa en lo más alto de esa casta política y corrupta que vive ajena y a millones de kilómetros de la realidad de la mayoría. |