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La Izquierda Diario
4 de agosto de 2017 Twitter Faceboock

CRISIS EN EL OFICIALISMO
Ecuador: división en el Gobierno “progresista”
Eduardo Molina

El presidente ecuatoriano apartó por decreto este jueves al vicepresidente, Jorge Glas, de sus funciones. El expresiente Correa apoyó a Glas. Crisis, ajuste y corrupción de fondo.

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Foto de archivo: Moreno estrecha la mano de Glas cuando cuando había calma. Luego vendría la "tormenta"

El presidente ecuatoriano Lenin Moreno apartó por decreto este jueves al vicepresidente Jorge Glas de sus responsabilidades prácticas en el gobierno, dentro del Comité Ejecutivo del Consejo Consultivo Productivo y Tributario, y del Comité para la reconstrucción de las zonas afectadas por el terremoto de abril de 2016.

A sólo dos meses de haber asumido, esta ruptura señala una severa crisis en Alianza País - AP (la coalición de gobierno). Al parecer, la mayor parte del oficialismo y su bloque parlamentario, respaldaría a Moreno. En tanto, su líder histórico, el expresidente Rafael Correa, que respalda a Glas, debió amenazar desde Bélgica, donde se haya temporalmente radicado, con romper el partido y crear otra agrupación si AP no se pronunciaba, pero apenas logró una resolución conciliadora.

Las diferencias entre Lenin Moreno y Glas-Correa se fueron acentuando en las últimas semanas en torno al curso económico y político a seguir. El presidente promueve un mayor entendimiento con la oposición, marcando las distancias con el estilo político de Correa (de marcado “personalismo”) y haciendo un balance crítico de su gestión económica, aceptando además revisar la legislación incómoda para el empresariado, los bancos y las transnacionales, que si bien se beneficiaron bajo Correa, ven la oportunidad de lograr mayores avances con su sucesor.

Bajo la ruptura en el Ejecutivo se discute como allanar el camino para un “gran acuerdo nacional” burgués para aplicar un programa de ajuste más profundo contra los trabajadores y los pueblos originarios del Ecuador que los ataques ya instrumentados por Correa en su último mandato. El correísmo no cuestiona el fondo del asunto pero no quiere verse arrinconado ni pagar los costos políticos que le asignan en ese trámite, además de buscar preservarse como recambio “popular”.

Olor a coimas y petróleo

Un elemento de la crisis es la ramificación local del escándalo Odebrecht. Varios ex funcionarios están detenidos y el nombre del vice fue mencionado por “arrepentidos” brasileños de la megaconstructora que desparramó obras y coimas por toda América Latina. La derecha fogonea las acusaciones y éstas son parte de una dura lucha entre correístas y morenistas por el control de espacios de poder dentro del gobierno. Mientras Moreno proclama querer encabezar la lucha contra la corrupción -un arma adicional contra sus adversarios en el oficialismo-, Glas le acusa de preparar un gobierno de la corrupción generalizada al pactar con los Bucaram y otros grupos del corrupto sector financiero. A fin de cuentas, todos en el mismo lodo.

Apoyo opositor y celestial

En su arremetida contra Glas, Moreno cosechó abundante apoyo opositor, incluyendo al líder derechista Lasso (exCEO del Banco Guayaquil, para más datos), quien tuiteó “La restricción de funciones a Glas lo legitima en el cargo a Lenin. Ahora sí vamos con cuestiones de fondo que necesita el país." También la curia aportó lo suyo: los obispos declararon que “Esta ruptura no puede ni debe desviar al país del camino emprendido por el Señor Presidente de la República, ni ensombrecer la acción de la Fiscalía y de los órganos de control del Estado, especialmente en su lucha contra la corrupción. El momento que estamos viviendo nos exige a todos, gobernantes y gobernados, equilibrio, transparencia y apego a la ley”, llamando a orar, claro está, con intencionalidad más que transparente a favor del pacto con la derecha y la ofensiva “anticorrupción” contra Glas y su grupo.

Venezuela

La política internacional “moderada” de Moreno, que mantiene bajo perfil ante la crisis en Caracas, es otro importante indicador del giro a derecha del progresismo ecuatoriano, buscando mejor convivencia con el imperialismo y la derecha continental. Si se toma en cuenta que Ecuador y Bolivia eran los aliados claves del chavismo en el marco del ALBA, la tibieza de Moreno contrasta con el respaldo total de Evo Morales a Maduro y su farsa de constituyente. El gobierno de Quito se limitó a respaldar “iniciativas como la auspiciada por la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y el Vaticano, orientadas a la resolución de las diferencias por medio del diálogo y desde el respeto a la ley y al orden democrático”, o sea, auspiciar algún tipo de pacto para la transición poschavista.

Adiós a la revolución “ciudadana”

Después de una “década ganada” bajo la dirección de Correa, la dupla designada para sucederlo representa el intento de “transición” a un gobierno de mayor consenso burgués ante el agotamiento de la “revolución ciudadana”. Claro que Correa mismo es el principal responsable de la actual situación ecuatoriana. Mientras hablaba de soberanía, mantuvo la dolarización, selló un tratado de libre comercio con la imperialista Unión Europea, se reconcilió con el FMI y adoptó un feroz extractivismo asociado con los pulpos extranjeros de la minería y los hidrocarburos. Es cierto que gracias a la bonanza exportadora se redujo la pobreza, hubo fuerte gasto público en infraestructura y en planes sociales, pero mientras los ricos multiplicaron su fortuna y floreció la corrupción de la mano del empresariado, en medio de ataques a los sindicatos y al movimiento indígena.

La caída de los precios del petróleo tras una década de “progresismo” sin transformaciones estructurales dejó sin bases a ese modelo y con la economía en recesión (el PBI se redujo un 1,5% en 2016 y se acumula el peso de la deuda externa), Moreno busca dar un salto en la política de ajustes y “austeridad” que Correa ya venía aplicando. Para esto, negocia el acuerdo con la oposición empresarial. La vía ecuatoriana a la normalidad burguesa en el fin del “ciclo progresista” es administrada por la AP “ciudadana”, que tiene quién pacte con los neoliberales.

 
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